Para dirigirse a una mujer/
Hay que hacerlo de rodillas/
Y con una flor en la mano/
José Martí
Almendrita y sus hermanas, del escritor, periodista e investigador, Leonardo Depestre Catony, es el título del libro, publicado por Ediciones Extramuros, y devenido una incitación a los amantes de la literatura de género para incursionar —desde una óptica eminentemente masculina— en el mundo mágico de la mujer como sujeto cognoscente, sensible y espiritual.
En dicho volumen, el lector puede percibir no solo fragmentos de cuerpo y nombre de flor, sino también que cada una de las mujeres involucradas en la trama de esos relatos cortos va más allá de la ficción (de hecho, son seres humanos de carne y hueso), y en ellas se puede descubrir una historia similar a la de muchas personas pertenecientes al sexo femenino: con éxitos y fracasos en el amor; en ocasiones, presas de los (des)encantos del esquema corporal femenino, y acompañadas (les agrade o no) por la soledad o el aislamiento de una vida familiar, que —en realidad— no lo es ni nunca lo será.
Por otra parte, habría que destacar el hecho de que las protagonistas no nos harán derramar lágrimas o nos entristecerán con las situaciones estresantes o psicotraumatizantes que enfrentan durante su existencia: ni cuando las sorprende Tanatos (la muerte en el vocabulario psicoanalítico ortodoxo) o cuando, al final, apenas pueden evocar la fecha de su onomástico, porque —desde la vertiente caracterógenica— son mujeres fuertes de espíritu y muy valientes; cualidades que, en la actualidad, prevalecen en el estilo de afrontamiento de una cantidad no despreciable de quienes, tanto en el archipiélago cubano, como en otras partes del orbe, representan al mal llamado «sexo débil».
Con apoyo en una sólida concepción estético-artística, así como en el aliento lírico que —cual agua cristalina que corre por los ríos subterráneos del alma humana— brota de las páginas de esa obra, «la poesía fluye con toda su sustancia, y esa es una de las cosas hermosas que tiene [este] libro».
La profesionalidad y la intención del colega Depestre Catony son evidentes, no solo en la estructuración de las historias y a la hora de hilvanar las tramas que tienen en común los personajes principales, sino también cuando con la frase más sencilla le transmite al lector la sabiduría popular y ancestral que legaron nuestras abuelas.
Con el nombre de flores que comienzan con la letra A, el cuerpo y sus imperfecciones, y la virtud a flor de piel u oculta, más que un cuento, el autor busca un propósito, o mejor, un pretexto para incluir cada historia, y el resultado es una lectura que deja hondas huellas en la memoria poética de quienes deciden disfrutar de un buen baño en esas aguas apacibles o turbulentas.
Con el uso de un lenguaje claro y directo, el ilustre miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), logra describir la realidad, pero de una forma donde lo poético y lo literario se funden en cálido abrazo. Otro valor, que no debemos obviar, lo constituye —sin duda alguna— la diversión. Esta proposición literaria puede divertirnos o no, pero si no logra hacer reír (en este caso, el efecto de la pincelada humorística estaría condicionado por la experiencia personal y la cosmovisión de cada lector), no se puede culpar de ello a Leonardo Depestre Catony, ya que —para él— «escribir es divertirse»
Según la crítica Carmen González Chacón, Almendrita y sus hermanas «es un libro hermoso y útil», cuya lectura estoy seguro acariciará la mente y el alma humanas.
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