Nacida en Puerto Príncipe un 27 de enero de 1842 Aurelia Castillo de González fue un especial resultado humano de la cultura de esa región. Tuvo la misma formación autodidacta, apoyada por algún que otro maestro de ocasión,[1] que sus coterráneas Gertrudis Gómez de Avellaneda y Amalia Simoni, como era costumbre entre las familias de cierto poder económico. En 1872 contrajo nupcias con el militar español Francisco González del Hoyo y un año después tiene que marchar a España al ser expulsado su esposo de Cuba por disentir de la Metrópoli en relación con la política de esta hacia la Isla.
Conjuntamente con Gertrudis Gómez de Avellaneda y la condesa de Merlin es Aurelia Castillo de González iniciadora de una escritura femenina que caló muy hondo en el devenir de los procesos culturales de la Isla y de Iberoamérica. A pesar de esto, su obra está todavía a la espera de un estudio que la aborde en los diferentes terrenos que la escritora trabajó. La mayor parte de la crítica se ha detenido solo en la cuestión del feminismo.
Aurelia Castillo fue una mujer que vivió al ritmo de su tiempo. Tuvo un sólido conocimiento no solo de la cultura insular, sino también universal. Abordó una multiplicidad de temas con más propiedad y significación que la Avellaneda, pues, a diferencia de esta, permaneció vinculada de manera estable a sus raíces y tuvo además una mayor participación en las prácticas culturales de su región a lo largo de toda su vida.
La escritora camagüeyana destaca como poeta y de igual modo por la crítica literaria que ejerce con un alto sentido de la eticidad. Su valoración acerca de la novela camagüeyana Una feria de la Caridad en 18… de José Ramón Betancourt es uno de los importantes momentos de su ejercicio del criterio. Así, la novela en cuestión, al decir de la Castillo, se mueve entre los polos del realismo y el naturalismo cuando este último movimiento no había aparecido aun dentro de la literatura. Reflexiona acerca de cómo el arte está abierto a los continuos cambios y no puede ser analizado desde códigos cerrados, sino como expresión de elementos múltiples que convergen entre sí:
Porque jamás domina lo antiguo, y puede asegurarse que su hora ha llegado cuando en los horizontes del mundo aparece lo nuevo con la fuerza incontrastable de la frescura juvenil, que lleva en sí la vida. Pero nada que ha existido desaparece por completo, y cuando, calmado el tumultuoso oleaje de las pasiones, toman estas, como los mares en calma, su ordinario nivel, puede verse que de todo lo que ha sido, quedan partes en proporción bien graduada, según su peso y valer, para formar con lo moderno que predomina, el gran todo social, del que será compendio exacto para la posteridad el gran todo artístico.[2]
En esa misma vertiente de la crítica reconoce en carta a Julián del Casal fechada en mayo de 1892 que: «Indicar que sus brillantes flores de nieve […] uno de los primores que encierran—empeño deleitoso que, por largo y delicado no llegaría a cansarme—, indicar los puntos que me parece ganarían con algunas correcciones que usted hiciese […] y tomando pretexto de su libro, pasaría a estudiar la escuela poética que usted inicia entre nosotros».[3] La escuela literaria es el modernismo que, en efecto, se inicia en Cuba con Julián del Casal y José Martí. Es Aurelia Castillo de las primeras en reconocerlo en la obra casaliana y, si bien no simpatizaba del todo con sus características literarias, lo respetaba y descubría la enorme estatura lírica del poeta amigo. Esta carta en cuestión es una joya de la crítica literaria cubana del s. XIX.
Más de una vez deja claramente expresada su postura antiesclavista y antidiscriminatoria. Incluso, cuando puesta al frente del hogar Huérfanos de la Patria en 1898 creado para dar asilo y oficio a los niños y jóvenes que han perdido su familia en la guerra explica que no habrá «distinción alguna en ese respecto al admitir niños».[4] Desde sus escritos tempranos, acusó las letales consecuencias que la esclavitud iba a tener sobre la sociedad cubana. Además, por primera vez analiza cómo uno de los sectores más afectados desde lo que hoy llamaríamos la sicología social sería el de las mujeres.
