La tercera hija del matrimonio de Alfonso y Paulina, bautizada como Alfonsina Storni Martignoni, nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, la Suiza italiana. Sus padres y tíos, dueños de la fábrica de Cerveza Los Alpes (en la provincia de San Juan) regresaron a Suiza en 1891, donde un año más tarde nació la pequeña Alfonsina. Pasados cuatro años la familia decidió regresar a San Juan. Allí el matrimonio crio a sus cuatro hijos: Romeo, María, Alfonsina e Hildo. Su madre bordaba, pintaba y cantaba, era maestra pero le hubiese gustado ser actriz. Su padre desde muy joven sufrió de depresión y alcoholismo.
Vocación, trabajo y estudios
Fue en la Escuela Normal de San Juan que Alfonsina descubrió una de sus pasiones: la actuación. En esos años participó de puestas escenográficas de obras de Henrik Ibsen, Benito Pérez Galdós y Florencio Sánchez. Luego, la familia Storni se trasladó a la ciudad de Rosario por penurias económicas e instaló el Café Suizo, lugar donde Alfonsina comenzó a trabajar, dejando de lado sus estudios. En Santa Fe cumplió los 14, en 1906, año en que falleció su padre; y su madre decidió abrir una modesta escuela domiciliaria para contribuir en la economía familiar. Las mujeres tomaron trabajos de costura.
Dos años antes, a los 12, Alfonsina había escrito su primer poema, actividad que continuó a escondidas de su madre, a la que le desagradaban sus pensamientos pesimistas, remarcándole que «la vida es dulce». Storni se puso a trabajar de aprendiz en una fábrica de gorros. Fue el momento cuando empezó a interesarse por el anarquismo y entre sus lecturas estaba el poeta modernista Rubén Darío. Tiempo después se desempeñó en una compañía teatral, con la que realizaron una gira por las provincias y, así, aprendió la cultura del trabajo. En ese tiempo, Alfonsina escribió su primera obra de teatro, «Un corazón valiente», de la que no ha quedado registro.
Su madre Paulina rehizo su vida con otro hombre y se mudó a Coronda, también en Santa Fe. Alfonsina comenzó a estudiar para magisterio rural en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda y realizó sus prácticas en Rosario. Como celadora, fue encontrando un refugio en la comunidad escolar. Su padrastro le consiguió un puesto de maestra y ella logró ponerse en contacto con dos revistas literarias de la provincia en las que empezó a colaborar: Mundo Rosarino y Monos y Monadas. En este periodo, conoció y se enamoró de un hombre casado con el que tuvo un romance. Alfonsina poseía independencia económica como maestra y columnista. Al enterarse de su embarazo y la indiferencia de su pareja, decidió mudarse a Buenos Aires para criarlo sola.
Una mujer independiente
El 21 de abril de 1912, en el hospital Ramos Mejía, nació Alejandro. Como madre soltera, luchando contra los prejuicios sociales, Storni trabajó de cajera en una tienda en el centro de la ciudad y de «corresponsal psicológico» en una empresa importadora de aceite de oliva. Logró tras mucho esfuerzo publicar su primer libro, La inquietud del rosal, en 1916, y poco a poco fue consiguiendo colaboraciones literarias en publicaciones como Fray Mocho, El Hogar y Mundo Argentino.
La feminista
En 1919 en sus columnas del Diario La Nación reclamaba un lugar para las mujeres. Fue, junto a Carolina Muzzilli, Julieta Lanteri y Salvadora Medina Onrubia, una de las impulsoras del voto femenino en nuestro país.
«Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán».
Una mujer independiente, con las ideas claras y críticas hacia la sociedad patriarcal de los años veinte, que llevó a posturas extremas: algunas mujeres la admiraban, mientras que otras la consideraban «peligrosa». Storni era la única mujer invitada a tertulias literarias, quizá por su afinidad con el Partido Socialista entre las cuales se encontraban José Ingenieros, Amado Nervo, Manuel Gálvez y Horacio Quiroga, con quien tuvo una intensa relación de amistad.
Cuando se dice feminismo, para aquellas almas, se encarama por sobre la palabra una cara con dientes ásperos y voz chillona. Sin embargo, hoy, no hay una sola mujer que no sea feminista, podrá no querer participar en la lucha política, sin embargo desde el momento que piensa y discute en voz alta las ventajas y los errores del feminismo es ya una feminista, pues el feminismo es el ejercicio del pensamiento de la mujer.
