Sobre el autor
Ángel Augier Proenza (Central Santa Lucía, 1º de diciembre de 1910 – La Habana, 21 de enero de 2010). Poeta, investigador literario, crítico, ensayista y periodista.
Estas dimensiones de su vida intelectual las resumió el profesor y ensayista Raimundo Lazo cuando escribió que Augier era un «(…) poeta de excelencias de contenido, de tono y de forma (…) crítico de finura y perspicacia (…) investigador al que el método y la ejemplar laboriosidad, lejos de estorbar, favorecen el trabajo inteligente y fatigoso de repasar papeles olvidados, y coleccionar datos de valor histórico.»
Además de autor de una profusa obra literaria que abarcó diversos géneros fue director fundador de la Revista de Literatura Cubana (1982); miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua, correspondiente de la Academia española; miembro del Consejo Asesor del Centro de Estudios Martianos; fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de la que fue vicepresidente y miembro de su Consejo Nacional durante varios años. En 1982 el Consejo de Estado de la República de Cuba le otorgó la Orden Nacional Félix Varela de primer grado.
Como celebración por los 40 años de haberse etregado por vez primera el Premio Nacional de Literatura, galardón que Ángel Augier recibió en 1991 en reconocimiento al conjunto de su obra; y a modo de homenaje en el aniversario de su natalicio este 1º de diciembre, invitamos a la lectura de una selección de su obra poética con las palabras que Agustín Acosta escribiera en el prólogo al primer poemario de Augier publicado en 1932:
Este poeta, cuyos versos leeréis enseguida, es respetable. Apenas cuenta 20 años de edad y es, por esa causa, más respetado todavía. Se sabe embrión de gran poeta y no quiere dejar perder el respeto a su segura jerarquía (…) su actitud jamás carece de elegancia. Como tiene el pudor de su nobleza, la hace artística.
Fragmentos de su obra
Cuba
Cuba, flotante línea suspendida en la punta del agua sin sosiego; llama en el centro de su propio fuego, roja al viento la túnica encendida. Cuba, de amor extiendes tu medida y la sombra sepulta su astro ciego: tu sangre, ardiente luz, es dulce riego para alzar el tamaño de la vida. Marítima y frutal, solar y sola, las olas que establecen tu corola forman, Cuba, coraza a tu alegría. Y en tu carrera de canción y espuma deslumbra a la mirada entre la bruma el fulgor con que en ti florece el día.
El mar
Se ha caído al suelo el Mar. Difícil recogerlo, alzarlo, ayudarle. La masa espesa se mece y se deshace en espuma, en olas; se contrae y distiende, se agita y calma, se enfurece y desborda como en inútil esfuerzo por levantarse. La espesa masa no descansa: moja, hunde, ahoga; su corrosivo hálito de salitre, esa onda salada y húmeda, está ahí siempre incansable, y el espumoso oleaje de gelatina, azogue, agua. Se ha caído al suelo el Mar. Y es difícil asirlo, levantarlo. Quizás sea preferible dejarlo donde está, hasta que pueda alzarse por sí solo. O hasta cuando lentamente se deseque por cansancio. O por aburrimiento.
Si mis palabras…
Si mis palabras pudieran andar descalzas como esos niños indios que van para la escuela. Pies desnudos que saben muchas cosas, que van palpando las asperezas de la tierra, que conocen la caricia cálida del sol y la ternura de las yerbas húmedas del rocío junto con las magulladuras de las piedras y la pintura gris del lodo que la lluvia extiende por calles y caminos. Y saben y enseñan más que todo eso. Humildes plantas campesinas que van rozando la miseria, recogiendo gérmenes de enfermedad y muerte, recorriendo hasta el fondo la injusticia social. Protestas silenciosas que frotan lentas, desesperadas, el pedernal de los dolores colectivos que producirá chispas rebeldes…, Si mis palabras pudieran andar también descalzas… Si pudieran andar con las plantas desnudas por todos los caminos: sucias, magulladas, endurecidas, pero protestas directas y vigorosas, gritando sin retóricas inútiles, sencillas, elementalmente, este dolor enorme, universal y sin fronteras, de los pobres y los humildes, de los que sufren, padecen y perecen bajo el régimen capitalista. Sin mis palabras pudieran expresar de esa manera esta angustia callada donde laten tumultos de los que llevan el peso de todas las miserias sobre los hombros proletarios…
Soneto
Sigo, Amor, con mi júbilo sin bridas por senderos de mieles tu carrera, viajando con tu llama y tus heridas desde el justo contorno de tu esfera. El pulso tengo de innombrables vidas en tu perfil sesgado a tu manera como tu fortaleza tiene asidas las campanas al sol de mi bandera. Por una eterna acariciada llega desnuda y limpia tu figura al filo de mi luz enamorada, y en la ventana azul de mi ventura tu beso, Amor, tu voz y tu mirada velando mi desvelo de ternura.
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