Quedarse «como la carabina de Ambrosio» o «con la carabina al hombro» es un refrán de origen español, pero muy popular en Cuba, como tantos otros. Viene a ser algo así como frustrarse en algo, no acertar, y en el argot beisbolero, aunque no lo domino bien, podría equivaler a la eliminación de un jugador al no acertar a los tres primeros lanzamientos del pitcher. Pero me interesa referirme, haya acertado o no en mis anteriores apreciaciones, a que en La Habana hubo un periódico ―solamente publicó un ejemplar― llamado, precisamente, La Carabina de Ambrosio, y subtitulado, créalo o no, «Por un par de peines». Apareció el domingo 31 de enero de 1869, recién decretado un breve período de libertad de imprenta, mediante el cual las autoridades españolas pretendieron atenuar el tenso clima reinante por el estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868.
El 28 de enero de 1869 ―José Martí cumplió ese día dieciséis años y había publicado, el 19 de ese mes, sus primeros artículos en El Diablo Cojuelo, y el 22 editó el único número de La Patria Libre, donde aparece su drama en verso Abdala― dos señores, Manuel Hernández Crespo y Antonio María Aguilera, informaron a la Secretaría del Gobierno Superior Político de esta Isla, gobernada entonces por don Francisco Lersundi, que al amparo del artículo 4º del decreto sobre libertad de imprenta, recién activado, comenzarían la publicación de un periódico al que llamarían La Carabina de Ambrosio. Salido el número, quien firmaba Carabina decía en el exordio:
Sepan ustedes queridos amigos, que me compráis, que mi muy amado padre y señor se llamaba Ambrosio, y que tenía una carabina cuyos tiros se escapaban siempre por la culata. A pesar de ser mi padre un buen cazador, llegó a crearse tan mala fama, que a toda cosa insignificante se le llamaba la Carabina de Ambrosio.
Y continuaba:
Yo heredé de mi padre y señor la dichosa arma de fuego y traté de componerla. Propúseme un día ver sus defectos y observé: primero, que el cañón estaba sucio, y segundo, que el gatillo no servía. Compuse estos defectos, y hoy por fortuna los tiros no salen por la culata sino por donde deben salir. Mi carabina dejó de ser monárquica como el Diario, moderada como La Voz de Cuba y conservadora como Doña Desideria. En una palabra, salió Republicano federal y dispuesta a cantar la palinodia. Lo mismo a Dulce que a Pérez Calvo, a Gispert que a Sopimpa, le dirá clarito y muy alto como se han de portar, puesto que ya la carabina está compuesta, y lo demás ellos lo saben.
La introducción, ligeramente punzante para el gobierno colonial, no fue la causante de que al periódico se le abriera un «expediente criminal» en el juzgado de Jesús María, sino un suelto que figuraba en la segunda columna de la tercera plana, donde se lee:
Hace días que nos estamos comiendo unos confites y Píos IX, que con dificultad se encuentran otros mejor confeccionados. ¡Pero vean ustedes lo que es el gusto! Mientras nosotros nos tiramos la papa suave, la familia de Oriente confecciona un exquisito pastel compuesto de nitrato de potasa, azufre y carbón.
Bien dijo D. Sesebuto
En cuestiones de tragar
Unos comen por variar
y otros por variar el gusto.
El regente de la Audiencia Pretorial de La Habana denunció ante el alcalde Mayor de Jesús María, lo improcedente de esta nota y el funcionario aceptó como viable el criterio expuesto por el furibundo regente, expresado en los siguientes términos:
Claramente se comprende que la familia de Oriente a que se refiere, la constituye los insurrectos del Departamento Oriental de esta Isla; con la papa suave indica la tranquilidad de que gozan los vecinos de ese Departamento, y el pastel de nitrato de potasa, azufre y carbón o sea los componentes de la pólvora significa los peligros que corren aquellos insurrectos, deduciéndose de lo dicho que las frases transcritas tienden a exaltar el amor propio de los ciudadanos pacíficos extraviándolo en sentido de que deben tomar parte en la revolución, por lo cual tengo el honor de denunciar a V. E. dicho suelto por si con su superior criterio conceptúa que debe procederse criminalmente contra el que resulta responsable.
