En el mundo no islámico se discute con fuerza la necesidad de aceptar el matrimonio, o al menos la unión civil legal, de las parejas del mismo sexo. Es un derecho de las minorías humanas signadas por la praxis sexual y el comportamiento de vida, y los derechos ni se mendigan ni se debería sujetar a votación de aceptación por mayorías no implicadas directamente en la unión de sujetos del llamado orbe LGBTI+… Pero es el caso que en algunos Estados modernos se dictan referéndums para decidir sobre lo que concierne al derecho de vida social de la diversidad de género.
A veces algunos grupos de la fe cristiana se oponen a ello. Se basan casi siempre en una palabra del Antiguo Testamento, usada al modo judío por san Pablo en dos epístolas: abominación. En la Biblia se dice que abominación es comer ciertos mariscos, vestir de alguna manera determinada, y otros usos sociales que dejaban atenida la palabra a modo diferente de como la usamos hoy. San Pablo no habla de homosexualismo, porque esa palabra no existía, dice «varón que se echa con varón», por lo que deja fuera del apotegma a lesbianas y a otros modos no condenables de la sexualidad humana. La mala interpretación bíblica no ha predominado para otros versículos bíblicos, ya no apedreamos a nadie en casi ningún lugar del mundo y miramos sobre los derechos humanos con una luz diferente a los tiempos precristianos. Pero no consta que Cristo mismo dejase marcada ninguna prohibición al respecto, ninguna censura, todos somos hijos de Dios, sea con quien sea que hagamos nuestro acto de amor.
En la Biblia y en las cartas de Pablo de Tarso es común hablar de la esclavitud, Pablo mismo recomienda tratos determinados de los cristianos sobre sus esclavos y no se opone de hecho a la institución, aunque prefiera ver libres a los que aceptan a Cristo. Si Pablo toleraba la esclavitud, por qué los fundamentalistas religiosos del siglo XXI no la defienden. Ah, porque cambiaron los tiempos y las praxis económicas. Sin embargo, metodistas, bautistas, pentecostales y hasta los católicos entre otros no mueven un dedo sobre la conducta sexual humana, aunque los tiempos hayan cambiado, aunque se hayan descubierto otros asuntos referentes a la compleja sexualidad de nuestra especie. De modo que la discusión sobre este asunto incluso reviste cuestiones de carácter teológico, si bien a la luz de las ciencias contemporáneas hay un cambio esencial hacia la mirada de las diversidades sexuales, como parte de la gran variedad humana.
Los cristianos primitivos en algún momento no se opusieron a las relaciones del amor entre iguales, luego el asunto empeoró cuando la Iglesia asumió el rol incluso estructural del Imperio Romano, pero se mantuvo un ritual muy interesante, la llamada adelphopoiesis, cuyo ritual leo desde su información en Internet, según la liturgia que describió en 1914 Pavel Florenski. Ya había noticas claras del asunto en Giraldus Cambrensis: Topographica Hibernica, hacia 1146-1223. Antes hay que aclarar que este (ritual, insisto) entró en la práctica en el concilio de Trento (1545-1563), pero no fue universalmente aplicado. Este es el ritual, que no incluye relación erótica, pero sí suma compenetración entre iguales:
- los hermanos, que están colocados en la iglesia delante del atril, en el cual se encuentra la cruz y las escrituras; el mayor de los dos se coloca a la derecha, mientras que el más joven se coloca a la izquierda;
- se realizan oraciones y letanías que piden que los dos sean unidos en el amor y se les recuerda ejemplos de amistad de la historia de la Iglesia;
- los dos son atados con un cinturón, sus manos colocadas en los evangelios y una vela ardiendo es entregada a cada uno;
- los versos de Primera carta a los corintios 12:27 a 13:8 (Pablo de Tarso sobre el amor) y Evangelio de san Juan 17:18-26 (Jesús de Nazaret sobre la unidad) son leídos;
- se leen más oraciones y letanías como las indicadas en el punto 2;
- se lee el Padre Nuestro;
- los futuros hermanos reciben los regalos santificados de una copa común;
- se les conduce alrededor del atril mientras se dan la mano y se canta el siguiente troparion: «Señor, mira desde el cielo y ve»;
- intercambian besos; y
- los presentes cantan: «¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!» (Salmos 133:1).
