René, padre del mártir moncadista Renato Guitart, había conocido por referencias de su hijo mayor que en La Habana operaba un líder revolucionario de extraordinarias condiciones: «Es un temperamento de mucho empuje, vive muy adelantado» le dijo Renato. El padre le preguntó quién era y este le respondió: «Es Fidel Castro». Por otro lado, en julio de 1953 René Guitart conoció a Abel Santamaría en los recintos de su oficina comercial en Santiago de Cuba, se trataba de un joven rubio que era la compañía más cercana de su vástago por esos días. De ese encuentro recordó lo siguiente: «Renato me dijo que era un muchacho de La Habana, muy inteligente y que era el brazo derecho de Fidel». Guitart también indicó que su hijo Renato le agregó otro comentario: «Y el otro bracito soy yo».
Esta anécdota sintetiza todo un proceso histórico y será el punto inicial de nuestro análisis. Partimos de que la designación de las responsabilidades entre los miembros del movimiento que inició la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista se hizo en forma colegiada, dinámica y flexible. Se siguió el principio de poner al frente de las actividades más secretas a compañeros de probada capacidad y confianza. Un estudio del investigador José Leiva Mestres indica que al menos veintidós combatientes fueron designados para asumir gestiones sensibles de distinto orden. La dirección central del movimiento radicaba en la capital y estaba compuesta por Fidel Castro, Abel Santamaría y Raúl Martínez Ararás.[1]
Fidel Castro estableció un régimen de conspiración clandestina inusitado para aquella época; sus métodos de organización comenzaron a diferenciarse de los empleados por otras agrupaciones cuyos proyectos de insurrección habían fracasado por la inobservancia de la cautela y compartimentación necesarias. Estas insuficiencias de las organizaciones que entonces conspiraban, la mayoría capitaneadas por líderes del Partido Auténtico, se debían a la falta de claridad en sus objetivos políticos. Fidel había iniciado sus operaciones clandestinas poco tiempo después de producirse el golpe de Estado del 10 de marzo cuando se dio a la tarea de articular una gran conspiración con una serie de grupos que principalmente actuaban dentro de las filas de la juventud ortodoxa. En la fase de integración de esas células conocería a quien fuera su lugarteniente en la capital del proceso organizativo: Abel Santamaría. Inicialmente Abel dirigía una célula que se había destacado en la labor de propaganda y que tenía como centro de reunión su apartamento ubicado entre las calles de 25 y O en el Vedado.
A principios de 1953 ese activo movimiento atravesaba una situación difícil pues no terminaba de instrumentar una acción armada efectiva y comenzaba a ser objeto de sospecha y persecución por la policía batistiana. Era preciso buscar otras alternativas de acción fuera de la capital, y en abril de 1953 Fidel Castro visitó la provincia de Oriente asistido por Ernesto Tizol y Raúl Martínez Ararás. En aquel momento Fidel y sus acompañantes de viaje sostuvieron una crucial reunión en Santiago de Cuba con Renato Guitart, a quien el líder de dicha conspiración había conocido a principios de ese propio año. Posteriormente Fidel se trasladó a Palma Soriano donde mantuvo encuentros con los miembros de una célula revolucionaria que actuaba en esa región bajo la dirección de Pedro Aguilera. De esos intercambios y recorridos exploratorios surgió el plan del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Fidel quedó satisfecho con el serio compromiso de Renato y convencido de que este, por sus aptitudes revolucionarias y su posición en la sociedad santiaguera, podía contribuir decisivamente a crear las condiciones necesarias para el alzamiento que planeaba. El dirigente del movimiento revolucionario en ciernes le exigió al joven Guitart que debía trabajar solo, sin la colaboración de ningún otro santiaguero, así se podría garantizar el secreto de la acción que preparaban. A partir de ese momento Renato comenzó a trabajar en los preparativos que en esa ciudad se desarrollaron. Como dijera Raúl Castro: «Dirigidos por el compañero Renato Guitart (…) se iba acumulando información, movimientos y planos de la fortaleza militar, parejamente y en menor escala trabajos similares se iban haciendo en la ciudad de Bayamo».
