Al igual que muchas cubanas del siglo XIX, Martina Pierra de Agüero no pretendió ser recordada como poetisa. Sí, tal vez, por su condición de patriota íntegra, pero no en su faceta literaria. Sin embargo, la lectura de sus versos pone ante nuestros ojos un carácter sensible y una inspiración de admirable feminidad.
Camagüeyana, y nacida el 8 de febrero de 1833, Martina provenía por la línea materna de una familia de fuerte raíz criolla y su niñez transcurrió entre lecturas e historias que alentaron su espíritu de rebeldía, pues un tío, Francisco Agüero, junto a Andrés Manuel Sánchez, figuró entre los precursores de la independencia, siendo ejecutado públicamente en la muy temprana fecha de 1826, en la mismísima Plaza de Armas de la ciudad de Camagüey.
Años después, cuando Martina contaba 18 años, otro miembro de la familia Agüero, esta vez Joaquín, se alzó junto a varios seguidores y combatió el dominio español hasta su captura y fusilamiento, en agosto de 1851. El propio hermano de Martina, Adolfo Pierra, involucrado en el movimiento, fue enviado al presidio de Ceuta, y Martina —quien confeccionara la bandera del alzamiento y un encendido soneto libertador— condenada al destierro, que la gestión familiar consiguió se cumpliera en La Habana.
Una de las estrofas de aquel Soneto dice:
De libertad, sublime y glorioso
el perdón recibid, camagüeyanos:
con entusiasmo desplegadlo, ufanos,
que ha llegado el momento victorioso.
En la capital, Martina dio clases y conoció al abogado José Poo, con quien casó. Ella y él figuraron entre los concurrentes al Liceo Literario de La Habana, donde en más de una ocasión desplegó sus aptitudes histriónicas en piezas dramáticas que le ganaron aplausos. Y lo mismo sucedió en el Liceo de la vecina villa de Guanabacoa y otras sociedades que la escucharon declamar versos y hacer representaciones escénicas, sin dejar de componer versos y deleitar su espíritu con las lecturas.
El fallecimiento del esposo en 1898, dejó un vacío grande en Martina, quien apenas lo sobrevivió dos años, y murió el 31 de mayo de 1900. En uno de sus poemas se leen estos versos:
Y en ti se realizaron mis sueños seductores,
viviendo venturosa tras tanto padecer;
pues miro ante mis ojos brotar de nuevo flores
y gratas impresiones encuentro por doquier.
Martina Pierra de Agüero es casi desconocida dentro del contexto poético nacional y aun dentro del quehacer femenino —que en el siglo XIX cuenta con varias ilustres representantes. Colaboró en Brisas de Cuba, El Fígaro, La Familia, La Ilustración Cubana, Álbum cubano de lo bueno y lo bello, El Hogar, Cuba y América, entre otras publicaciones
A 120 años de su fallecimiento, estos apuntes llaman la atención del lector hacia una autora casi olvidada, pero no carente de interés. Lo dejamos pues, con este soneto titulado “Lucrecia”, para que juzgue por sí mismo hasta donde es inmerecido el olvido.
De patrio ardor el corazón se inflama,
y lucha en la batalla, Colatino;
mientras el hijo del feroz Tarquino,
urde contra su honor, horrible trama.
Vuela aquel do su esposa le reclama
y oye su acento, noble y argentino,
que le dice –morir es mi destino-
manché mi honor, pero salvé tu fama.
Perdona, pues, si a nuestro amor esquiva,
y de vergüenza y de dolor cubierta
un puñal en mi seno clave ativa.
Ya la existencia es para mí desierta…
y antes que intentes perdonarme, viva,
honrada quiero que me llores muerta!
Visitas: 236
Deja un comentario