
Foto: Tomada de Internet
Con Héctor Quintero vivió el teatro musical cubano y propiamente el edificio del Teatro Musical de La Habana, en la sede de las esquinas de Consulado y Virtudes, sus mejores momentos. A coliseo lleno se celebraron allí funciones inolvidables. Héctor poseía condiciones personales para tal éxito: director, dramaturgo, actor, conductor, declamador… estaba tocado por la magia del saber hacer las cosas bien.
Quintero murió prematura e inesperadamente (al menos para los seguidores de su hacer), el 6 de abril del 2011 a la edad de 68 años, hace pues, una década. Para entonces el teatro musical cubano, el de Héctor, apenas sobrenadaba en medio de un oleaje complicado con demasiados obstáculos para llegar a puerto seguro. Y si algo quedaba, lo mejor, en la memoria, era precisamente el recuerdo de las puestas de Héctor y sus compañeros en un escenario que a semejanza del teatro Alhambra de los decenios primeros de la República, amenazaba colapsar.
Por méritos propios, Héctor Quintero alcanzó el Premio Nacional de Teatro 2004. También se le entregó la Distinción Por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier y la Réplica del Machete de Máximo Gómez. Pero hay algo más, e importante: afirmar que Héctor Quintero era al morir el más popular de los autores teatrales cubanos, quizás (solo quizás), pueda resultar polémico, pero era el autor de teatro más conocido más allá de las tablas, porque incursionó en la vida pública de la nación y le impregnó su huella de cordialidad, elegancia y buen humor.
Héctor nació en La Habana el 1ro de octubre de 1942 e hizo estudios de Contaduría, pero fue el teatro su pasión, como actor primero, en cuanta ocasión se presentara desde los días en que estudiaba en la Escuela de Comercio y se adiestraba en las Artes Dramáticas. Finalmente, se graduó de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de La Habana. Entre 1962 y 1969 realizó funciones como libretista de programas radiales y televisivos en condición de adaptador o versionista de novelas, cuentos y piezas teatrales de la literatura universal.
Quintero fue un maestro de la lengua y de la palabra, un enamorado de las formas de decir, y un hombre con el oído siempre atento al acento popular, con sus matices de humor e ironía, de crítica y análisis.
Vive una etapa de afianzamiento como autor, pues ya ha escrito algunas de sus piezas antológicas: Contigo pan y cebolla data de 1962, con la cual gana mención en el Premio Casa de las Américas del siguiente año. Después, llega El premio flaco, con similar éxito de crítica y enorme de público a lo largo de décadas de repetidas puestas en escena y llevado a la pantalla por el realizador Juan Carlos Cremata, como prueba fehaciente de la vigencia y aceptación de la producción de Quintero. Estas dos obras se han traducido y representado en escenarios internacionales.
Escribe también Mambrú se fue a la guerra, Si llueve te mojas como los demás, Algo muy serio, La última carta de la baraja, Esto no tiene nombre, Estoy aquí, Sábado corto, Te sigo esperando, El lugar ideal…
Va desde la producción de espectáculos musicales (comedias) hasta la revista de variedades, con diversidad de títulos.
Trabajador incansable, grabó para el sello EGREM un cd con poemas y canciones cubanas e hispanoamericanas bajo el título Toma esta flor, que incluye su versión del «Padrenuestro Latinoamericano», de Mario Benedetti.
A diez años del fallecimiento del escritor y del artista, se le recuerda… y se le extraña.
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