El centenario de la independencia dominicana serviría también para dar paso a una estrategia diseñada desde altos centros internacionales de poder con vistas a propiciar que en la República Dominicana tuviera lugar un ensayo de alianza política con la presencia de organizaciones comunistas internacionales y nacionales. El propósito era repetir en aquel país la experiencia cubana dirigida a neutralizar la revolución de los años 30 lo cual había facilitado llegar a un pacto social de conciliación bajo la conducción del imperialismo estadounidense y el mismísimo Fulgencio Batista. Al respecto queremos referirnos a una misiva del embajador británico en Cuba, Sir G. Ogilvie Forbes, al Policy Record Office de su país donde relata los entresijos de las maniobras políticas tenidas lugar en Santo Domingo en medio de tan significativa conmemoración.
Ogilvie Forbes utilizó como fuente principal de sus reflexiones las confesiones que le hizo el embajador polaco en La Habana, M. Roman Debicki que junto a él y al Encargado de Negocios de la Unión Soviética en Cuba, M. Zaikin, se habían trasladado a Ciudad Trujillo para participar en el convite por el centenario de la independencia dominicana. Refiere Ogilvie Forbes que Debicki le dijo que toda la actividad de ese séquito de diplomáticos que partieron desde La Habana fue preparada por el embajador cubano en Santo Domingo, señor Sánchez Arcilla, quien además «colocó bajo sus alas» al representante de la Unión Soviética.
El embajador polaco en Cuba le confesó a Forbes que todo lo hecho por Sánchez Arcilla fue siguiendo instrucciones directas del presidente Fulgencio Batista. Estas normas seguían el mismo padrón que los soviéticos le habían dado a las organizaciones cubanas tales como el Frente Antifascista así como el Departamento de Propaganda de Guerra del ministro de Defensa cubano. Forbes llegaba a la conclusión de que era muy probable que en este momento los soviéticos encontraran conveniente utilizar las organizaciones de izquierda en Cuba; además el presidente Batista deseaba renovar un acuerdo con la izquierda ya que en ese año tendrían lugar las elecciones generales. Según el embajador británico, el gobierno dominicano había logrado para sí un saldo favorable a su agenda política mediante un gran espectáculo en las celebraciones por su centenario y que ello hizo que se creara una benévola impresión en los observadores extranjeros los que en realidad sólo habían visto la capital.[i]
Al propio tiempo el exilio dominicano, en medio de la Guerra Mundial, recurrió a una alternativa dirigida a denunciar en los foros internacionales la situación de intensa represión en su país. Sin embargo, sus esfuerzos resultaron baldíos debido al apoyo que los Estados Unidos le ofrecía a Trujillo. Al respecto Juan I. Jiménez Grullón, uno de sus líderes, refirió que en las conferencias continentales de Buenos Aires y Montevideo no se pudieron denunciar los principales problemas políticos y económicos de la región porque se trataba de reuniones oficiales y los presentes eran siempre delegados gubernamentales. Agregaba que con frecuencia se silenció cualquier referencia a la persistencia de dictaduras y regímenes semifeudales ya que ello hubiera conducido a la retirada de sus representantes. Concluía indicando que a pesar de la presencia de la Unión Panamericana en Washington «muy poco se ha hecho en el análisis de los asuntos que más atañen a la vida de nuestras colectividades y a la necesidad de fundamentar el orden jurídico internacional sobre las imprescindibles bases del orden jurídico nacional».[ii]
Mientras tanto en Cuba tenía lugar la contienda electoral de 1944 en la cual resultaría ganador el candidato Ramón Grau San Martín por el Partido Revolucionario Cubano Auténtico. (PRC-A). Ante esa nueva situación Trujillo estimó que las condiciones podrían ser propicias para apretarle más las clavijas al exilio dominicano, de hecho se encontraba inconforme con cierta pasividad demostrada por Batista hacia esa comunidad de desterrados radicados en Cuba. En los círculos del Departamento de Estado de los Estados Unidos se conocía que Trujillo se hallaba complacido con ese resultado electoral y que ya había felicitado por teléfono a Grau San Martín por su éxito. Sin embargo, el llamado Benefactor ni se imaginaba la sorpresa que se llevaría con Grau.[iii]
El fantasma de la insurrección armada que se había fraguado en el Mariel unos años antes rondaba al régimen trujillista que se apresuraban a que el nuevo gobierno cubano contuviera la amenaza que representaba el exilio dominicano. Un informe interno entre altos funcionarios de la dictadura dominicana, a partir de información de inteligencia recibida, daba entender que para sus planes insurreccionales los exilados contaban con la complicidad del gobierno estadounidense y con unos 500 rifles que habían quedado ocultos en Cuba después que fracasara la expedición del Mariel en 1936. El confidente anónimo señalaba que su fuente de información era el exilado licenciado Octavio Castillo Herrera.[iv]
