El quehacer vital del poeta ruso Vladimir Mayakovski fue tan intenso, tan lleno de emociones y riesgos que muy bien pudiera servir a un realizador para filmar una biografía con algo de aventura y hasta de thriller.
Mayakovski fue uno de los autores más influyentes en la Rusia y la Unión Soviética de su tiempo. Después de su muerte empieza a tejerse la leyenda, la memoria que lo mantiene vivo en la historia de la literatura rusa y europea. Muchos lo admiraron, muchos no lo entendieron, otros lo cuestionaron, en fin… aquel georgiano (entonces Imperio Ruso) nacido el 7 de julio de 1893, de fuerte complexión física y mirada escrutadora, dio mucho para hablar y otro tanto para escribir.
Cuba –donde hablamos español y tan distante (al menos entonces) de aquella parte del mundo– pudiera parecer que no tuvo nada que ver con este autor. Mas no es exactamente así, y ello resulta curioso.
He aquí la razón:
“Por la mañana llegamos fritos, asados y hervidos al blanco puerto de La Habana, rocosa y edificada…,” apunta Vladímir Mayakovski, uno de los casi 600 pasajeros del vapor francés Espagne, que atraca el soleado 4 de julio de 1925, en escala de 24 horas para proseguir el 5 hacia Veracruz.
Como tantos viajeros curiosos con deseos de estirar las piernas, desembarca y echa a andar por las calles. Se desinfla un nubarrón y cae un chubasco. Él humorísticamente lo describe como “un chorro poderoso de agua con un poquito de aire”. Pero sigue adelante, por “entre almacenes, sucias tabernas, bodegas, casas públicas, frutas podridas”. Ningún periodista repara en él, nadie le conoce. Y parece que recorre bastante de la ciudad, al menos eso se colige de sus numerosas impresiones que plasma en el diario de viajes, lleno de escenas pintorescas y de observaciones.
El caminante solitario que no habla ni entiende español, se percata de que tendrá dificultades para regresar al barco, porque ha grabado en la memoria, a manera de nombre de la calle, la palabra Tráfico, y esta aparece en todas las esquinas de La Habana. Por fin está de vuelta en el buque y en la tranquilidad del camarote, el día 5, escribe un poema. Lo intitula “Black and White” y es una alegoría de la imagen con que él parte del país: la de una sociedad dividida según la raza y la riqueza.
Véanse estos fragmentos, en versión del poeta y ensayista Ángel Augier:
A un vistazo
La Habana
se revela
paraíso,
país afortunado.
Flamencos en un pie
bajo una palma.
Florece
el coralillo
en el Vedado.
En La Habana
las cosas
son muy claras:
blancos con dólares,
negros -sin un cent.
Curiosamente, a Mayakovski se le conoce en Cuba después de su muerte, cuando José Antonio Fernández de Castro publica en la edición de mayo de 1930 de la Revista de La Habana unas notas sobre el poeta ruso, destaca su presencia en el país cinco años atrás e incluye dos poemas. El trabajo se ilustra con un retrato de Mayakovski. Quién sabe si a lo mejor, ante el retrato, entonces a algún vecino residente por zonas aledañas al muelle le parezca conocido el rostro del escritor.
Apuntemos algo más. Después de la muerte del padre, la familia Mayakovski (su madre y sus dos hermanas) se traslada a Moscú, ciudad donde estudia y con la cual se compenetra. Se empapa con la lectura de libros de marxismo, se afilia a los movimientos de protesta contra el zarismo, es expulsado de la escuela y se le encarcela varias veces por actividades subversivas. Se aficiona a la pintura, publica versos que por su estilo se integran al movimento futurista. El amor, la revolución, la guerra, la religión, son algunos de sus temas, bien candentes. No es poeta de quedarse callado. Tal es, grosso modo, el joven Vladimir al triunfo de la revolución bolshevique de 1917, cuando ronda los 24 años.
De 1919 data su primera colección de poemas: Obras 1909-1919, pronto se hace conocido, leído y admirado, miembro influyente dentro del Frente de Izquierda de Arte y uno de los autores a los que, por su confianza política en él, se autoriza a viajar por Europa, visitar América y recorrer la Unión Soviética, en funciones de propagandista de la ideología soviética, por lo que su influencia llega a ser extensa.
Se interesó además en el teatro, la cinematografía, la cartelística, trabajó la sátira, la pintura, las artes en general… Finalmente, el 14 de abril de 1930 se dio un pistoletazo en Moscú. Entonces fue que Fernández de Castro, siempre tan enterado, lo reseñó en Revista de La Habana, dándolo a conocer en Cuba. ¡Tremenda historia!
Visitas: 2458
Deja un comentario