Armando Leyva Balaguer vivió 54 años, murió el 9 de diciembre de 1942, fecha de la cual se cumplen ahora 80 años. Pese a resultarnos hoy un desconocido, no lo fue en su tiempo, cuando se le reconoció en sus facetas de narrador, periodista e intelectual preocupado por el acontecer cultural y político, en especial del oriente del país.
Un libro útil, de formato digital, Diccionario de Autores Holguineros (1862-2008), de Ronel González Sánchez, contribuye a salvar la memoria de Leyva Balaguer, un auténtico preterido autor nacido en Gibara que nos ocupa en su condición de cuentista, aunque el crítico Max Henríquez Ureña —cuyas apreciaciones tantas veces hemos consultado y suscrito— prefiera clasificarlo como un «chroniqueur de estilo adornado y suelto», lo cual en modo alguno lo demerita.
Leyva, sin ser nacido en Manzanillo, mantuvo estrechos vínculos con el grupo literario de esa ciudad, del cual participaron más de una decena de escritores nucleados en torno a la figura de Juan Francisco Sariol y su imprenta El Arte y la revista que se llamó Orto.
Nacido en Gibara el 14 de enero de 1888, Leyva hizo estudios en las Escuelas Pías de Guanabacoa, en La Habana, a unos cuantos cientos de kilómetros de su oriental ciudad, y abandonó la carrera de ingeniería que cursaba en Estados Unidos para retornar a la patria y entregarse a su vocación de escritor y periodista, esto sin dejar de participar en la política local.
«Poeta de la prosa» lo llamó José Manuel Carbonell en la reseña que de él publica en su monumental Evolución de la cultura cubana (1608-1927), en la cual se incluye además una muestra de su prosa, el relato «Un verso inédito», del libro Las horas silenciosas, del cual reproducimos este brevísimo fragmento:
Al pobre Juan, estos días así, pluviosos y evocadores, tienen la virtud de aristocratizarle el espíritu, de aplacarle y distenderle los nervios rebeldes, de emocionarlo como una caricia de mujer emociona y espiritualiza.
De la prensa local, Armando Leyva colaboró en Zeta, Pandemónium, El Comercio, La Palabra, El Triunfo… En 1919 se mudó hacia Santiago de Cuba, donde ocupó la jefatura de redacción del Diario de Cuba, e hizo presente sus preocupaciones por la cultura. Fue presidente del Ateneo Santiaguero y alentó la creación de la Empresa Editorial Biblioteca Oriente. Finalmente llegó a La Habana en 1925 y en la capital se incorporó a la redacción del periódico El Sol, aunque colaboró con numerosas publicaciones de circulación nacional, entre ellas, Bohemia, Social, El Fígaro, Diario de la Marina, El Mundo, Información, El País, Adelante, Letras…
Durante su estancia en La Habana prologó la novela Mersé, de Félix Soloni, editada en 1926. Sin embargo, mucho antes había publicado sus primeros libros: Del ensueño y la vida (Crónicas e impresiones), en 1910; Seroja (Crónicas), prologado por José Manuel Poveda, 1911; Alma perdida, 1915; Las horas silenciosas, prologado por Max Henríquez Ureña, en 1920; Pequeños poemas (poemas en prosa), 1922; Estampas del regreso, 1923, sin incluir conferencias y otros trabajos.
Apuntaba el poeta y narrador Antón Arrufat, quien rescató su figura durante el ciclo de conferencias titulado «Escritores olvidados de la República», en 2011, que «la mayoría de sus textos los editó y pagó en imprentas pueblerinas, y en cada uno de ellos reprodujo un retrato suyo al carbón que le hizo el pintor matancero Esteban Valderrama».
Después Leyva publicó, en 1928, la novela corta La enemiga y alguna pieza de teatro (un monólogo). Aún después de su muerte, ocurrida en La Habana, salió a la luz uno de sus cuentos. La personalidad del autor se completa con su marcada oposición al régimen de Gerardo Machado.
Para nada despreciable se nos revela la impronta de Armando Leyva Balaguer, cuya vida y obra evocamos desde Cubaliteraria ocho décadas después de su partida.
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