
A Santiago Pita no lo han tratado bien la suerte, ni tampoco la historia. Se deduce que nació en La Habana, se ignora dónde murió, ni cuándo, al menos con exactitud. El nacimiento se fija en 1693 o 1694; la muerte hacia 1755, lo cual quiere decir 270 años atrás.
Para colmo de «mala suerte», su obra El Príncipe Jardinero y Fingido Cloridano se atribuyó por largo tiempo a otro autor, y la existencia de Pita hasta se cuestionaba.
Todo esto sucedía sin que el pobre Pita hiciera nada contra el prójimo, aunque en torno a él se repitió muchas veces una información errónea —que su nombre era solo el seudónimo de otro autor—, lo cual lo mantuvo ignorado hasta que ese gran bibliógrafo que fue y será Carlos Manuel Trelles comenzó a reconocer su existencia real en La Habana del siglo XVIII y el no menos insigne crítico e investigador literario Max Henríquez Ureña le reconoció en 1930 la paternidad de El Príncipe Jardinero y Fingido Cloridano, de modo que al fin se hizo justicia a su nombre.
Aclaremos ahora este presunto galimatías. Santiago Pita perteneció a una familia antigua de la ciudad de La Habana, y en mayo de 1719 —se calcula que para entonces tendría unos 25 años— contrajo matrimonio.
Alcanzó el grado de capitán de una de las compañías del Batallón de Milicias de La Habana; era un flamante servidor de la Corona e integró las huestes que a mediados de 1742 embarcaron hacia La Florida a combatir a los ingleses, acciones, en que, se afirma, se destacó notablemente, por lo que al regreso, y al año siguiente, se le eligió segundo alcalde ordinario de La Habana y después, procurador de pobres.
De su labor literaria se conoce solo una obra, la comedia ya citada, que fue atribuida al padre Rodríguez Ucres (o Ucares), un fraile de carácter festivo que supuestamente prefería firmarla con el seudónimo Santiago Pita.
El Príncipe Jardinero y Fingido Cloridano ha tenido varias ediciones y ha sido objeto de exhaustivos análisis de especialistas cubanos y españoles. El fallecido profesor José Juan Arrom señaló que Pita se inspiró en una obra en tres actos y en prosa del italiano Giacinto Andrea Cicognini, titulada Il principe giardiniero, sobre la cual Pita realizó una versión con modificaciones en la trama, cambio de escenario —en ella se expresa: Y el Príncipe Jardinero, / de un Ingenio de la Habana— y algo que las distingue: Santiago Pita la escribió en versos. La obra apareció impresa en Sevilla hacia 1730, firmada por Santiago Pita.
Su gracia se conserva y puede disfrutársela en nuestros días, algo que no sucede con obras de más encumbrados escritores. He aquí un fragmento:
No me da el morir temores
Que ya lo que es morir sé,
Porque ha muchos días que
Me tenéis muerto de amores.
Testigos son estas flores
Y estas cristalinas fuentes
De mis suspiros ardientes,
Pues de mi llanto el raudal
Suele aumentar el cristal
De sus líquidas corrientes.
Dadas las numerosas interrogantes e imprecisiones que perduran acerca de las fechas claves en la vida de Santiago Pita, cualquier momento es válido para recordarlo a él y de paso sonreír con la lectura de sus versos, de una sencillez y buen humor que los harán agradables para muchas generaciones aún por venir.
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