En la mañana de este 20 de enero en la peña Abrirse las Constelaciones coordinada por Ediciones La Luz de Holguín, fueron presentados el cuaderno ????? ??????? y el audiolibro ?? ?????? ?? ?? ??????????, de Delfín Prats, Premio Nacional de Literatura 2022. Desde el blog de la editorial holguinera, compartimos los textos leídos por Erian Peña Pupo y Yailén Campaña para la presentación de ambos poemarios.
En islas Gilbert con Delfín Prats
Por: Erian Peña
Aunque Delfín Prats nos diga que está “desasido de todo proyecto” y como el barco ebrio de Rimbaud pretende “ir descendiendo por ríos impasibles”, los lectores y amigos del autor de Para festejar el ascenso de Ícaro sabemos que los ríos de la memoria –que siguen cauces caprichosos– suelen variar su ruta y encontrar asideros para el desborde y el eros… Y que la poesía –trasmutada en disímiles formas– no abandona jamás al poeta. No hay manera de escapar de ella después de rasgado el fino velo de la búsqueda de la belleza… Podrá resistirse un poco –porque sabemos que la poesía es una flor de hierro candente sobre el pecho abierto– y decirnos que más que un nuevo libro serán versos, como Whitman con sus Hojas de hierba, quienes engrosen las páginas de El brillo de la superficie, su poesía completa publicada por Ediciones La Luz; pero las constelaciones hace mucho están abiertas y hace un buen tiempo, más de cincuenta años, que Delfín Prats inició un diálogo sostenido con eso que los griegos antiguos llamaban la poiesis y que Platón, en El Banquete, definió como “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no ser a ser”. Ese viaje –a veces errante y otras confirmatorio y místico– del no ser al ser poético, de lo común a la fascinación, recorre en buena medida la obra de Delfín Prats y está presente en Islas Gilbert, pues aunque en lo externo lo real esté “esplendiendo o degradándose”, dentro la poesía arde.
Y aunque Delfín nos diga que es “un poeta a saltos”, sin una continuidad o un oficio en las letras, sabemos que “estupefacto ante la maravilla del bosque rotundo que ya se adentra en la noche anclada” nacieron los versos espléndidos que han colocado su nombre en el corpus literario nacional, como los de Lenguaje de mudos, “Aguas” y ahora los de Islas Gilbert, que publica en su colección Analecta Ediciones La Luz, para festejar con él los múltiples ascensos de Ícaro, porque Ícaro sigue levantando vuelo hacia el infinito, el universo y la sustancia exterior. Sabíamos que el poeta trabajaba en nuevos versos y le habíamos escuchado leer fragmentos en algún espacio literario; y sabíamos, además, que estos versos partieron –aunque Delfín nos diga que es difícil rastrear cómo se hilvana un poema, cómo un prototexto va imantando esquirlas– de los incendios en la Amazonía en 2019 y de un documental que nos muestra cómo Kiribati, antes Islas Gilbert, podría ser el primer país engullido por las aguas como consecuencia del cambio climático. Las enormes selvas sudamericanas ardiendo, devorando la vida en su interior… y un pequeño archipiélago habitado por personas que viven de lo que les ofrece el mar, protagonista absoluta de la vida en Islas Gilbert, aunque las olas del océano Pacífico pueden acabar sumergiendo un país levantado, precisamente, de coral y aguas. Pero –cuidadoso con cada palabra que se desprende en su viaje hacia las confabulaciones de lo poético–, Delfín Prats insistía en decirnos que aún no estaba terminado, que la partida hacia las Islas Gilbert en la Polinesia francesa –la misma que cautivó a Paul Gauguin– debía esperar un poco más. Y esperamos, sí, expectantes, por la concreción de ese alegato sobre el amor y los anclajes de la posesión, un alegato donde el poeta se decide por esa belleza transitoria y efímera que lo trastoca todo. Poco después, “Islas Gilbert” llegó a las plataformas digitales y el poema abría nuevas constelaciones. Incluso se publicó en formato libro-arte, como homenaje al cumpleaños 76 de Delfín, gracias a la iniciativa del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Holguín. ¿Puede la belleza dejarnos impávidos, Delfín Prats? ¿Se puede ser inmune ante el esplendor y el caos, y “ver desde aquí incendiarse una y otra vez la selva”? ¿Podremos dejar de añorar los abedules de la juventud o la campiña prístina, atravesada por el riachuelo que aumentaba su cauce con las lluvias? ¿Cómo resistir la contemplación del cuerpo tendido sobre la cama, desnudo como mancha en tela blanca, alterando en su gozo los estados del sueño? Estas, y otras preguntas, según las búsquedas de cada lector, rondan Islas Gilbert, un poema que se reconfigura como un sitio plural –la isla como cuerpo y viceversa– y como un espacio que se ofrece al eros y tensa sus músculos hacia “la naturaleza como cuerpo habitado”.
