No escasean los casos de escritores olvidados y hasta desconocidos, al menos para el lector cubano. El que nos ocupa, Alberto Insúa, es uno de ellos. Los diccionarios de autores por lo general apenas lo recogen, solo en muy exhaustivos estudios de historia de la literatura cubana (como el de Max Henríquez Ureña) se le menciona, aunque le dedica escasas líneas.
Sin embargo, para nuestra sorpresa, la enciclopedia mundial Wikipedia lo registra, incluye numerosos datos de interés y también su retrato. Pero a don Alberto Insúa lo singulariza algo: nació en Cuba, hijo póstumo de padre norteamericano apellidado Galt, y se le consideró español por su residencia y quehacer en la Península. El apellido lo cambió legalmente por el de su padre adoptivo, que vivió por largo tiempo en Cuba. Además de asumir el apellido de don Waldo, que así se llamó quien lo prohijó, de él nutrió su vocación literaria. Con tres ciudadanías a cuesta bien pudiera reclamarse para don Alberto un récord Guinness.
Al nacer en La Habana el 23 de noviembre de 1883, el país vivía aún en su etapa colonial y los cubanos eran llamados «españoles de ultramar». Los padres de Alberto Álvarez-Insúa Escobar, una vez adoptado el apellido, eran ciertamente de la metrópolis. El padre —fundador en La Habana de El Eco de Galicia—, la hermana y mucho después una hija de Alberto, Sara, transitaron por el camino de la literatura.
El chico creció en La Habana hasta los trece años, cuando la compleja situación bélica en la Isla, no ya entre Cuba y España sino acrecentada por un tercer involucrado, Estados Unidos, condujo a la familia trasladarse a La Coruña para ya no volver.
En España estudió Derecho y desarrolló una carrera periodística vastísima, expresada en centenares de colaboraciones en publicaciones periódicas y más de cincuenta novelas. Súmese a lo anterior su producción de dramas y comedias, noveletas, cuentos, ensayos, memorias y traducciones, todo ello en consonancia con la práctica periodística del folletín y las entregas semanales esperadas por los lectores.
El ímpetu intelectual de Insúa fue colosal. Reportó la Primera Guerra Mundial desde París, perteneció al Ateneo de Madrid y varias de sus obras fueron traducidas. Fundó la editorial Pérez Villavicencio, apellidos de su primera esposa, hija de un «indiano» (cubano) acaudalado.
De prosa costumbrista, con dosis de erotismo y algo también de misticismo, y en posesión de inquietudes intelectuales insaciables, a Insúa se le consideró un autor de éxito y al menos una de sus novelas fue llevada a la pantalla en España y en Argentina: la titulada El negro que tenía el alma blanca. Hoy día sus libros todavía se publican en las editoriales españolas.
La dramaturgia, una de las facetas de su quehacer, nos lo presenta en comunión con Alfonso Hernández Catá —también nacido en Cuba y formado en España— en obras de ambiente peninsular como Amor tardío, En familia, El bandido y Cabecita loca, pertenecientes al decenio del diez del siglo XX.
Mas no le bastó con escribir y ocupó cargos políticos en la vida civil. Permaneció exiliado en Buenos Aires entre 1937 y 1949. Por último regresó para morir en Madrid el 8 de noviembre de 1963, fecha de la cual se cumplen ahora 60 años.
Escritor español pero nacido en Cuba, desde esta columna digital de CubaLiteraria evocamos su memoria.
Visitas: 18
Deja un comentario