Palabras de presentación en la XV edición del Festival Universitario del Libro y la Lectura
Presentar ante un público diverso una obra de una investigadora como la Dra. C. Yoana Hernández, deviene realmente un reto inconmensurable; estamos frente a una trabajadora incansable, ¡historiadora de oficio y de compromiso!, y con textos publicados, que han auscultado páginas significativas del andar convulso, hermoso y contradictorio de la nacionalidad y la nación cubana.
Pero cuando se piensa en Yoana como descubridora o reedescubridora de fragmentos de esa gran totalidad que es la historia nacional, es inevitable relacionarla con sus excelentes aproximaciones a la religión en Cuba, y ante todo al protestantismo y los servicios educacionales de tipo institucional, que esas denominaciones religiosas les brindaron a los cubanos durante la llamada República Neocolonial y hasta 1961.
Sin embargo, todo o casi todo el cuadro religioso cubano ha despertado el interés cognitivo de esta mujer imprescindible, en las faenas de revelar ese segmento de la espiritualidad de nuestra patria, que no siempre es tenido en cuenta ni visibilizado, cuando se habla de Cuba en ciertos medios, y en las perspectivas discursivas de no pocos actores de la vida política y cívica del país. La religión y su posterior conversión entre amplios sectores sociales de esta isla, en religiosidad popular desde el temprano siglo XVI, ¡han sido parte fundacional y constitutiva de nuestra identidad, a pesar de olvidos y ocultamientos!
Ya sabemos, Cuba fue conocida por su patronímico definitivo más allá de fronteras, y también en muchos casos hacia dentro, en la primera mitad del siglo XIX, quizás cuando los criollos terminaron por asumirse como ente cultural primero e ideopolítico después, como cubanos, pero desde el criollato ya habitaban en sus almas, disimiles maneras de «relacionarse con los trascendente», desde la impuesta religión católica, hasta los resistentes credos traídos por los africanos, y otros que se fueron sumando después, dando origen a ese ajiaco espiritual religioso que las ciencias al uso han definido como religiosidad popular.
Este texto de Yoana que ahora se presenta de forma ampliada y corregida en reedición digital, tiene una primera salida en 2009, y exactamente nos aproxima a ese variadísimo espectro de la religiosidad popular cubana que ha gravitado alrededor de nuestros infortunios, resistencias y certezas, como mecanismo de acompañamiento espiritual, disquisiciones y para no pocos, ¡en soluciones a sus viacrucis! Un espectro de manifestaciones de religiosidad con los orígenes más diversos, pero la mayoría de ellas, garantizándole a sus creyentes adscripción desregularizada a sus prácticas, y total libertad para moverse a otras que puedan «auxiliarlos», ¡si consideran que la primera opción no es suficiente!
Todas coinciden en un punto: han sido demonizadas por las institucionalidades religiosas cristianas, las de mayor presencia en Cuba, y por otras estructuras de poder, ¡aunque algunos representantes de esos propios poderes hayan acudido a sus oficios por la madrugada! Por tanto, Yoana nos genera el placer en este libro, de acercarnos a personajes y prácticas mágico religiosas que ha cultivado el pueblo de Cuba, tan diverso como su religiosidad y que lo constituye como pueblo único y, por tanto, peculiar.
A la sombra del espíritu nos fotografía desde la historicidad —otra fortaleza del libro— tres grandes troncos de nuestra religiosidad y con todas sus múltiples variables de manifestación: las prácticas fetichistas animistas, la herencia espiritual religiosa de origen africano —que conserva elementos de religiones tribales de ese continente, pero reconfigurados en y para Cuba—, y las de origen asiático, todas ellas en sus ires y venires, en sus actos de desobediencia y encuentro con el omnipresente catolicismo, siempre tan romano y no pocas veces fracturado en éstas tierras.
Al libro lo acompaña un interesante apéndice o anexo que entra brevemente a la compleja relación entre el ámbito jurídico y la existencia y prácticas de las religiones de origen africano en el andar no pocas veces desaforado de ésta Cuba nuestra.
A la sombra del espíritu es una oportunidad que los lectores no deben desaprovechar para indagar, para replantearse cómo y quiénes somos y hemos sido, sin que se permitan dudar en que, además, lo más probable, así seguiremos siendo.
Muchas gracias a Yoana, por esta inapreciable oportunidad de mirarnos desde una de las aristas más cotidianas de la identidad de lo cubano.
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