El año 2020 ha constituido una etapa de grandes desafíos para la nación cubana por la pandemia de la covid-19 que nos ha afectado por más de 7 meses y originó la urgencia del rediseño de la vida nacional en todos los órdenes, incluida, por supuesto, la cultura. Los cursos, conferencias, presentaciones de libros, actividades de las más diversas orientaciones tan generalizadas en nuestra vida cultural, hasta modos de leer en formatos tradicionales fundamentalmente, se han transformado adecuándose a los tiempos que se viven y han cumplido con su cometido para mantener a la nación activa en este campo.
En la Jornada por la Cultura Nacional la Cátedra honorífica Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, dirigida al estudio de la poesía, y de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, que cada año desde que está constituida, ha celebrado el natalicio del poeta con cuyo nombre se honra, en esta ocasión se vio impedida de celebrar los coloquios, lecturas de poesía y actividades que han venido convirtiéndose en habituales cada año, se suma hoy a la celebración de tan importante conmemoración nacional, aprovechando las plataformas digitales para departir sobre algunas consideraciones en torno a las relaciones entre poesía, identidad, imaginario y nación desde textos seleccionados de un grupo de poetas representativos.
Desde el poeta José María Heredia que en su lírica funda la literatura nacional cuando expresa sentimientos, reconoce espacios y legitima símbolos cuyo valor se han mantenido y consolidado a lo largo del tiempo, la unidad poesía y nación han venido de la mano a lo largo de los siglos. No puede olvidarse que en su visión de las cataratas del Niágara, naturaleza desbordada en sus fuerzas elementales, sensible a tono con los sentimientos del poeta, tras la caída arrebatada del agua, el poeta ha visto una palma, con lo que legitima para la posteridad uno de los símbolos de la nación cubana.
Tan grande resulta el impacto de sus visiones para la posteridad que uno de nuestros más entrañables poetas, Jesús Orta Ruiz recoge muchos años después, en su poemario titulado Paisaje Natal (1995) un texto que denomina Herencia y que dice:
Siempre a mis alrededores
las palmas crecer me vieron:
nodrizas que me ofrecieron
las nanas de sus rumores.
Las amé con los amores
más raigales de mi ser:
y por nacer y crecer
en su dulce compañía
tengo la melancolía
de ellas al anochecer.
Desde el texto que hemos presentado se aporta un nuevo acercamiento a ese símbolo nacional, en este caso, unido a las visiones personales entrañables que acompañaron al poeta en su natal terruño de San Miguel del Padrón, en época pasada zona rural devenida hoy citadina, en virtud del crecimiento urbano hoy de nuestra capital. Pero la originalidad de Naborí no puede escapar a nuestra lectura, la asociación legitimada por Heredia de palma-melancolía, añoranza, la recupera Orta Ruiz imprimiéndole un valor agregado: la visiones y vivencias de la mirada del niño, sensible al rumor del aire que mueve sus alas.
Antes, en Estampas campesinas (1939-1955) había trabajado el tema en un poema que tituló La Palma en el que, sin repetirse, nos daba otra arista original, personal del símbolo referido. Nos encontramos con algunos recursos expresivos del más culto origen, que apuntan al enriquecimiento del imaginario poético de la nación desde otras percepciones, sin abandonar su sentido de lo cubano desde lo entrañable, lo sensorial, de lo que está más allá de lo aparencial, ni renunciar a la perfección formal que cada poeta busca, pero que muchos no encentran. Escribió Naborí en el ya lejano 1939:
Palma, violín de la brisa
que como un arco te toca,
si Cuba tuviera boca
serías tú su sonrisa.
En tu arrogancia mambisa
dominadora del llano,
algo así como la mano
cordial de tu clima rico,
moviendo está un abanico
en el rostro del verano.
Sirvan estos textos para recordar a un poeta culto, excepcional, parte entrañable de la nación cubana, como reconocimiento a sus aportes al imaginario poético de la patria en una jornada como la que celebramos por estos días.
Veamos parte de las visiones de otro de los grandes, el poeta avileño Roberto Manzano Díaz (1949) uno de nuestros creadores a quien le correspondería muy merecidamente el Premio Nacional de Literatura, autor de una obra muy diversa, rica, madura, entrañablemente cubana también, cuyo estudio nos parece merecería nuevas miradas más atentas, además, brillantísimo profesor, teórico de la poesía iluminando aristas muy poco exploradas de caminos semióticos y filosóficos sobre el significado oculto de la poesía, Maestro reconocido de las nuevas hornadas de poetas para quienes siempre guarda un mensaje de aliento y una enseñanza, promotor cultural, antologador y, probablemente lo más valioso de sí: la humildad como ser humano y su inmenso saber.
