El barón Alejandro de Humboldt es una de las personalidades irrepetibles, de saber universal, que ya no se «dan». Lógico es que así sea, el tiempo, el implacable, dicta hoy nuevos rumbos al saber, se impone la especialización, con sus beneficios y limitaciones. Pero no tenga duda de que es mejor así.
Cuando Alejandro de Humboldt arribó a La Habana, el 19 de diciembre de 1800 escasos albores quedaban al siglo XVIII. Lo acompañaba su amigo el botánico Aimé Bonpland, de nacionalidad francesa, y el fraile Juan González. Llegaron procedentes de La Guaira, Venezuela, luego de un accidentado viaje —matizado por un incendio a bordo y una tempestad— iniciado el 24 de noviembre. En la capital cubana vivirá Humboldt el advenimiento del nuevo siglo, del que será una de las primerísimas personalidades científicas.
Una de las casas más distinguidas de la ciudad, la de la familia Cuesta, les brindó hospitalidad, en tanto que la del Conde de O’Reilly les sirvió de base para instalar los instrumentos destinados a las observaciones físicas.
«La ciudad de La Habana propiamente dicha está rodeada de murallas, y solo tiene 900 toesas de largo y 500 de ancho, pero están amontonadas en un recinto tan corto más de 44 000 almas, de las cuales, 26 000 son negros y mulatos. Una población casi igual se ha refugiado en los grandes arrabales de Jesús María y la Salud; pero esta última no merece el hermoso nombre que tiene, pues aunque la temperatura del aire es en él menos elevada que en la ciudad, las calles hubieran podido ser más anchas y mejor trazadas».
Imposible, en aquellos momentos, valorar debidamente la importancia de aquella visita de observación en que tantos apuntes tomó, entre ellos este: «la palma real le da al país un carácter particular». Cuba cautivó al barón, aguzó su mirada hacia un mundo nuevo en imágenes y hallazgos.
Asombrosa resulta la diversidad de campos que abarcó el interés científico del sabio alemán, la amplitud de conocimientos y la precisión de sus observaciones y juicios. De la capital de Cuba dejó comentarios que, además de proporcionar valiosa fuente de información para sus contemporáneos, son igualmente interesantes para los investigadores de épocas posteriores.
Permaneció hasta el 15 de marzo de 1801 y entre los puntos que visitó estuvieron Guanabacoa, Regla, Managua, San Antonio de las Vegas, Bejucal, Wajay, el valle de Güines, y a partir del 6 de marzo Batabanó, la bahía de Jagua y la ciudad de Trinidad, por cuyo puerto de Casilda embarcó hacia Cartagena de Indias, Colombia.
Una segunda visita hizo Humboldt desde el 14 de marzo de 1804. Lo traía esta vez el interés por recoger el muestrario de plantas que atesoraba el país. Llegó procedente de Veracruz y permaneció 45 días, en los que recibió los agasajos del gobierno a través de la persona del Marqués de Someruelos, Capitán General de la Isla. Esta vez leyó ante los miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País el resultado de sus investigaciones en los cerros de Guanabacoa, y se embarcó por La Habana, el 29 de abril, con rumbo a Filadelfia. Es Humboldt quien anota: «Dos veces he estado en la isla, una tres meses, y la otra mes y medio…».
Mucho más que naturalista y astrónomo, geógrafo y demógrafo, fue también un sociólogo y un humanista. Expresó observaciones, contenidas en su Ensayo político sobre la isla de Cuba, que no agradaron a las autoridades españolas. Entre otras cosas, afirma:
La esclavitud es, sin duda, el mayor de todos los males que han afligido a la humanidad, ya se considere al esclavo arrancado de su familia en el país natal y metido en los depósitos de un buque negrero, ya se le considere como que es parte de un rebaño de hombres negros apriscados en el territorio de las Antillas.
Este Ensayo político…, fechado en su versión primera en 1807, no se editó hasta 1826 en español y su publicación constituyó un hecho relevante para el desarrollo ulterior de Cuba, tanto en el orden cultural como socioeconómico, por cuanto aportó un estudio pormenorizado y multifacético de la situación cubana. Con justeza el maestro José de la Luz y Caballero definió a Humboldt como el segundo descubridor de Cuba. Y con justeza recordamos el suceso 220 después.
Foto tomada de Ecured
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