El poeta que ama las islas, puede descreer. Niega en principio el deseo que mira hacia “lo erótico como fuerza cósmica y creadora”. No obstante –nos afirma Yoandy Cabrera al presentar el poema– persiste la pesadumbre, pues asume las contradicciones y los contratiempos, y es consciente de alejarse del cuerpo de estas islas fabuladas en un continuo forcejeo entre la violencia circundante en la vida diaria con la violencia fértil del Eros; pero ello no le impide imaginar, sin embargo, al cuerpo del deseo como otro espacio real y soñado, en continua pulsión entre las aguas de un archipiélago casi virgen. Las posibilidades expresivas del lenguaje y las capacidades de asociación metafórica que palpamos en los rocks de El esplendor y el caos, palpitan en Islas Gilbert y nos descubren “el cansancio del hombre moderno fundido al cansancio clásico del pensamiento y el mito”, que se identifica en lo sorpresivo y la desesperanza, en la promesa de las islas y el naufragio. Este grupo de islas es posible más allá de lo geográfico: desde el eros y el lenguaje pueden conjugarse los signos de la naturaleza, la libertad, el pensamiento y el deseo. Ese “animal extraño” le visita en las noches y el poeta pide un rompeolas, algo que proteja la fragilidad de las islas Gilbert; algo que atempere el mar y sus avances, y le proteja de esa “legitimación de la catástrofe [que es] intentar la poesía”, justo cuando desde los confines líquidos del sueño y ante el cuerpo desnudo y su solventada esfinge, el poema empieza a escribirse por sí solo.
Delfín Prats entre el esplendor y el caos
Por: Yailén Campaña
Delfín Prats es un poeta cubano, aunque él se niegue a que así lo llamen la literatura de esta isla no pudiera escribirse si faltara su nombre; y quien se arriesgue a prescindir de él estará mancillando páginas luminosas que la poesía no olvidará tan fácilmente. Nació en Holguín, en 1945. El pasado día 14 de diciembre estuvo cumpliendo 77 años.
Su verso nace espontáneo como él mismo reconoce: “Cuando han venido los poemas, los he escrito”. Su oficio no es el de un aprendiz, el “oficio de poeta se construye frente a los tremendos obstáculos de la composición, es como una partida de ajedrez que se juega frente al lenguaje, donde uno se ve obligado a sacrificar no pocas piezas, que pueden ser versos, estrofas, poemas, que no llegan a abrirse paso hacia las casillas del triunfo”- asegura quien ha tenido que silenciar al silencio, apuñalar la estocada poderosa venida por la espalda.
La suya no es obra que se adhiera a una corriente específica sino que pertenece, como él mismo dice “a un concierto espléndido de voces”. Lo vivencial y nítidamente lacerante le muestra descarnado en cada verso, pues le “sería totalmente imposible escribir un poema sin tener el calor de la solidaridad humana, sin el apoyo que siempre me han brindado mis amigos en Holguín y en otros lugares de la isla, sin la certidumbre de mi ciudad vista desde la Loma de la Cruz… Además, no imagino la escritura de un poema sin haber experimentado en carne propia la grandeza del paisaje, sin el mar, sin las montañas, sin los ríos, sin haber visto a Cuba desde un avión, sin una puesta de sol en el Oriente de la Isla”.