Investido del poder dado a su cargo, el alcalde Mayor emitió orden de prisión contra el impresor del periódico, José Villa, y ordenó requisar los aparatos de impresión. Sometido a presiones, confesó que el autor del suelto era Manuel Hernández Crespo. Una vez detenido este, se supo de su origen habanero, de su soltería y de sus estudios de farmacia. Al ser interrogado, declaró:
[…] al decir que nos estamos comiendo confites y Píos nonos, se hizo alusión a los tiros de estos días pasados en que se han confundido los vecinos pacíficos con los que no lo eran; y al decir que nos tiramos la papa suave y que la familia de Oriente confecciona un exquisito pastel compuesto de nitrato de potasa, azufre y carbón, se ha hecho relación a los encuentros de las tropas con los insurrectos del Departamento Oriental en los cuales estos han sido derrotados por la fuerza de la pólvora causándole grandes destrozos originando dichos insurrectos un pastel que tiene alarmada a toda la Isla.
Antonio María Aguilera, soltero, de veintitrés años de edad y licenciado en farmacia, también fue apresado por su carácter de editor de La Carabina de Ambrosio, aunque sin mayores consecuencias.
Manuel Hernández fue sometido a proceso y el Licenciado Pedro Fernández de Castro, fiscal de Imprenta, dictaminó lo siguiente:
Que en este procedimiento consta ya de una manera indubitable que D. Manuel Hernández es el verdadero responsable del suelto denunciado. Pero en cuanto a la culpabilidad que por ello haya podido contraer no hay otra prueba que el concepto particular del que suscribe respecto a la significación verdadera de las frases contenidas en dicho suelto, y como las ideas se han emitido allí redactándolo en sentido figurado y el autor en su instructiva da una explicación enteramente distinta de lo expuesto en la denuncia, se hace indispensable, entre el acusado que afirma y el reo que niega el que aparezca en autos el dicho de personas imparciales y expertas que venga a fijar la verdad legal y sirva de fundamento a la petición fiscal definitiva.
En calidad de «jueces neutrales» fueron citados dos redactores, uno de La Prensa, llamado Antonio Morales Rodríguez, y otro por el Diario de la Marina, Antonio de Padua Bosch, quienes informaron que «el suelto […] no desenvuelve una idea de manera que pueda apreciarse con exactitud la intención del autor que desde luego se ve bastante embozada; por lo que no les es dable manifestar la significación exacta de las frases en el suelto contenidas».
La denuncia pasó a otro fiscal de Imprenta, Licenciado Eugenio Arias. Su opinión fue casi coincidente con la emitida por el anterior, pues «aunque pudiera suponerse la contraria» a la explicación dada por Manuel Hernández, «no hay el suficiente motivo ni aún indicios bastantes para dar a sus palabras otro sentido, por más que este sea ambiguo y dudoso […] su significado no ataca ni ofende a institución , autoridad o persona alguna, y aun cuando, como el antecesor del que suscribe, pudiera creerse que las frases “la familia de Oriente” significasen los insurrectos del Departamento Oriental de la Isla, existe el mismo fundamento para suponer que aluden a las tropas que los combaten como dice el procesado». Dictaminó la absolución del acusado, en primera instancia.
El defensor de Hernández Crespo, licenciado Félix Erenchun, solicitó el sobreseimiento de la causa, pero el acusado apeló ante la Audiencia Pretorial, que revocó el auto. Así terminó este juicio, y también La Carabina de Ambrosio, cuyo único número, además del suelto causante de la acusación, contenía artículos variados y poesías, ambos de sabor jocoso, firmados con seudónimos.
Pero ni Hernández Crespo ni Aguilera se amilanaron, pues protegidos por la libertad de imprenta en vigor, publicaron un nuevo periódico: Los Derechos del Pueblo, subtitulado «Segunda parte de La Carabina de Ambrosio y dirigido a los mismos peines», en cuyo único ejemplar publicado, carente de fecha, decían:
Habiendo escapado un tiro por la culata a La Carabina de Ambrosio, periódico inocente que dirigían un par de peines; el Sr. Fiscal les ha hecho pasar un susto de «tres bemoles» y algo más, por cuya razón en su segundo número muda de nombre, llamándose en lo adelante: Los Derechos del Pueblo.
Y a seguidas:
¡Ah! Fiscalito
Qué se va a hacer
Si a Carabina
La quieres prender.
El número está dedicado a atacar al españolizante periódico La Voz de Cuba, dirigido nada menos que por Gonzalo Castañón, fallecido muy pocos años después del incidente antes narrado, y cuya tumba, al decir de los españoles, fue ultrajada por cubanos, entre ellos ocho estudiantes de medicina, que fueron vilmente asesinados el 27 de noviembre de 1871 en la explanada de La Punta.
Sin dudas, los hoy desconocidos Manuel Hernández y Antonio María Aguilera formaron parte de la inmensa legión de cubanos que lucharon, con la pluma, contra el colonialismo español. Si bien se quedaron con su periódico «como la carabina de Ambrosio», fueron fieles a su ideario patriótico.
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