Como periodista colaboró con importantes diarios no solo de Cuba, sino también de la Península. Paradójicamente, es en su prosa viajera donde alcanza sus más altos logros. Digo paradójicamente porque, por supuesto, era su poesía, dado los esquemas culturales de la época, lo que había de considerarse entonces como su aporte literario. Pero, en realidad, esta mujer fue una cronista nata, todo lo cual la convierte junto a la Merlin y a la Avellaneda como fundadora de la escritura de viajes hecha por mujeres en Cuba. Su prosa periodística, en especial en sus crónicas de viaje, se manifiestan muchas de las posiciones estéticas del modernismo en la prosa.
Por otra parte, para una escritora con la formación peculiar de Aurelia Castillo, alejada de la Academia y con una percepción del mundo tan apolínea y ordenada, tendiente al positivismo, la poesía romántica debió ser un medio expresivo muy dominante y poco dada a la libertad personal, una verdadera camisa de fuerza. En cambio, la crónica periodística, con su carencia de reglas, en particular en su variante epistolar, no pide otra cosa que la expresión personal, y más en una época en que, merced a Gutiérrez Nájera, Martí, Darío, estas crónicas se convierten en consonantes secretas del estilo modernista. Aurelia Castillo, sin asumir el preciosismo lujoso de la crónica modernista, resulta, en efecto, una verdadera voz transicional, sobre todo si se tiene en cuenta la caracterización de la crónica periodística del s. XIX.
No es posible en tan poco espacio abordar todas las zonas de creación de Aurelia Castillo. Podría interesar alguna vez la evolución de su pensamiento en relación con la política, las ciencias, la filosofía, las tecnologías, su concepto del progreso y sus ideas en cuanto al arte y la cultura. Fue una excelente biógrafa: la primera biografía que se hace en Cuba de la Avellaneda la escribió Aurelia Castillo de González. Parece ser que solo ella y Concepción Boloña constituyen las únicas mujeres que publicaron aforismos en el s. XIX cubano.
Hay que mirar desde otra óptica su posición con relación a la mujer. No fue exactamente una feminista como tampoco lo fue la Avellaneda pues tan solo por escribir acerca de la mujer no te hace parte de este movimiento. Incluso Aurelia Castillo escribió con claridad por qué no podía considerarse a la misma feminista al calor del centenario de su coterránea.
Las ideas de Aurelia Castillo de González acerca de la mujer no solo están marcadas por el sufragismo norteamericano que conoció después de la década de los ochenta. Sus concepciones acerca del tratamiento a la mujer pobre, el problema de la esclavitud, la necesidad de crear oficios que pudieran ser ejercidos por las mujeres, la necesidad de la educación, entre otros aspectos, develan la influencia que tuvo de la gran pensadora española Concepción Arenal que no era feminista.
Por otra parte, su profunda amistad con Patrocinio de Biedma, gran admiradora de la Arenal, también debió haber influido en su preocupación por la mujer. Se ha visto la presencia del feminismo cubano solo por la influencia del sufragismo norteamericano, pero creo que se necesita mirar también el movimiento femenino de la Península que estaba más cerca de la problemática e intereses de la mujer cubana.
Aurelia Castillo de González fue una mujer de cultura profunda. Poeta, periodista, traductora, polemista respetuosa poseedora de un profundo sentido ético fue y sigue siendo una de las voces más importantes de la cultura insular.
Notas
[1] Cfr. «Sr. D. José R. de Betancourt», en: Aurelia Castillo de González: Escritos. Imprenta «El siglo XX», La Habana, 1913, t. 1.
[2] «Una feria de la Caridad», en: Aurelia Castillo de González: Escritos. Imprenta «El siglo XX», La Habana, 1913, t. 3, p. 212.
[3] Ibídem, p. 234.
[4] Aurelia Castillo de González: «Para los Huérfanos de la Patria», en: Escritos. Imprenta «El siglo XX», La Habana, 1913, p. 189, t. 1.
Ver también Carta inédita de Julián del Casal a Aurelia del Castillo.
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