En 1968, trece poemas nacidos al fragor de las noches habaneras le merecen el Premio David y la publicación de Lenguaje de Mudos, que devino detonante de un amargo silencio a medias roto por su próximo libro: Para festejar el ascenso de Ícaro”, con el que ganó el Premio de la Crítica, otorgado por las editoriales y el Ministerio de Cultura a las diez obras más representativas del año 1988.
Para quien tiene “una fe inquebrantable en la literatura como camino de perfección”, no sorprende que permanezcan —en ocasiones por años— aparentemente dormidos los versos que luego llegarán a feliz nacimiento. Con sencillez y humildad pasmosa Delfín Prats confiesa: “nunca hice un aprendizaje de la forma a través de manuales de retórica, fue algo que adquirí intuitivamente, la belleza del lenguaje y la limpieza de la expresión son cosas que me interesan mucho”.
La poesía de Delfín Prats sostiene el aliento testimonial y el tono conversacional de los escritores de su tiempo; aunque no pueda clasificársele dentro del conversacionalismo más puro, sino que bebe —por momentos— en las aguas de esa corriente literaria, para luego hacer una poesía de la existencia, una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del Yo, como él mismo asegura.
Para quien ha publicado poemarios como: “Lenguaje de Mudos” (Ediciones Unión, 1968), “Para festejar el ascenso de Ícaro” (Editorial Letras Cubanas, 1987), “Abrirse las constelaciones” (Ediciones Unión, 1994), “Lírica amatoria” (Ediciones Holguín, 1994) y “El esplendor y el caos” (Ediciones Holguín, 2002), es muy duro pernoctar en el silencio de la página en blanco. Con la sonrisa torcida reconoce: “a veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape; pero tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas, de pronto empezar a escribir, y que eso que escriba no sirva. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir mis mismos logros. Mas vamos a confiar que en el futuro sí se produzca algo”.
Y se produjo el milagro de la poesía en el 2008, con la publicación -bajo el sello Ediciones La Luz, de la AHS en Holguín- del volumen de narrativa testimonial “Strip-tease y eclipse de las almas”. Además me complace que haya salido igualmente por La Luz —en su colección quemapalabras— el audiolibro El brillo de la superficie, donde Delfín lee y comenta algunos de sus poemas. La grabación y producción estuvieron a cargo del poeta y realizador audiovisual Pablo Guerra Martí. Más recientemente la misma casa editora publicó El brillo de la superficie. Poesía completa (Ediciones La Luz, 2017)
El audiolibro reúne 21 poemas, en su mayoría escritos en las décadas del 70 y el 80. De su propia voz se le escucha leer los iluminadores y contundentes versos que dieron unidad a las imágenes poéticas que conforman “Humanidad”, uno de sus poemas más exitosos como él mismo califica; “No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz”, “Aguas”, “Para festejar el ascenso de Ícaro”, “Abrirse las constelaciones”, entre otros no publicados aún como “Lento y difuso”.
Certero y preciso como son también sus versos, aparecen sentencias como la que reza: “… del poeta, que no soy yo, que al menos no lo soy siempre, nadie es poeta las 24 horas del día”.