Storni publicó El dulce daño en 1918, y la presentación fue realizada por su amigo José Ingenieros. En 1919 publicó Irremediablemente y, en 1920, Languidez, por el cual recibió el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura.
Con Ocre (1925) y Poemas de amor (1927), Storni dio un giro a su obra: comenzó a ser más introspectiva e irónica. En 1927 estrenó su primera obra de teatro, El amo del mundo, una comedia en tres actos de corte feminista que no fue bien aceptada por el público. En 1932 publicó Dos falsas pirotecnias y escribió piezas de teatro infantil.
Crisis emocional
Alfonsina, que lidiaba con cuadros depresivos y de paranoia, trabajó de manera muy intensa publicando poesía, disertando en conferencias y dictando clases como profesora en escuelas públicas, entre ellas, la Escuela de Niños Débiles de parque Chacabuco; el Instituto de Teatro Infantil Labardén y la Escuela Normal de Lenguas Vivas. También fue docente de teatro en el Conservatorio de Música y Declamación, y dio clases de castellano y Aritmética en la Escuela de Adultos Bolívar.
Los médicos le aconsejaron reposo por una crisis de agotamiento, motivo por el cual comenzó a viajar a Córdoba y Mar del Plata, y descansar de la ciudad. Sin embargo, su reconocimiento en la vida intelectual estaba cada vez en aumento: a finales de la década del 20, ya se había hecho un lugar en el ambiente intelectual porteño, en el que participaba de las reuniones del grupo literario Anaconda, las tertulias de Quinquela Martín en el Café Tortoni y las del grupo Signo en el Hotel Castelar. En estos encuentros conoció a Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna.
Josefina Delgado, profesora de Letras y crítica literaria, autora de Salvadora, la dueña del diario Crítica (2005), Lola Mora: la pasión de la forma (2006) y Alfonsina, una biografía esencial (2001), nos cuenta más sobre esta gran poeta argentina:
Cuando el 25 de octubre de 1938 aparece en la playa La Perla de Mar del Plata el cuerpo de una mujer «vestida con ropas finas» —según el testimonio de uno de los trabajadores que la encontró— culminaba una vida en la que la depresión y la melancolía fueron instancias repetidas. Pero también la fuerza para defender a un hijo no reconocido y escribir una poesía en la que combina audacia, ironía, lirismo, innovación. Por el reconocimiento de su cuerpo en la naturaleza nos muestra cómo el amor y la pasión no son patrimonio del varón.
Junto con otras mujeres conforma una generación de escritoras que bien podría llamarse la de «las modernas»: rompen los prejuicios y por medio de la escritura, se hacen un lugar de privilegio en las revistas literarias, en las editoriales y en las mesas de los banquetes, tan de moda por aquellos años. Junto a Victoria Ocampo, Delfina Bunge, Salvadora Medina Onrubia, Norah Lange, consiguen lo que no pudieron ni siquiera imaginar sus antecesoras, y dejan abierto un camino para las que vendrán.
Alfonsina pudo elegir su camino: aún en las circunstancias de una vida extremadamente modesta, signada por el trabajo de obrera en una fábrica de gorras o el de lavaplatos y camarera en el café de sus padres, el teatro le permitió evadirse de la rutina que le estaba destinada. Y luego la maternidad, sin duda una elección —Alfonsina fue anarquista y luego socialista— y el viaje a Buenos Aires, donde si bien la vida no fue mejor, le permitió educar a su hijo, desempeñarse como periodista y publicar sus libros de poesía.
El varón está presente en su poesía desde distintos ángulos: el padre depresivo y suicida, el amigo y quizás enamorado, también suicida, Horacio Quiroga, y aquellos sin nombre, pero que presumiblemente fueron el desencuentro, el abandono, la exigencia no satisfecha.
En 1926 publica una nota, «El derecho de engañar y el derecho de matar». Y encara un tema escabroso, sobre todo porque se parece bastante a su propia vida, y Alfonsina no revelaba el secreto de su maternidad más que a algunos amigos muy queridos. Una muchacha dio muerte al padre de un hijo natural de ambos, por haberse negado a darle su nombre. Y lo novedoso del planteo es que la responsabilidad del hombre Alfonsina la remite a lo social: ese hombre defrauda al conjunto, no tan solo al individuo, y por lo tanto la solución debe estar en el nivel de ese conjunto, afectado por una conducta inmadura y tramposa.