Cuba ocupa un espacio singular en su poesía, nos brinda en ella una imagen original y una captación del espacio rural que destaca sobre todo en una época que ha venido privilegiando el espacio urbano. Dice el poeta avileño en uno de sus textos más entrañables, aquellos que usted lee a los estudiantes en un aula y percibe un silencio vibrante de reconocimiento a la obra de un poeta del que probablemente jamás hayan oído hablar, pero que con la fuerza de las imágenes los ha ganado a todos.
Construyó Manzano dentro de la poesía neovanguardista un nuevo espacio: la sabana, queda legitimada en su canto a ella cuando expresó:
I
Mi ojo
es un vidrio
negro de presencias.
Recorro la piel y el pasaje de los míos
y los míos se presencian en la corteza.
Desde las raíces
viene la púrpura de la rosa.
Desde la tierra fresca de diciembre
suben los deliciosos cristales de la caña.
Las palmas cantan con el viento
en que habla el espartillo
y en que se rizan las espumas.
Todo se tiende los brazos por debajo,
todo se saluda por encima.
El aire es uno
y una nuestra vida.
Aquí te dejo,
bóveda clara de mi cielo,
este surco de mi arado.
Aquí doy el río insomne de mis venas.
Aquí recojo el calor de las huellas
que los míos ofrecieron a mi sangre.
Soy porque fueron.
El aire está habitado de corrientes,
nunca los caudales se remansan,
y viene el fuego de una mano a otra
como una alegre centella compartida.
Es la invisible población del río,
El rastro de la vida próxima.
Este es el saldo para guardar lo florecido.
Mi ojo
es un vidrio
negro de presencias.
Es la primera parte de su extenso y vibrante Canto a la sabana (1973), todo una recuperación de la naturaleza virginal, del entorno rural, desde una visión entrañable que renuncia a lo aparencial y ve en busca de expresar lo que está más allá de lo exterior. Es un canto a Cuba, a la Cuba que el poeta ha visto con sus ojos y está interesado en preservar.
Dice Manzano en la parte 8 del mismo poema:
…Sabana,
Patria de mis ojos,
Desembarazado fulgor;
Sabana,
Espartillo y corojo en la distancia;
Saltanejo,
Cielito cojo bajo el yerbajo;
Palma cana
Movida por los vientos que pasan.
La tierra,
La hora justa de mi tierra,
La sangre insomne de mi tierra,
La brisa garrida y triste de mi tierra,
Es mi legítimo orgullo.
Sabanas de mi patria,
Fijas de deslumbre y tersura, altas
En el diapasón risueño de la brisa;
Sabanas, las más hondas
Del hombre que las secunda y enarbola,
Madera de pura llanada,
Labranza segura del futuro…
Aquí está mucho de lo original, de lo legitimador, lo identitario del entorno rural pero expresado desde una poética muy original desde todas las aristas. El poeta no teme emplear términos muy al uso de su Ciego de Ávila natal y de cierto sector del campo donde, como en Camagüey, se conservan expresiones y términos que solo vienen subsistiendo allí. Piénsese en espartillos, saltanejos, corojos, jáquimas, llanadas.
Pero no se piense que la conformación del imaginario poético nacional solo se ha construido a partir del campo, no obstante resultan imprescindibles poemas como La Zafra, de Agustín Acosta con su memorable canto de denuncia antimperialista contra la penetración yanqui en la industria azucarera, presentes en los libros de texto tradicionales de la escuela primaria cubana, también destacadísimo espacio ocupan las visiones urbanas del Vedado, La Habana, en la poesía de Dulce María Loynaz, los poemas negristas de Ramón Guirao, José Zacarías Tallet, Nicolás Guillén, donde hay una estetización del solar capitalino, música, baile, cultura y moradores; las imágenes construidas desde lo entrañable de la Calzada de Jesús del Monte, escritas por Eliseo Diego, poeta del que acaba de celebrarse el centenario de su natalicio, o los poemas que conforman Trópico (1930), de Eugenio Florit, donde se trabaja el paisaje cubano desde un tratamiento temático y formal de la décima, inscrito en las estéticas vanguardistas, sin renunciar a visualizar parcelas definidoras de la nación. Así se expresó el poeta en uno de esos textos antológicos:
6
Chirriar del grillo apresado
en ruedas de la carreta,
gira volcando en la veta
del camino, verde prado.