Su verso nace espontáneo. Su escritura tiene que ver fundamentalmente con los lugares, con los paisajes, con lo que se experimenta ante los desafíos de la naturaleza, de los espacios abiertos, como él mismo explica: “El Rock del flautista es un rock cuya escritura pretende -sin lograrlo como siempre, la poesía no puede lograr lo que pretende- llevar a la escritura ciertas visiones de Gibara, del mar de Gibara, de la bahía de Gibara, de estancias en Gibara. En este tipo de rock yo logro una gran victoria sobre lo anecdótico. Yo siempre he considerado, a veces de una manera bastante ingenua e inocente, que la poesía auténtica tiene dos grande enemigos: uno es lo doctrinario, tanto la poesía como las canciones están amenazadas por lo doctrinario, y si eso doctrinario entra te arruina totalmente la canción o el poema; y lo segundo es lo anecdótico, o sea la construcción de los versos, del poema -en definitiva- tiene que salvar la amenaza que tiene la anécdota, porque efectivamente, se escribe a partir de algo que se ha vivido, se escribe a partir de un recuerdo, pero la poesía no sirve para contar una anécdota”.
La de Delfín Prats es una poesía de la existencia, una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del Yo, como él mismo asegura: “como tampoco veo que la poesía mía pueda ser calificada de, digamos, de una poesía de la trascendencia, en el sentido ese que se le atribuye a la poesía de Lezama y del grupo ese como trascendentalista. Yo creo que mi poesía ha logrado destacar el brillo de la superficie, desde ese punto de vista es una escritura superficial en el buen sentido de la palabra, es decir, cuando yo acudo a algunos signos como son ángeles, demonios, dios, yo no lo hago en un sentido en absoluto para circunscribirme dentro de un contexto místico, sino única y exclusivamente se están utilizando estos signos, estos símbolos como un referente”.
Delfín autodefine su obra no como erótica sino como una especie de lírica amatoria, es decir, que los suyos son poemas relacionados con el amor y se explica mejor al argumentar: “Yo soy alguien que he tratado por todos los medios de evadir en mi escritura las referencias sociológicas y cotidianas inmediatas, porque creo que lo que hacen es lastrar la poesía, y por otra parte mi reticencia a enfrentar los temas históricos directamente, o sea, en las ocasiones en que yo lo he hecho, pues siempre he tratado de dar un rodeo a través de la lírica, de la estética. En poesía la alusión directa de ciertas realidades las empobrece, mientras que insertarlas en un contexto distinto, sacarlas de ese discurso habitual y situarlas en el espacio del mito, digamos que es donde de verdad estas cosas funcionan, creo que las ennoblece”.
Lastra la limpieza y belleza de tan noble esfuerzo por perpetuar voz y palabra de uno de los poetas más significativos del país, que no se enriqueciera la lectura de los versos en el trabajo de posproducción de sonido. Pues llega a resultar agotadora la escucha ya que no existen transiciones o pausas que separen la lectura de cada poema. Por esta razón los comentarios que explican cada poema llegan a confundirse con el anterior.
Por demás logros aparecen poemas inéditos y comentarios referidos a los versos que aún no le satisfacen del todo: “Este poema —“Lento y difuso”— con tres o cuatro textos más es todo lo que yo tengo que no se ha publicado. Algunos van a parar a algunas revistas, estos son los poemas que a mí no me satisfacen, quizás con el tiempo llegue un día en que yo haga una cosa que es el hallazgo poético verdadero que no siempre se logra, cuando tú avizoras algo en un poema pero se trasluce en imágenes, pero el poema no cierra como -digamos- un poema como “Humanidad”, un poema como “Abrirse las constelaciones”, un poema como “Ámala pero ámala”; que son poemas que con muy pocas palabras, con muy pocos versos redondean una idea, cierran algo y a ese texto ya no se le puede agregar, es mejor tampoco tratar de quitarle nada”.
En las palabras de presentación del disco el poeta Pablo Guerra, quien tuvo a su cuidado la grabación y edición de audio, reconoce que “salvar para la memoria esos sonidos amados tiene un valor incalculable, pues de los seres amados, con el paso de los años, el primer recuerdo que perdemos es el sonido de su voz. Los gestos, los rostros, las palabras, permanecen, pero el recuerdo no tiene voz propia”. Hoy, además de reconocérsele como Maestro de Juventudes a quien es maestro del verbo, se le concedió el merecido Premio Nacional de Literatura, 2022.
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Textos tomados de Ediciones La Luz
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