Aperturas de la esclavitud es un libro cuya selección y prólogo se le debe a la Dra. C. Mildred de la Torre Molina, Premio Nacional de Historia, y que fue publicado por la Editorial Oriente en el año 2019. La problemática de la esclavitud ha sido abordada desde diferentes aristas por la historiografía insular a partir del siglo XIX. Los libros de José Antonio Saco y de Francisco de Armas y Céspedes fueron fundacionales. Mientras que, estudios como Los negros de Antonio Bachiller y Morales o Los ñáñigos: su historia, sus prácticas y su lenguaje con el facsímile de los sellos que usa cada uno de los juegos o agrupaciones folleto aparecido en 1882, no se detuvieron en la historia del comercio de esclavos, sino en la difícil inserción de los mismos en los procesos culturales de la Isla. El camino ha sido largo en esto de investigar y estudiar la presencia del negro en nuestra historia. Y, desgraciadamente, no han faltado posturas paternalistas, complacientes y hasta discriminatorias. Por lo demás, no faltan zonas todavía en conflicto como la llamada guerrita de 1912.
A partir de la década de los ochenta del siglo pasado, después de un período de inquietante silencio, volvieron a tomar fuerza las investigaciones acerca del componente africano en nuestra historia. Se destacan, entre otros, en el terreno de la historiografía, los estudios de María del Carmen Barcia, Aisnara Perera, María de los Ángeles Meriño, Elda Cento, Mildred de la Torre, Gloria García, Mercedes García, Olga Portuondo, al lado de historiadores de origen cubano fuera de la Isla como Ada Ferrer y Alejandro de la Fuente. Todos ellos continuadores de la obra de Fernando Ortiz, Juan Pérez de la Riva, Manuel Moreno Fraginals y Pedro Deschamps Chapeaux.
Aperturas de la esclavitud puede considerarse, desde esta amplitud de miras, un libro clave para la historiografía cubana actual. Aperturas, en efecto, hacia aspectos todavía poco estudiados de la esclavitud y de sus consecuencias para la sociedad insular hasta hoy. Para Mildred de la Torre, en tanto compiladora, la esclavitud debe verse desde una mirada múltiple, compleja y desde perspectivas no sólo chatamente económicas, políticas, sociológicas, etc., sino con un carácter sistémico que rebasa los límites de Cuba, el resto del Caribe y el continente. Ese es el valor fundamental del trabajo llevado a cabo por la compiladora quien enseña a los lectores cómo quedan zonas de silencio que solo podrán llenarse desde la auténtica investigación y la cultura.
La visión de género y su relación con una Habana emergente son presentadas por Oilda Hevia Lanier. Heredera de las lecturas de Pérez de la Riva y Deschamps Chapeaux, la autora establece para su análisis el diálogo necesario de la Isla con la historia de África. Solo desde esa óptica puede entenderse la conducta y la sicología social del sector femenino, esclavo o no, en la Isla. A veces se olvida que:
En los barcos negreros, quizás sus cuerpos viajaron desnudos, pero sus cabezas venían llenas de todos esos conocimientos y prácticas adquiridos en sus tierras. Una vez en La Habana, demostrando la gran capacidad de readaptación a otras realidades que también caracterizaba a los africanos, lo que hicieron fue aprovechar la falta de otros competidores y lo propicio del contexto urbano para poner de manifiesto, aunque con nuevas formas, unas habilidades que en muchos sentidos ya tenían.[1]
Mercedes García Rodríguez demuestra cómo la trata negrera y su sistema de asientos es el resultado de todo un sistema, no solo económico, sino también de prácticas de corrupción que tocaba a toda una sociedad más allá de la Isla. Este es un estudio sobre las compañías negreras que convirtieron a Jamaica y a Barbados en almacenes de seres humanos. Compañías que en realidad tenían objetivos más capitalistas, por lo que sacaban de la trata el dinero necesario para otros intereses. De ahí que la trata, no solo fue traer esclavos a Cuba y a otras partes de América y el Caribe, sino también un triste negocio mayor.