La adelphopoiesis tiene incluso sus santos: san Sergio y san Baco, mártires del siglo IV bajo Maximiliano como emperador, y que algunas organizaciones y grupos cristianos LGBTI han asumido como patronos o al menos como referencias. La unión espiritual de estos dos santos es lo que se parece más al actual «matrimonio gay» dentro del mundo cristiano antiguo. Así como no está comprobado que la adelphopoiesis incluya relaciones sexuales, tampoco puede demostrarse lo contrario. De cualquier modo, es un alianza de hermandad que incluye el mutuo afecto y hasta hay bebida de mutua sangre entre los así comprometidos. Pero es bien sabido que esta ceremonia de hermanamiento tenía una función social diferente al matrimonio, establecía vínculos de solidaridad interfamiliar, aunque se ajusta sin dudas a lo que entendemos por «pareja de hecho».
Muchos siguen inspirados en David y Jonatán, amor visible en el Libro Primero de Samuel, o en la hermandad de los Templarios, que al ser extinguidos por la violencia fueron acusados de «sodomitas». De cualquier manera, estudiar la adelphopoiesis es una buena manera de traducirla al siglo xxi legados muy antiguos que no pueden ser señalados como típicos de la homofobia a veces enfermiza de congregaciones cristinas coetáneas.
Ninguna fe debería abrogarse la soberbia de creer que conoce el Plan de Dios, y que ella es su exponente regia, su «verdadera fe». ¿Quién es aquel que pude afirmar que en el plan divino el sexo sea solo para la fecundación?, si se nos ha dado el cuerpo, también será bueno que disfrutemos de su goce pleno. Y no empleemos «abominación» como lo hacían los lejanos hebreos en el desierto. El ser humano está a punto de llegar a Marte, ¿trasladaremos allí nuestras fobias malignas? Abominar es temer a lo diferente, hacer repulsa de lo que yo no soy y negar la diferencia del otro, la diversidad humana. El medioevo persiste, algunas religiones aun lo sustentan, vamos a ver cuándo la especie humana da el salto hacia la concordia, el reconocimiento de las diferencias constructivas, y no el odio, la fobia enmascarada en principios de fe.
En el último libro del papa emérito Benedicto XVI, La vera Europa. Identità e Missione (La verdadera Europa. Identidad y misión), de 2021 agrede al llamado «matrimonio homosexual». Según su criterio, que se convierte en asunto «oficial» de la Iglesia, la Humanidad no puede progresar éticamente, cambiar sus rumbos desde la estricta «tradición» occidental, la Humanidad tiene que seguir pensando como en la época de san Pablo, no mirar a la naturaleza, donde la homosexualidad es común entre las especies, entre muchas. Según su modo de ver el sexo es solo para procrear y solo existen en el mundo varón y hembra, porque se supone que así nos hizo Dios, quien no debe haber inventado la diversidad sexual, existente desde las cavernas y en todos los medios sociales. Según este santo hombre el ser humano no debe gozar de su cuerpo si no es para procrear, o ese goce debe tener ese solo y único sentido, de modo que así se va a la contraria de la existencia de otras expresiones de la sexualidad, que están en la naturaleza. Y, para complejizar más el asunto, liga el asunto «matrimonio» con otros temas, como la píldora, el aborto, etc. En otros tiempos se perseguía, y persigue aún a homosexuales sobre todo en el mundo islámico, junto a los ladrones, asesinos y proxenetismo. Esta mezcla ha sido la justificación para tratar de erradicar la «lacra social». La iglesia quemó, empaló y torturó a muchos homosexuales por siglos, lo que correspondería era que humildemente pidieran perdón por ello.
Espero que alguien escriba una réplica internacional contundente, respetuosa e inteligente de ese aspecto negativo para el desarrollo humano del libro de Benedicto XVI. El mundo cambia, cambió, cambiará, y también la vida ética y la moral cambian con los tiempos, con la ciencia, con el reconocimiento de la multiplicidad del concepto «familia». Por ahora, y desde aquí, apoyo todos los derechos para todos los seres humanos que acudan al bien de una sociedad limpia de prejuicios y de injusticias seculares. No es eso lo que puede hundir el camino de nuestra especie, son otros los factores disolventes en la economía, la política y el armamentismo. Mejor acojámonos, también en el mundo de la sexualidad, al mandato del Amor.
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