Si tuviéramos que hacer un estudio de las tareas que en los preparativos y las acciones combativas resultaron más delicadas y decisivas, podríamos decir que Abel Santamaría y Renato Guitart estuvieron en el centro de estas siguiendo de cerca las instrucciones precisas de Fidel. Desde el mismo momento en que se estableció el objetivo militar que sería atacado, Renato se dirigió varias veces a la capital para reunirse con Fidel y Abel en el apartamento de este último en el Vedado. En Santiago de Cuba Renato asumió él solo una serie de importantes tareas desde el mismo momento en que Fidel dejó la provincia de Oriente. Hacia el mes de julio Renato tendría en Abel a su colaborador más cercano, era el dúo perfecto que necesitaba la dirección de la revolución en esa ciudad. Ambos acondicionaron la Granjita Siboney en Santiago de Cuba y la casa de huéspedes de Bayamo como cuarteles generales de los asaltantes, alquilaron casas y habitaciones que servirían de morada provisional a los combatientes, chequearon los movimientos de las fuerzas del régimen en los alrededores del cuartel Moncada y fueron los encargados de administrar las finanzas del movimiento tanto en Santiago de Cuba como en Bayamo. Abel y Renato formalmente aparecían como amigos que estaban colaborando en el fomento de un negocio de cría de aves en la provincia de Oriente.
Léster Rodríguez recordaba que siempre se movían juntos, Renato en su Mercury negro del 50 y Abel en un Oldsmobile verde del ’52. En Santiago de Cuba fueron vistos por César Pascual, un activo revolucionario que entonces pertenecía a Acción Libertadora cuando buscaban un M-1 plegable de culatín de metal. A solicitud de Renato, otro militante de Acción Libertadora, Justo Amante González, les hizo llegar información sobre las direcciones particulares de los oficiales del cuartel Moncada. Sin embargo, los miembros de Acción Libertadora nunca supieron cosa alguna sobre la acción programada para el 26 de julio ya que Fidel le había solicitado a Renato que no podía involucrar a ningún otro santiaguero dentro de los planes de la toma del Moncada. Renato debió actuar completamente solo y ni siquiera le participó algo a su cercano amigo de causa en esa ciudad, Otto Parellada. En el libro recientemente publicado, Fidel Castro Ruz. Guerrillero del tiempo, el líder del Moncada señaló:
Solo reclutamos a un hombre en Santiago de Cuba: Renato Guitart; lo conocimos en enero de 1953 a través de Pedrito Miret. No queríamos adherir gente de allí para no levantar la más mínima sospecha (…) para evitar el menor riesgo de filtración acerca de las actividades que realizábamos (…) la idea era trasladar nuestras fuerzas. Había que extremar las medidas de precaución (…). Solo contamos con Renato quien realizó un excelente trabajo (…). Él fue la clave en Santiago de Cuba, incluso, compró algunas armas allí.
En los planes de la dirección revolucionaria la participación del pueblo santiaguero en particular, y de la región oriental en general, se tenía prevista para un segundo momento cuando cumplieran el objetivo inicial de tomar las armas de los cuarteles. Renato, por su parte, logró la información necesaria para elaborar los planos del cuartel Moncada y adquirió un número determinado de armas y parque que colocó, con la ayuda de Abel, en el pozo de la Granjita Siboney. Con respecto a la información suministrada por Renato para elaborar el plano del Moncada que se le ocupó en uno de los bolsillos de su camisa, Fidel señaló:
Nosotros estudiamos detalladamente el plano físico del cuartel, facilitado por Guitart y sus observaciones: cómo eran las postas, cómo era la entrada, cómo era todo a grandes rasgos (…) Guitart fue el que reunió la mayor información porque Abel, aunque también aportó datos, no vigilaba todo el tiempo para no levantar sospechas (…) Conocíamos lo esencial para la operación y ello no los puso en las manos Renato. Cumplió con su trabajo con una discreción absoluta, fue fiel a la confianza que depositamos en él hasta el final.
Arturo Tuto Cobielles, alias Tuto, el corredor de casas, fincas e hipotecas que negoció el alquiler de la vivienda que serviría de Cuartel General de los asaltantes en Bayamo declaró en el interrogatorio que le hizo la Policía Secreta: «Que (…) fue llamado por Fernando Raúl Fernández Catá, el cual hubo de presentarle a dos sujetos, jóvenes ambos uno de los cuales estaba tocado con un sombrero de los llamados tejanos, el cual tenía una mancha oscura, grande, cerca de un ojo (…) siendo el otro de color rubio, complexión fuerte, algo grueso, (…) que usaba espejuelos muy gruesos, siendo al parecer miope». Evidentemente se estaba refiriendo a Renato y a Abel. Fernando Raúl Fernández Catá fue el amigo de Renato que, a solicitud suya, facilitó todos los contactos en Bayamo para los preparativos en esa ciudad, aunque sin conocer el objetivo real de aquellas ingentes gestiones que a primera vista aparecían como un prometedor negocio avícola.
En una visita que hizo Abel a la casa de Renato en Santa Lucía 303 le dijo al padre de este: «Me encanta Santiago y si el negocio de pollos tiene algún problema me gustaría trabajar aquí». A lo que Renato contestó: «pues mira, vas a tener oportunidad porque necesitamos vendedores en el negocio de nosotros».
