El escritor venezolano Andrés Eloy Blanco, o simplemente Andrés Eloy, como le llamaban, arribó a La Habana de regreso de Europa, en 1925, cuando todavía era muy joven, con apenas 28 años, aunque lo acompañaba ya el renombre de poeta aureolado por la fama, pues en España acababa de ganar un premio otorgado por la Asociación de la Prensa y además avalado por la Academia de la Lengua.
Los círculos literarios habaneros le abrieron puertas, se le rindieron homenajes y el visitante se sintió a gusto con la hospitalidad criolla. Nicolás Guillén apuntaría que «Andrés Eloy se demoró largamente en La Habana, una especie de reencuentro con su patria, pues aquí halló, porque los hay, muchos de los rasgos poderosos que componen el perfil venezolano».
El diario El País de fecha 22 de agosto de aquel año publicaba por vez primera una larga composición a manera de Carta a Udón Pérez, viejo caudillo de la juventud intelectual zuliana. El poema es crónica de viaje, recuento de vivencias y sobre todo, una bocanada de buen humor:
Coja usted un pedazo de Venezuela, un poco
De nuestra dulce tierra con tres matas de coco,
Unas piñas de Oriente, unas cañas de Aragua,
Un par de caraqueños... y échelo todo en agua,
Y tendrá usted entonces a Cubita la Bella,
Que es más venezolana que el Pasaje Ramella.
Me dirá usted: —La Habana es muy grande—. Es verdad,
Le diré yo: —La Habana es una gran ciudad;
Casas de doce pisos, el Malecón, el Prado
Y los nuevos proyectos que «proyecta» Machado,
Pero el resto es la guasa caraqueña, la guasa
Que nos es tan precisa como un loro en la casa...
Entre 1925 y 1948 Andrés Eloy escribió poemas, pero también hizo muchas otras cosas. Su condición de opositor al gobierno del dictador Juan Vicente Gómez le costó ir a la cárcel; fundó el Partido Acción Democrática; encabezó la convención encargada de restaurar las instituciones democráticas tras la muerte del dictador Gómez y por último fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores durante el muy breve mandato del presidente-escritor Rómulo Gallegos (el autor de Doña Bárbara).
La más conocida de las estancias de Andrés Eloy Blanco en La Habana tuvo lugar a partir de diciembre de 1948, cuando los militares de Venezuela, pisoteando la voluntad popular expresada en las urnas, expulsaron del poder al presidente constitucional Rómulo Gallegos y a los miembros más notables de su gabinete.
Exiliado en La Habana, el poeta ofrecía declaraciones a la revista Bohemia:
Me queda el consuelo de que si en lugar de esas leyes (se refiere a la reforma agraria y a la reforma educacional) hubiéramos promulgado otras contrarias a su contenido, nos habría derrocado el pueblo, o por lo menos nos habría retirado su confianza. ¡Y yo prefiero que la injusticia me derribe a que me abandone la justicia!
Destacado como orador y polemista, la figura política de Andrés Eloy Blanco estuvo asociada a las causas justas, defensoras de los derechos de las mayorías. Su amigo el novelista Rómulo Gallegos lo definió como «el hombre cabal en la hora exigente», elogio muy digno por venir de otro escritor en quien las obligaciones ciudadanas marcharon a la par con las responsabilidades políticas.
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Publicado en el libro La Habana, un buen lugar para escribir, de Leonardo Depestre.
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