
Sobre el autor
Octavio Paz (México 31 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998) poeta y ensayista mexicano, inició desde muy temprana edad una fructífera producción literaria por la que fue laureado con el Premio Nobel de Literatura en 1990. Junto con Pablo Neruda y César Vallejo, Octavio Paz conforma la tríada de grandes poetas que, tras el declive del modernismo, lideraron la renovación de la lírica hispanoamericana del siglo XX. El premio Nobel de Literatura de 1990, el primero concedido a un autor mexicano, supuso asimismo el reconocimiento de su inmensa e influyente talla intelectual, que quedó reflejada en una brillante producción ensayística.
El poeta y crítico literario Virgilio López Lemus escribía sobre Octavio Paz en su Columna de Autorpara nuestro Portal:
Con El laberinto de la soledad (Fondo de Cultura Económica, México, 1950 y 1973) Octavio Paz alcanzó uno de los pensamientos poéticos más brillantes de la América Latina. Trata sobre el ser, sus valores y esencia, piensa que: «el hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad». Aunque la idea tiene apoyo ontológico, en verdad el poeta mira al orbe de la poiesis, en cercanía con las alusiones al «otro» de La angustia de las influencias, obra de Harold Bloom, donde se realiza un curioso estudio de poética.
Como homenaje, en el aniversario 25 de su fallecimiento, compartimos una selección de su obra poética.
Fragmentos de su obra
Soneto III
Del verdecido júbilo del cielo luces recobras que la luna pierde porque la luz de sí misma recuerde relámpagos y otoños en tu pelo. El viento bebe viento en su revuelo, mueve las hojas y su lluvia verde moja tus hombros, tus espaldas muerde y te desnuda y quema y vuelve yelo. Dos barcos de velamen desplegado tus dos pechos. Tu espalda es un torrente. Tu vientre es un jardín petrificado. Es otoño en tu nuca: sol y bruma. Bajo del verde cielo adolescente, tu cuerpo da su enamorada suma.
Niña
A Laura Elena
Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento, alto deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada. Nombras el cielo, niña. Y las nubes pelean con el viento y el espacio se vuelve un transparente campo de batalla. Nombras el agua, niña. Y el agua brota, no sé dónde, brilla en las hojas, habla entre las piedras y en húmedos vapores nos convierte. No dices nada, niña. Y la ola amarilla, la marea de sol, en su cresta nos alza, en los cuatro horizontes nos dispersa y nos devuelve, intactos, en el centro del día, a ser nosotros.
Epitafio de un poeta
Quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.
Las palabras
Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
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Ver también «Octavio Paz piensa la poesía»
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