
Quien hurgue en las historias de los pueblos y ciudades cubanas hallará no solo un sinfín de anécdotas y leyendas, sino también un buen número de personalidades de trascendencia que van desde el ámbito meramente local hasta el nacional y, por qué no, el internacional.
La ciudad de Sagua la Grande, al norte de la provincia de Villa Clara, puede preciarse de ser la cuna de varios cubanos ilustres. Sin ahondar mucho y con el riesgo de que alguno se nos quede en el tintero, recordamos entre los sagüeros célebres al pintor Wifredo Lam, al ensayista y escritor Jorge Mañach, al bolerista Antonio Machín, al artista plástico Alfredo Sosabravo, al compositor y director de orquesta Rodrigo Prats. También, ahí, por su labor sostenida durante años y su contribución al mejor conocimiento de la historia de la región cabe mencionar a Antonio Miguel Alcover y Beltrán.
La historia de las localidades cobró auge desde los inicios del siglo XX y tal vez desde antes. Es parte del orgullo propio de los ciudadanos y en tal sentido resultó muy pródiga la labor de Alcover y Beltrán, quien nació el 28 de mayo de 1875 e hizo estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara, para después cursar cuatro años de la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana.
Con el estallido de la Guerra del 95 emigró a México y desde la vecina nación colaboró en la prensa revolucionaria de allí al servicio de la causa insurrecta, en Las Selvas Cubanas y Grito de Baire, editados ambos en Veracruz, al tiempo que además lo hacía en publicaciones de Ciudad México, entre ellas Diario del Hogar, El Continente Americano y La Libertad, por lo que su labor periodística llegó a ser conocida en diversos ámbitos del país de los aztecas.
Una vez que regresó a Cuba, ya firmada la paz, desempeñó cargos en diversas secretarías hasta que finalmente ingresó en el Cuerpo Consular acreditado en el exterior y viajó a Europa en 1902.
Fue codirector de Sagua Ilustrada y colaboró en publicaciones como Cuba y América, El Triunfo, El Fígaro, El Mundo, Cuba Ilustrada, Boletín del Archivo Nacional (dirigido por él entre 1911 y 1912) y en el Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid.
Entretanto, la producción de Antonio Alcover y Beltrán empezó a nutrirse de sus primeros títulos: El periodismo en Sagua. Sus manifestaciones (Apuntes para la historia del periodismo cubano), de 1901; Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, 1905; La inundación de Sagua la Grande en los días 16 y 17 de junio de 1906, 1906; La Villa de Sagua la Grande (República de Cuba), 1906.
La bibliografía de Alcover y Beltrán incluye además otros títulos referidos a temas latinoamericanos y biográfico ensayísticos, por lo que resultó de mucha utilidad para sus conciudadanos. Entre su papelería quedó inédita una Cronología de la guerra hispano-yankee.
Perteneció a instituciones históricas y geográficas de Estados Unidos, Venezuela y México, y en 1911 se le nombró jefe del Archivo Nacional. Antonio Miguel Alcover y Beltrán murió en La Habana el 15 de febrero de 1915.
Los 150 años de su nacimiento se nos antojan un «pretexto» para evocar al laborioso historiador y periodista sagüero.
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