Al propio tiempo, aun cuando en 1944 la II Guerra Mundial no había concluido y se manifestaba una cerrada alianza de los países occidentales con la Unión Soviética para combatir el fascismo, ya en los Estados Unidos se estaba preparando una campaña anticomunista para contener a militantes de esa tendencia política en la República Dominicana. En un informe de Edgar Hoover, director del FBI a un funcionario del Departamento de Estado estadounidense se analizaba el peligro que representaban los comunistas de origen español en Santo Domingo los que habían ganado espacio entre los dominicanos, particularmente en San Pedro de Macorís. Indicaba que aun cuando la Tercera Internacional Comunista había sido disuelta, en la práctica los comunistas en ese país manifestaban las mismas aspiraciones, tipo de actividades y grado de cohesión interna. Afirmaban, a partir de diversas fuentes de información, que desde julio de 1943 habían desplegado múltiples actividades de proselitismo comunista favoreciendo la imagen de la Unión Soviética y que habían sostenido un congreso ilegal de la rama dominicana del Partido Comunista Español. Añadían que toda la información sobre las mismas las recibía en Cuba José Diéguez Fernández y que el centro de la actividad propagandística radicaba en la Casa de la Cultura en La Habana. El régimen de Trujillo había intentado reprimirlos y expulsado a muchos militantes comunistas del país, sobre todo los españoles.[v]
A pesar de todo ello, desde 1944 Trujillo estaba interesado en facilitar condiciones para que en la República Dominicana operase un Partido Comunista pero bajo el control de su férreo aparato de seguridad. A esos efectos los sicarios de su régimen les exigieron a los dirigentes del partido comunista español radicado en Quisqueya, en el cual convergían militantes de izquierda de distintas tendencias, una lista de los dominicanos y españoles que eran propiamente comunistas y le advertían que si no se la hacían llegar los reprimirían a todos. Sin embargo, los comunistas españoles le respondieron que el nombre de los que eran rotundamente comunistas era un secreto. La dictadura tenía previsto que una negativa de estos a colaborar sería respondida con la expulsión de estos del país lo que de hecho ya se estaba produciendo, muchos estaban huyendo a Cuba o a México.[vi]
Sin embargo, estos hechos represivos de los trujillistas no eran exclusivos contra las vanguardias políticas comunistas, su propósito más importante era sacar el máximo de plusvalía a la empobrecida clase obrera dominicana. En una denuncia publicada en el órgano del exilio dominicano en Cuba, Quisqueya Libre, se ponían de manifiesto los métodos extremos de explotación a que era sometidos los trabajadores dominicanos:
¿Saben los obreros del azúcar en Cuba que un cortador de caña solo gana en la República Dominicana 25 centavos por cada tonelada «tumbada»? Esto puede parecer mentira (…) a los jornaleros que ganan, como los de aquí, un mínimo de dos pesos diarios. (…).
Pero hay algo peor que eso de trabajar por una miseria: los obreros dominicanos son sometidos a trabajos forzosos (…). Trujillo, presto a servir siempre a los intereses de las empresas foráneas, ha resuelto el problema forzando a los dominicanos a que trabajen por un salario de hambre en los campos de caña.[vii]
Esta afirmación sobre el grado de expoliación a que era sometida la clase obrera dominicana, venía luego confirmada por una declaración de un militante del Partido Revolucionario Dominicano que había visitado esas áreas cañeras:
El gobierno ha mandado un destacamento de guardias (soldados) armados de rifles y bayonetas a reclutar, no sólo jornaleros del campo, sino también a los verdaderos agricultores. Cada Gomún (término municipal) de la provincia Monseñor de Meriño (…) está obligado a mandar una cantidad dada de hombres para que corten caña en el Central Ozama (…) ordenaron a los campesinos allí reunidos que entregaran sus cédulas de identidad personal. En La Ceiba fueron metidos en vagones del central Ozama (…). En todo ese tiempo la guardia (soldados) vigilaba estrechamente a los campesinos.
¡Obreros organizados de América (…) ayuden a liberar a sus compañeros esclavizados por el oprobioso régimen de Trujillo![viii]
Al respecto, en Cuba se desató una campaña de denuncias apoyada por diversos sectores del país ante la situación humillante en que se encontraban los trabajadores dominicanos. Primero desde la CMQ y luego desde la emisora Mil Diez, cuyas ondas radiales llegaban hasta la República Dominicana, hablaron los líderes de su exilio más combativo. Desde la CMQ Juan Bosch dirigió una alocución que fue interferida por el régimen trujillista, ante ello la dictadura respondió fabricándole a su padre un presunto delito por el cual lo retuvo varios días en la cárcel. Luego la señal de Mil Diez, emisora del Partido Socialista Popular (PSP), no pudo ser interceptada por lo cual la Unión Democrática Antinazi Dominicana (UDAD) celebró un radiomitín el 16 de agosto adonde hablaron el dominicano Juan I. Jiménez Grullón, el general veterano del Ejército Libertador cubano, Enrique Loynaz del Castillo, así como los destacados dirigentes del exilio Juan Bosch, secretario general de la UDAD, y Ángel Miolán. En esa ocasión Bosch refirió que Trujillo era un producto del imperialismo que se había sostenido en el poder por las contradicciones de la política del Buen Vecino.[ix]
Notas:
[i] Informe al Public Record Office (PRO) de Sir G. Ogilvie Forbes , La Habana, 18 de marzo de 1944. En: Fondo Vega, Cuba ½ (clasificación provisional). Archivo General de la Nación de la República Dominicana.
[ii] El Mundo, La Habana, 24 de abril de 1944 .En. Ibídem.
[iii] «Memorandum de la embajada estadounidense en Ciudad Trujillo al Departamento de Estado», 6 de junio de 1944. En: Fondo Vega Cuba ½ (clasificación provisional). Archivo General de la Nación de la República Dominicana.
[iv] «Carta del secretario de Estado de la presidencia R. Paíno Pichardo al secretario de Estado, Guerra y Marina, comandante en jefe del Ejército Nacional». En: Ibíbem.
[v] «Carta de Edgar Hoover, director del FBI a Adolf A. Berle, secretario asistente del Departamento de Estado», 24 de julio de 1944. En: ibídem.
[vi] Ibídem.
[vii] Quisqueya Libre, (mensuario), julio de 1944.
[viii] Ibídem.
[ix] Quisqueya Libre, (mensuario) agosto de 1944.
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