El escritor Hugo Chinea perteneció en sus inicios como creador literario a lo que entonces se le llamó «Literatura de la violencia». Eran los tiempos de la invasión de Girón, luego de las guerrillas de alzados contrarrevolucionarios en el Escambray y otras zonas del país lo que dio lugar a que se escribieran textos que recogieran estos acontecimientos. Hugo estuvo combatiendo con la milicia en el Escambray y publicó en sus inicios títulos «Las trampas del tiempo» y «Los últimos días del presidente». También fungía como periodista: trabajó en la redacción cultural de Prensa Latina y en la revista Cuba Internacional de la que llegó a ser su director y luego fue jefe de la Sección de cultura del Comité Central del PCC, donde nos conocimos personalmente y nos hicimos amigos a razón de convertirme en subordinado por varios años. Después dirigió la Editora Política y trabajó también en la programación de la televisión.
Uno de sus últimos libros titulado Los azules fue publicado por la editorial Capitán San Luis y entre sus características más importantes están las siguientes:
Este texto es una novela política de espionaje, donde se cuenta la historia, por supuesto, ficcionada, de la agresión trujillista contra la revolución incipiente. Está muy bien escrita, con buen manejo del lenguaje, combinando la narración en primera persona del personaje protagónico, con la tercera persona del narrador omnisciente.
Los planos se dan adecuadamente, tiene una buena investigación detrás, un profundo conocimiento de la historia, y a veces adopta un tono testimonial muy realista que hace suponer que el narrador fue testigo de muchos de los acontecimientos que se narran.
Es de destacar también el trabajo con los ambientes, básicamente del Escambray y de la lucha contra bandidos, que tiene mucho de impresionismo y realismo sin estridencias ni apologías, manejando más al ser humano, al cual se trabaja con una serena introspección, desnudándolo y mostrando sus angustias, sus virtudes, y hasta sus bajas pasiones y frustraciones.
Tiene mucha garra, al punto que cuando se empieza a leer no se puede abandonar el texto, y casi que se lee de un tirón. También posee la virtud de abordar una época poco divulgada y conocida, que como toda obra humana tuvo sus glorias y sus equivocaciones, pero que el enemigo nos la está tergiversando y escribiéndola a su antojo. El final está muy bien logrado, tiene mucha fuerza y convence, atrapa, te obliga a reflexionar, y termina con un enigma que se destapa de pronto, lo cual realmente asombra, como le pertenece a toda buena obra de este estilo literario.
Considero este un trabajo adecuado y que en estos días valdría la pena darle una amplia divulgación entre el público lector cubano. Decía Martí que «la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida» y considero que Hugo cumple con este lúcido pensamiento del Apóstol, y que por ello seguirá viviendo entre nosotros a partir de la lectura de sus obras, que quedan para ser leídas y evaluadas por generaciones posteriores.
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