Eva Canel no es en modo alguno una escritora desconocida. Pero sucede que tanto su producción literaria como su personalidad merecen un mayor reconocimiento, en especial porque se trató de una autora estrechamente vinculada a Cuba, que murió en La Habana el 2 de mayo de 1932 –88 años atrás−, lo cual no es óbice para que hoy sea una figura casi desconocida para los cubanos.
Nacida en Asturias en 1857, Eva Canel tuvo un nombre que hoy, al cabo del tiempo, se nos antoja cinematográfico, artístico, en fin, de personaje de ficción. Es ella una figura interesante de la sociedad española del último cuarto del siglo XIX y de los primeros 30 años del siglo XX, una mujer que emigró, hizo vida periodística y no se cansó de batallar por su subsistencia en condiciones adversas.
De su celebridad da cuenta la presencia de su ficha en las enciclopedias y su obra misma, que subsiste.
Su nombre completo fue Agar Eva Infanzón Canel, hija de un médico que murió siendo ella muy pequeña. Con 15 años comenzó la carrera de actriz de teatro, conoce al director de una revista (La Broma) y se casa con él. Cuando el marido es desterrado (por motivos de censura periodística) queda Eva con la inusual responsabilidad de directora de la publicación. Poco después ambos se reúnen en Suramérica y juntos prosiguen el quehacer en revistas y periódicos, unos fundados por ellos, en otros en condición de colaboradores.
Canel es autora de las novelas Manolín (1891), Trapitos al sol (1891), Oremus (1893) y El agua turbia (1906), también de obras de teatro, de colecciones de cuentos, de tradiciones, de conferencias, de memorias de viajes… Dos de sus libros tienen mucho que ver con Cuba: Álbum de la Trocha. Breve reseña de una excursión feliz desde Cienfuegos a San Fernando, recorriendo la línea militar (1897, escrito en tercera persona, por varios periodistas, ella incluida) y Lo que vi en Cuba. A través de la Isla, publicado en 1916.
El primero de los citados, el Álbum…, es un encargo de la metrópoli porque, aclaremos, Eva es conservadora e integrista, defensora de los intereses de España. En 1898, con la guerra perdida y al cabo de años de residencia en Cuba, Eva regresa a su tierra. No había sido aquel su primer viaje a Cuba, había estado antes, ya viuda y con su hijo, cuando fundó el semanario satírico La Cotorra. Después, siempre inquieta, partió como corresponsal de prensa ante la Exposición Universal de Chicago.
En Norteamérica conoció a José Martí, quien la impresionó notablemente. De él apuntaría: “Lo conocí en Nueva York el año 1891. Fuimos amigos, muy amigos. Conservo algunas pruebas de aquella amistad dulce, noble, elevada con que paternalmente me distinguía en renglones trazados por su mano”. Él la ha visitado en Nueva York y en efecto, son cuatro las cartas que Martí dirige a Eva Canel, todas en 1891. Se trata de epístolas breves en que la trata como “mi amiga y señora”, “amiga mía” y “mi amiga muy distinguida”. Eva tiene dificultades con la redacción en inglés y Martí, solícito, se apresta a ayudarla. Le escribe: “No quiero que me tenga por entrometido; pero si mañana por la tarde, a eso de las cuatro, no ha tenido Ud quien le ponga en inglés la carta que creo debe escribir al señor Orr, yo iré a ver de qué le sirven mis diez años de país; y mandaremos la carta mañana”.
En 1914 Eva Canel está de nuevo en Cuba, visita la tumba de Martí en Santiago de Cuba, dicta conferencias y realiza actividades sociales.
Con frecuencia se movió entre España y América, siendo muy conocida por su labor periodística y literaria. Pocas mujeres de su tiempo español vivieron de manera tan intensa. Recibió la Orden de Isabel la Católica. El campo de sus intereses fue muy variado, escribió sobre temas polémicos, se adentró en los avatares de la vida del emigrante, combatió el divorcio, abogó por la necesidad de unión de los latinos del Nuevo Mundo.
Cuba aparece una y otra vez en la obra de Eva Canel. En esta Isla se estableció, vivió años. Tuvo una vida larga (al menos para su época), de 75 años, aunque los últimos transcurrieron para ella con muy escasa salud y abundante precariedad. No pretenden estos apuntes ahondar en su obra narrativa y teatral, sepultada en el tiempo, solo llamar la atenciòn hacia un personaje literario, una mujer por demás, que por sus nexos con Cuba e intenso bregar debemos conocer y que en otras latitudes está siendo también objeto de interés.
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