Y en un párrafo de dura actualidad caracteriza a la sociedad de hace ya casi un siglo: «Fácil ha sido siempre advertir que el espíritu argentino tiende a proteger al individuo en desmedro de la sociedad que lo integra: todo, en nuestro país, delata al individualismo imprevisor y sensual, atropellando la ley para beneficiar a un hombre, a una institución, a un interés creado cualquiera. En una sociedad de tal tendencia –que no delata en verdad una sociedad de primer agua– es natural que el débil carezca de protección, porque el débil (mujer, niño, miserable, enfermo) no es, como individuo de lucha, potencia alguna frente a otro individuo cebado de un poder activo y circulante».
En su poesía habla por la mujer que no ha comprendido, habla por un yo lírico que coincide bastante con su personalidad, dialoga con otras mujeres con las que comparte sufrimiento y, por último, como en el poema «Voy a dormir», se queda sola consigo misma, y ese es el momento peor, porque es el de la muerte. Alguien que escribe un «Epitafio para mi tumba» es alguien que ha pensado no solamente en la muerte, sino en lo que viene después; y ese es otro tipo de angustia: la de desaparecer, no ser nada, que nadie la recuerde. Alfonsina tuvo suerte: hoy la seguimos recordando, cada vez con un interés más lúcido.
La obra de Storni engloba su universo emocional, abordando lo cotidiano y dejando de lado recursos artificiosos. Hablaba del deseo femenino y de su derecho de independencia frente al hombre, y, también expresaba constantemente su obsesión por la muerte. Se trata de una artista extremadamente sensible, que mediante la escritura manifestó la necesidad de modificar una sociedad machista, utilizando un tono irónico para burlarse de sus preceptos. A partir de Ocre consigue consolidar su estilo al decidir aceptarse a sí misma por fuera de la mirada del hombre, y goza reconocimiento tanto de sus pares como de sus lectores.
Los últimos años
En mayo de 1935 le diagnosticaron cáncer de mama y tuvo que someterse a una intervención quirúrgica, lo que provocó una mutilación tanto física como emocional. Durante los siguientes años, Alfonsina afrontó varias pérdidas. En 1937 Horacio Quiroga se quitó la vida y, poco tiempo después, haría lo mismo su amigo Leopoldo Lugones. Al año siguiente lo haría Eglé, la hija de su querido amigo Horacio Quiroga.
La propagación del cáncer, los dolores físicos y el impacto emocional en su estado anímico forzaron a Alfonsina a tomar la decisión de despedirse de su hijo Alejandro, en la estación de trenes de Constitución. Dejó una carta para él, un poema para publicar en el Diario La Nación y una declaración para la policía, pidiendo que no se culpe a nadie de su muerte.
El día 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni se arrojó del espigón del Club Argentino de Mujeres, a 500 metros sobre el nivel del mar en la playa La Perla, de la ciudad de Mar del Plata.
Su legado poético
Storni logró vencer la adversidad, trabajando y formándose de manera incansable. Logró ser reconocida en un mundo de hombres por su escritura y sus ideas. Con voz propia, irónica y crítica de la sociedad de la época, rompió con los estereotipos de la mujer casada dependiente del marido, incitando a la reflexión de sus lectoras en sus columnas periodísticas de La Nación y Crítica.
Un libro quemado, publicado en 2016 por Editorial Excursiones es una antología de artículos publicados por Storni entre 1919 y 1921, en la revista La Nota y el diario La Nación. Los textos sorprenden por su lucidez crítica, sobre todo en lo referente al papel que tuvieron las mujeres, y son a la vez una mirada irreverente y desafiante para la época.
Participó de la creación de la Sociedad Argentina de Autores. Junto a las poetas Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini (Uruguay) y Gabriela Mistral (Chile) se convirtió en representante de la poesía modernista latinoamericana.
En 1957 Kurt Land dirigió una película de ficción sobre la vida de Alfonsina, protagonizada por Amelia Bence. Canal Encuentro, por su parte, también realizó un documental sobre su vida.
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Tomado de Secretaría de Cultura
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