Pablo y Teté, así simplemente, configuraron una de las parejas de novios más populares del Instituto de La Habana, pero digámoslo ya: él era el atractivo y fogoso Pablo de la Torriente Brau, y ella, la no menos atractiva e igualmente fogosa Teresa Casuso Morín, por todos llamada Teté. Tal para cual, diríase, porque integraron un binomio siempre presente en los actos de repudio al gobierno de turno, en cuanta manifestación se organizara, y en cuanta competencia deportiva él, Pablo, luciera sus condiciones de atleta.
Fue aquel un idilio, un romance, un amor bello, siempre juntos, ambos al frente, involucrados en las masivas protestas ciudadanas contra la dictadura de Gerardo Machado.
Se conocieron mucho antes, pero se casaron el 19 de julio de 1930, en la parroquia de Punta Brava, La Habana, donde vivía la familia de ella. Pablo, escritor y periodista, le había dedicado su libro de cuentos Batey, donde se lee «¡Para Teté Casuso, muchacha!»
En adelante, la existencia de Pablo se fragmentará en capítulos definidos: su reclusión política en Isla de Pinos, un período de libertad en Cuba, el exilio político (por dos veces, en Norteamérica).
En cada uno de los capítulos de reclusión tiene a Teté, no junto a sí porque las rejas no lo permiten, pero que le «escribió una carta cada día en los dos años de prisión», como Pablo expresó. En esa, la correspondencia íntima, ella es Milión y otras veces la llama Cion Ciona, Miliciona, Cioncita, etc. Él espera sus cartas, las disfruta y contesta. Este fragmento resume sus sensaciones de recluso:
Aunque hoy no sale vapor para La Habana te escribo siguiendo un impulso natural para librarme un poco de preocupaciones, para quitártelas a ti y para estar un rato en contacto contigo. «En contacto ideológico», ¿te acuerdas? A veces, de pronto, me pone alegre tu recuerdo; pero otras veces, en cambio, la falta de noticias concretas, me anubla un tanto.
Durante su excarcelación, que transcurre en Cuba y es para Pablo un período de intenso bregar político, tiene a Teté nuevamente junto a sí, compartiendo riesgos.
Si de historias de amor se trata, esta de Pablo y Teté da para una película. En 1934 aparece el cuaderno titulado Versos míos de la libreta tuya. Son los poemas escritos por Teté para Pablo. Él escribe en el ocurrente prólogo:
Por lo pronto procede señalar a la posteridad el hecho importantísimo de que Teté Casuso es mi mujer en el lenguaje pequeño-burgués; mi compañera, en dialecto marxista (…) En realidad Teté Casuso es una muchacha loca que hace lo que le da la gana siempre. Cuando era chiquita y ahora cuando es una muchacha que hasta poetisa resultó.
Porque, indiscutiblemente que es poetisa. Bueno, siempre lo fue, desde luego, pero antes no hacía versos. Ahora tampoco los hace ya. Solo los hizo cuando yo estuve en Presidio.
Ella, le dedica el poema «Llama»:
Se han dorado mis ojos con la eterna fascinación del fuego
que me besó en la cara
y estoy vibrante, loca, como la llama.
En el exilio, de agobiante estrechez económica, el estado del espíritu de Pablo, y seguramente el de Teté también, se refleja admirablemente en este párrafo triste, de nostalgia y cálidos recuerdos. Lo hemos tomado de una de las cartas de Pablo desde Nueva York:
Siempre llovizna; siempre frío; siempre humo en la boca, en la nariz… humo por todos los orificios! Es una mierda esto (…) Hay una humedad sucia y pegajosa que pone de mal humor y triste. Hay veces que estoy aburrido sin saber por qué… En resumen, que no cambio el Empire, por un bohío en las lomas del Realengo.
En su novela Los ausentes, publicada en 1944, Teté Casuso narra numerosos pasajes ficcionados de la vida en el exilio.
En agosto de 1936 Pablo de la Torriente emprendió viaje hacia España, convulsionada por una guerra civil fratricida y sangrienta. Pablo, del lado republicano, va con la encomienda de cronicar aquellos sucesos, pero su ímpetu revolucionario lo lleva a integrarse como comisario político a una brigada de combate. Hasta allá Teté no puede acompañarlo, ella lo espera «ciegamente fiada, como en los cuentos azules, en la buena estrella de Pablo», según apunta Raúl Roa, amigo entrañable de Pablo. Pero esta vez el héroe no regresa, cae en Majadahonda.
Después, seguirá siendo Teté portaestandarte de los homenajes póstumos a Pablo, oradora vibrante, depositaria de su documentación, veladora —entre muchos amigos— de su memoria.
Otro amor más que de un plumazo, o más exactamente de un balazo, se transforma en tragedia. Recordémoslo, no obstante, como un amor feliz, siempre joven y alegre, aunque en modo alguno fácil.
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