Surge al fin, término ansiado,
máquina devoradora;
desmenúzanse en su hora
grumos de verde hecho nieve
y en bocas abiertas llueve
la blanca ilusión traidora.
También las maneras de ser del cubano, su ontología, han tenido su espacio destacado a lo largo de la construcción del imaginario poético de la nación. Sirvan de referente un texto que indaga sobre el destino, el olvido y el tema universal de la muerte, estructurado en la más culta de las estrofas: el soneto. Escribió el Indio Naborí:
IX
Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
me llevará, y el mundo en que he vivido
se olvidará de mí, pero no tanto
como yo mismo que seré el olvido.
Olvidaré a mis muertos y mi canto.
Olvidaré tu amor siempre encendido.
Olvidaré a mis hijos, y el encanto
de nuestra casa con calor de nido.
Olvidaré al amigo que más quiero.
Olvidaré a los héroes que venero.
Olvidaré las palmas que despiden
Al sol. Olvidaré toda la historia.
No me duela morir y que me olviden
sino morir y no tener memoria.
A manera de conclusión:
Hemos intentado acercarnos, al menos brevemente, a la construcción del imaginario poético en autores seleccionados que han conseguido mucho mérito en dar una imagen entrañable, que superara lo aparencial de Cuba, su paisaje, hombres y modos de ser.
Al hablar de imaginario nos referimos a una construcción intelectual subjetiva, selectiva, intencional, desde la perspectiva personal de un creador, autor, de una imagen del mundo a partir de aspectos que se encuentran más allá de lo aparencial, lo exterior, de lo externo. Es un acercamiento a lo material objetivo, pero seleccionando desde lo entrañable, lo sensible, lo sentido, lo representativo. La imagen que nos trasmite el poema no es el mundo que está frente a sus ojos, sino otro nuevo armado desde procesos ficcionalizadores, desde su mundo subjetivo para engarzarlos desde su subjetividad.
Al proceso múltiple y complejo anterior hemos tratado de acercarnos y reflexionar sobre algunas de las múltiples miradas de lo cubano desde una selección de autores y textos poéticos que muestran la Cultura nacional como el imprescindible hoy, probablemente como nunca antes, escudo y espada de la nación.
Bibliografía:
- López Lemus, Virgilio (1999) Doscientos años de poesía cubana. Antología poética. La Habana: Casa Editora Abril.
- ___________________ (2016) Métrica, verso libre y poesía experimental de la lengua española. Sancti Spíritus: Ed. Luminaria.
- ___________________ [comp.] (2003) Órbita de Eugenio Florit. La Habana: UNEAC.
- Manzano, Roberto (2010) El bosque de los símbolos. Patria y poesía en Cuba. Siglo XIX. La Habana: Letras Cubanas. (tomo I).
- ____________________ (2005) Encaminismo. Poesía escogida (1970-1999). Camagüey: Ácana.
- ____________________ (2013) La piedra de Sísifo. La Habana: Sur editores.
- Orta Ruiz, Jesús (1999) La medida de un suspiro. (Estampas campesinas y otras décimas). Las Palmas de Gran Canaria: Ed. El Museo Canario. Frente de afirmación hispanista.
- ______________ (2012) Una parte consciente del crepúsculo. La Habana: Sur editores.
Nota sobre el autor:
Gerardo C. García Barceló es presidente de la Cátedra honorífica Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, dirigida al estudio de la poesía, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona y de la sección de Educación de la Sociedad Económica de Amigos del País.
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Apuntes literarios…de Gerardo C. Garcia es un excelente acercamiento a la relación ideario poético y lo cubano en la poesía o lo que es lo mismo la relación entre lo subjetivo y lo objetivo, lo interno y lo externo, Es una muestra de cómo han ido surgiendo los simbolos cubanos en la poesía.
Siempre es un placer beber de la fuente inagotable de los conocimientos del profe Gerardo, sepa que a pesar de que nos aislen mil pandemias esta, su más fiel discípula siempre le sigue.