Cuando se inició el traslado de todos los combatientes desde el occidente del país hasta la provincia de Oriente, Abel y Renato fueron quienes los recibieron y acompañaron hasta las habitaciones y casas que previamente habían reservado. Entre las primeras personas que recibieron estaban las que luego serían heroínas del Moncada, Haydée Santamaría y Melba Hernández. Esta última llegaría un día después que Haydée con dos maletas con armas y parque para las acciones y una caja de flores con rifles. Un testimonio de Melba nos recuerda aquel momento: «En el auto me hizo recorrer lentamente la ciudad (…). Estábamos los tres en el asiento delantero, con la caja de flores en el de atrás y las dos maletas en el maletero del carro repletas de armas, y Abel y Renato me enseñaban la ciudad cuajada de historia». Abel se había enamorado de Santiago de Cuba y le dijo: «Mira Melba (…) cuando terminemos esto, yo vengo a vivir a Santiago de Cuba».
Fueron también Abel y Renato quienes tuvieron la responsabilidad de trasladar a todos los combatientes desde las casas y habitaciones alquiladas hasta la Granjita Siboney, punto desde donde saldrían armados y uniformados para asaltar el cuartel Moncada. Al respecto Fidel Castro ha señalado en declaraciones recientes a Katiuska Blanco:
Abel y Renato hicieron un brillante trabajo: fueron los que prepararon la recepción del personal, recibieron las armas, poco a poco primero, y el último día, el 25 de julio, la gran cantidad de armas. (…) Fue verdaderamente asombroso hacerlo en la clandestinidad, pese a todos los confidentes, los policías y la vigilancia de Batista. Fue una misión realmente dura y arriesgada (…) En toda la historia de la Revolución las tareas más complejas que resolvimos fueron las que precedieron al 26 de julio, porque aquí todos los intentos revolucionarios se descubrían apenas empezaban.
En la Granjita de Siboney decisiones de último momento hicieron que Abel y Renato ocuparan un puesto diferente en las acciones combativas. Fidel pidió voluntarios para integrar el pelotón suicida que iría en el primer carro con la misión de ocupar la posta 3. Abel, Renato y todos los jefes de células se ofrecieron para esa riesgosa misión pero Fidel determinó que Abel, como segundo al mando del movimiento revolucionario debía estar en un lugar menos riesgoso donde pudiera preservar su vida para un momento posterior y, en ese caso, le propuso dirigir el ataque al Hospital Civil Saturnino Lora. Para Abel fue difícil aceptar esa decisión pues ya había comentado con Renato y Jesús Montané su intención de estar en la primera trinchera de combate. Acerca del encuentro con Abel y Renato en el Hotel Rex del día 25 de julio Montané recordaba: «Muy poco hablé con Renato Guitart, pero fue fácil la identificación (…). Abel, él y yo, nos juramentamos para ir como voluntarios en la primera máquina, que estaría encargada de tomar la posta número tres». Finalmente prevaleció el criterio objetivo de Fidel, a Renato se le asignó la tarea de dirigir el pequeño comando suicida. Al grito dado por Renato Guitart de: «¡Abran paso al General!» se iniciarían las acciones en aquella mañana de la Santa Ana mientras en la ciudad concluían las fiestas carnavalescas.
Al calor de la acción que gestaban, apasionados por una causa justa, Abel y Renato vincularon sus vidas en un momento decisivo para la patria y honroso para ellos. Los estrechos lazos que desarrollaron les hizo concebir el propósito de combatir juntos pero otro fue su destino después del último encuentro en la Granjita Siboney, aunque con un mismo desenlace: la muerte.
Unidos, como estuvieron aquellos meses, permanecieron en la tumba que René Guitart mandó a construir en el Cementerio Santa Ifigenia en 1955. Entonces el padre de Renato concertaría esta operación de rescate de los restos de los mártires moncadistas con el padre de Abel, Benigno Santamaría. Continúan hoy unidos en el Retablo de los Mártires de esa misma necrópolis.
***
Nota del autor: El autor de este artículo ha resumido contenidos de sus libros Todo Valor publicado por la Editorial Verde Olivo en 1998 y Rescate de Honor publicado por Ed. Oriente en 2003. Se añadieron textos del libro de Katiuska Blanco Castiñeiras: Fidel Castro Ruz. Guerrillero del tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana. Ed. Abril de 2011.
[1] Raúl Martínez Ararás abandonó el país al triunfo de la Revolución.
Visitas: 46
Deja un comentario