Elda Cento Gómez investigó la compleja situación del abolicionismo en el viejo Puerto Príncipe. No se centró su estudio solo en los documentos históricos, al contrario, sino que se apoyó también en parte de la producción literaria y periodística de la región. Por tanto, la sociedad principeña emerge como todo un conjunto de redes culturales donde queda mucho por develar.
Olga Portuondo y María del Carmen Barcia ofrecen textos acerca de períodos y conceptos históricos que son necesarios tener en cuenta a la hora de emprender otras investigaciones. La primera advierte cómo las contradicciones entre la aristocracia criolla no pueden concebirse como un todo homogéneo ante las presiones de la oligarquía española en relación con la esclavitud y tampoco se puede continuar con la falsa convicción de que los libres de color vivían indiferentes o ignorantes de esta situación de la esclavitud. España, incapaz de percatarse de que ese no era el camino, llevó a ambas fuerzas sociales a unirse en la lucha por la independencia.
Por su parte, la Barcia precisa la necesidad de ahondar en el estudio de los emancipados en la Isla donde los estudios apenas si comienzan. Su propuesta es la de hacer una periodización que servirá para visualizar los diferentes momentos a tener en cuenta a fin de entender este concepto en Cuba. Esa es la razón por la que concluye su texto con una afirmación que queda abierta: «Decir que los emancipados no eran libres ni tampoco esclavos es como dejarlos en el vacío, algo similar a un purgatorio infinito; mucho más preciso es considerar que hasta 1870 fueron esclavos encubiertos del Estado, un remedo de lo que antes habían sido los esclavos del Rey».[2]
Mildred de la Torre cierra con su ensayo «Post scriptum. Acercamiento a la obra inédita de Gloria García sobre la esclavitud». Este no es un trabajo donde simplemente se comenten los enormes aportes de Gloria García a los estudios acerca de la esclavitud. El acercamiento de Mildred de la Torre es realizado desde el respeto, la admiración, pero también desde el conocimiento cabal de la obra de Gloria García. Solo así se podía hacer una lectura analítica de estos textos inéditos. La autora de este ensayo deja, pues, claramente expuesto con este cierre su concepto de aperturas a un tema como la esclavitud. Hay que abrirse desde el punto de vista no solo historiográfico, sino a la vez cultural. La investigación y el conocimiento no pueden ser parcelarios. Con razón Mildred de la Torre, al caracterizar a Gloria García, toca las urgencias de la historiografía cubana actual:
Gloria no se detuvo en una determinada parcela del conocimiento, albergó las ciencias sociales en su totalidad. Se apasionaba por la historia cultural, y sus métodos y teorías, así como la de los conceptos. Lo interesante del asunto es que lo aprehendido se apreciaba automáticamente, de forma creadora, en lo que escribía. Se trataba de un ejercicio continuo de recepción y aprendizaje, en el volcaba sus ideas propias y profundas, con la vehemencia del profesional consumado, en múltiples cuartillas sustentadoras de su inmanente diálogo con la creación científica. Entre su papelería están sus monólogos con la historia y la filosofía.[3]
Sirvan estas aperturas para mirar el pasado y el presente de una de las zonas más difíciles y duras de nuestra historia. Ese ha sido el propósito de Mildred de la Torre y lo ha logrado con creces.
[1] Oilda Hevia Lanier: “Esclavitud, género, ciudad”, en: Mildred de la Torre Molina (Compiladora). Aperturas de la esclavitud. Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2019, p. 35.
[2] María del Carmen Barcia: “Consideraciones historiográficas en torno al estudio de los emancipados en Cuba”, en: ob. cit., p.156.
[3] Mildred de la Torre: “Post scriptum. Acercamiento a la obra inédita de Gloria García”, en: ob. cit., p. 281.
Visitas: 63
Deja un comentario