Conocí a Alejo no por el Reino de este mundo, sino en el primer año de mi carrera, cuando el profesor de español —incómodo de nuestras burlas por su personalidad taciturna— nos dijo: «cansado estoy de sus constantes viajes a la semilla». Después de reírnos a carcajada nos quedamos en silencio. Pero en cada clase repetía eso una y otra vez, retornando el silencio, hasta que un día, curiosos, le preguntamos: «¿Qué es ese viaje y qué es la semilla?». Y el profesor nos habló de Carpentier. Tanta fue nuestra inquietud que fuimos a buscar en las bibliotecas, ese libro tan mencionado por él.
Y otro día paró la clase y leyó aquel relato que estalló en mi cabeza como el más maravilloso desvelamiento: «Confusas y revueltas, las vigas del techo se iban colocando en su lugar. Los pomos de medicina, las borlas de damasco, el escapulario de la cabecera, los daguerrotipos, las palmas de la reja, salieron de sus nieblas. Cuando el médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sintió mejor».
Es lo más que recuerdo de la historia hacia atrás del Marqués de Capellanías, solo tengo la sensación que el aula, situada en un edificio de La Habana Vieja, se había entumecido y yo estaba allí, en otra era.
Los restos de Alejo Carpentier fueron inhumados en el Cementerio de Colón, antes habían sido repatriados de Francia, donde murió el 24 de abril de 1980. Él se catalogaba como un musicólogo que escribía.
En 1979 publicó La consagración de la primavera y El arpa y la sombra: en 1978 le conceden el premio Miguel de Cervantes; en 1975 la Universidad de La Habana le otorga el título de Doctor Honoris Causa en Lengua y Literatura Hispánicas; en 1972 se editan El derecho de asilo, Concierto barroco y El recurso del método. Al final de 1964 publica la colección de ensayos Tientos y diferencias; El siglo de las luces se da a conocer en México en 1962 y llega a ser el director ejecutivo de la Editorial Nacional de Cuba; Carpentier regresa a la isla en 1959, después del triunfo de la Revolución y vuelve a instalarse en la capital.
La novela corta El acoso, sale a la luz en 1956; Los pasos perdidos en 1952; en 1949 publica en México El reino de este mundo, que había terminado de escribir en marzo de 1948; en 1943 viaja a Haití con su esposa Lilia Esteban; 1933 es el año en que termina su primera novela ¡Ecué-Yamba-Ó! y se marcha de Francia para Madrid; Carpentier reside en Francia debido a sus actividades políticas desde 1939 hasta 1928; el 14 de agosto el 1927 se declara cubano por nacimiento; en 1923 se implica en la abortada revolución de Veteranos y Patriotas organizada contra la corrupción; en 1921 empieza su carrera de periodista; en 1920 consigue entrar en la escuela de Arquitectura; en 1917 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana para continuar sus estudios en Teoría musical; a los 18 años su padre lo abandona y él deja la universidad, comenzando a trabajar para ayudar a su madre.De los once a los diecisiete años sus padres se encargan de una educación esmerada en piano, lenguas, con lecturas de Emilio Salgari y Anatole France. Exactamente a los once años se traslada con sus padres a una finca en Loma de Tierra, en el Cotorro. En 1911 su profesor de geometría y trigonometría le obsequia el libro Historia de las sociedades humanas; a los siete años de edad ya toca al piano piezas de Chopin. Su infancia transcurre con los primeros años de la República, rodeado de toda una mezcla racial y cultural; la familia se muda, en 1908, para La Habana cansada de la decadencia europea, llevando consigo a Alejo Carpentier y Valmont, ese niño que había nacido en Lausana, Suiza, el 26 de diciembre de 1904 hace hoy 116 años.
Foto tomada de Habana Radio
Visitas: 147
Deja un comentario