La primera edición de una obra fundamental como el Diccionario Provincial y casi razonado de vozes de la isla de Cuba, de Esteban Pichardo, apareció en 1836, y luego su autor preparó varias ediciones más, en las cuales incorporó más entradas y materiales sobre una cuestión tan importante como el español hablado en Cuba. La edición que aquí se comenta es la cuarta que fue corregida y aumentada. La especificación que aparece en el título «casi razonado» remite directamente a este libro de Pichardo al nuevo paradigma científico del Enciclopedismo. Recuérdese que Diderot y d´Alembert tuvieron a su cargo la elaboración de la famosa Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des artes et des métiers (Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios), obra publicada entre 1751 y 1772, cuya influencia en la transformación ideológica primero y el triunfo de la Revolución Francesa, después, es bien conocido. No puede olvidarse que la Guerra de los Diez Años estuvo claramente marcada por todo el movimiento iluminista y, desde luego, por la Revolución Francesa, hasta el punto de que durante aquella fase del independentismo cubano los documentos de la república en armas evidencian el uso francés de la C. —«ciudadano»— delante de los nombres de las personas mencionadas o firmantes. Así pues el título del Diccionario… de Pichardo era ya una insinuación de sus vínculos subterráneos con la ideología revolucionaria del s. XVIII, proyectada a su vez sobre el año 1836 en que aparece la primera edición de este libro del lingüista cubano: era, por tanto, un título que aludía tanto al encuadre lingüístico de su perspectiva como diccionario, a todo un clima ideológico.
Pichardo da cuenta de su modo de trabajo —que continuó a lo largo de los intervalos entre cada nueva edición— en el prólogo que la acompaña:
Por fortuna, además de los antiguos datos [Nota: se refiere a los acopiados para la primera edición], vinieron a favorecerme en diferentes tramos, con especialidad en la parte de Historia Natural, nuevos trabajos y curiosas apuntaciones de personas doctas, como los Señores la Sagra, Paz y Morejón, Lanier, Poey, Noda, Herrera, la Torre, y otras, singularmente el Sr. D. Sebastián Morales, el amigo del célebre la Osa, con su excelente e inédita Flora Havanense [sic]; de todos los cuales he tomado aquello que me pareció que me pareció mejor ó [sic] más exacto, cuando no he correjido [sic] o aumentado de mi pobre caudal lo que me constaba de ciencia propia.
Pichardo realizó un extenso y prolongado trabajo de campo para recopilar buena parte de sus datos. Su seriedad y amplitud determinaron la justa celebridad que alcanzó esta obra, cuya utilidad se mantiene hasta el presente. Su última edición impresa fue en 1976. Pichardo tuvo una clara conciencia de le peculiaridad lingüística de su libro y la pone de manifiesto en la siguiente afirmación:
Algunos piensan que el Diccionario Cubano se reduce a las palabras indígenas o del idioma Yucayo. Perdido este desgraciadamente, no son tantas las que se conservan, (si segregamos las pertenecientes a la Topografía de la Isla, que no corresponden al Diccionario Provincial) indígenas de los ríos, lagunas, puertos, montes, haciendas, etc., son muchos; mas no se pueden incluir aquí; porque en todas las Naciones [sic] la Geografía [sic] ocupa un lugar separado. Otros quisieran que se ampliase a Vozes [sic] de invención particular, o poco usadas y a la corrección de algunas, corrompidas solamente por el vulgo ínfimo. No; el Diccionario Provincial comprende todas las palabras peculiares de la Isla de Cuba (exceptuando las topográficas) sean las indígenas o de origen indígena, conservadas aun, sean las derivadas de otras fuentes o adoptadas con alguna generalidad, sean las mismas castellanas estampadas en el Diccionario de la Academia Española (8ª Edición) cuando aquí tengan diferente significado, o bien si alguna circunstancia particular lo exige por referirse a cosas propias de este país, por defecto de la explicación [sic], o por otro motivo poderoso; pues ¿cómo un Diccionario Cubano podía escusar [sic] la inserción y definición de ciertos vocablos notables de su jurisdicción, porque ya el Diccionario Castellano los trajese erróneamente o en distinto concepto?
Es interesante señalar que la observación de Pichardo contenida en el pasaje anterior, con respecto a la geografía, no fue emitida en vano: el intelectual cubano escribió más tarde, en 1854, una Geografía de la isla de Cuba, considerada por Calcagno como «la más extensa y exacta hasta ese año». Como puede observarse a partir del pasaje antes citado, Pichardo tenía ya una perspectiva clara acerca de la necesidad de caracterizar lo específicamente cubano en el habla insular: así también en el terreno de la lingüística alzaba la cabeza el nacionalismo. De hecho, ya el P. Félix Varela se había expresado en ese sentido de manera novedosa. Esa postura de Pichardo se puso de manifiesto también en el famoso colegio La Empresa, de Matanzas, en el cual fue muy destacada la labor de los hermanos Eusebio y Antonio Guiteras Font y donde estudiaron diversos próceres de la independencia cubana, de cuya manera de educar lingüísticamente comentara Raúl Roa García:
La nota distintiva del colegio La Empresa era el aire cubanísimo que se respiraba en su atmósfera. Guiteras predicaba con el ejemplo. Su espíritu jamás calzó alpargatas. No era «anti-españolista» de labios adentro o de epístolas selladas. Era cubano de labios afuera y a calzón quitado. Se ocupaba, celosamente, de que la enseñanza se impartiera con todos los esmeros y se empleasen los métodos pedagógicos más modernos. Pero se preocupaba, mucho más, de que la formación de la conciencia de los alumnos se fundase en el amor a la independencia de Cuba. Era esa, a su juicio, y a ella se había entregado, la empresa ética de su colegio. Y, a tal extremo importaba no solo ser cubano, sino sentirse cubano, que pronunciar la «zeta» o la «ce» constituía delito de lesa patria. El ajiaco criollo era incompatible con el caldo gallego. Aparentes extremismos hoy, eran entonces formas vitales de expresión del espíritu nacional.
La afirmación de Roa es muy cierta y se relaciona directamente con el hecho de que Antonio Guiteras Font «escribiría en 1856 una nueva gramática castellana y en 1859 se publicaría en la Imprenta de la Aurora de Yumurí, Matanzas su texto Gramática castellana, adaptada a la capacidad de los niños tiernos en el segundo y tercer año de esta enseñanza, dispuesta para servir de texto en la tercera y cuarta clase del colegio La Empresa». Este texto de Guiteras, que tiene una deuda con el Diccionario de Pichardo, tuvo cuatro ediciones. Significativamente, la última corresponde al año 1868, lo cual hace pensar en la posibilidad de que en lo adelante ese libro de texto haya sido prohibido.
Así pues el Diccionario provincial y casi razonado de vozes y frases cubanas puede considerarse sin temor a exageración, como uno de los libros de mayor relieve científico del s. XIX cubano.
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