La vocación poética exige mucha voluntad. Con frecuencia solo pensamos en el talento cuando nos referimos al desarrollo de esta inclinación artística, y olvidamos el extraordinario papel que juega la voluntad en la realización de estas disposiciones y sueños. Sin voluntad acerada no hay ni formación legítima del gusto, ni cuajado natural de las facultades expresivas, ni ejecución verdaderamente terminada, ni destino que pueda ofrecer materializaciones dignas.
El arte tiene sus héroes y sus mártires. Culminar con decoro una sólida entrega subjetiva para la comunicación social es una hazaña indudable, tan grande como construir una basílica en medio de una ciudad poblada. La cultura es una ciudad simbólica, una polis evanescente, y el poeta es un sujeto de cultura que ha de poseer un sentido arquitectónico a prueba de balas, de absurdas incomprensiones, de irracionales desdenes, de olvidos y fracasos demoledores. Si no hay voluntad, además de talento, no se puede colocar ni una sola piedra de esa rara basílica.
Durante años, explorando y gustando la misteriosa poesía cubana, he tocado los versos de hombres y mujeres de esta país que han soñado con construir los invisibles edificios de la comunicación lírica. Hombres y mujeres de todas las edades, con destinos ya cerrados o que apenas germinan, orientados a los más sinfónicos pareceres, y he comprendido la grandeza de esta vocación y su arrasador compromiso con la existencia individual y colectiva. En diversos sitios, por plurales motivos, he ido dejando constancia de mis impresiones acerca de aquellos con los que he tenido la ventura de conocer y valorar sus versos.
LA CONTRAÍDA SORPRESA DE LA POESÍA
La poesía de Ketty Blanco Zaldívar es de una síntesis sorprendente en persona tan joven. No reduce lo que quiere expresar: no lo mutila, no lo suspende. Lo ciñe tan diestramente, que se conquista entonces una singular eficacia. La compresión de sus versos es concisión, no pobreza. José Martí decía que sintetizar es vigorizar. En sus poemas se cumple uno de los procedimientos básicos de todo arte: la elipsis. La elipsis es la clave de la sugerencia. Es quitar para poner. En sus versos lo dicho no es más que el zócalo del obelisco. Pero el obelisco no falta, como una indudable sugerencia del zócalo. Ketty Blanco cree en que la poesía lírica es la comunicación económica de un raro estado del espíritu, y solo trasvasa hacia la página en blanco estos momentos de extraña temperatura en que parece que lo cotidiano alcanza un escorzo revelado, un perfil de línea discursiva. Acaso sin saberlo, hay en su actitud artística mucho de monje zen, de meditador que da de pronto con el vacío del destino. Lo plausible es que nazcan de esa actitud piezas válidas, no supercherías orientales, no trocitos de espejos, no quebraduras de la retina ensimismada. A pesar de la rapidez de elocución de sus versos, la mente queda demorada, contemplando lo dicho, como en un ejercicio de reconocimiento que resulta muy difícil de alcanzar en la comunicación con palabras, y que la pintura logra con mayor velocidad, sobre todo la asiática. Cada tipo de poesía reclama un modo específico de leerla, y el lector tiene ante los ojos un pequeño conjunto de poemas que exigen una manera especial de conducirse en la lectura. Al término de la operación, verá el lector cómo la elipsis se despliega y comunica un mundo.
Ketty Blanco Zaldívar (Camagüey, 1984). Egresada del Curso de Narrativa del Centro Onelio Jorge Cardoso. Graduada del Diplomado Historia y práctica de la creación poética. Ha publicado varios libros de poesía.
UNA VIDA DELINEADA POR LA POESÍA
La poesía de Ángel Augier, estrenada en el meridiano de la vanguardia, rápidamente se encentró sobre su decir propio, después de una breve aventura iconoclasta. Prolífico, de voz discreta, de aguda percepción, versátil en las formas, escribió a lo largo de una fructuosa existencia su crónica de lo íntimo y lo público con suficiente dignidad artística y autenticidad humana como para ocupar un sitio incuestionable en nuestro decurso lírico. Dúctil en el decir, flexible en el desenvolvimiento de su mundo interior, trabajó con acierto las resonancias históricas y los acordes personales más íntimos. Con amorosa atención observó nuestros árboles, nuestros elementos físicos, nuestra naturaleza, sin la más mínima sombra tradicionalista, sino con la juventud expresiva de lo que se personaliza por sutiles demandas espirituales. La vida económica de nuestro drama rural, las plantaciones, puertos y pequeñas ciudades antillanas, el devenir épico de la isla, los espacios lejanos visitados, y tantos pormenores de su avisada existencia, encontraron siempre en sus páginas un eco colorido y atento. Proverbial por su extraordinaria capacidad de trabajo, ordenó para las generaciones de lectores cubanos amantes de la poesía las obras de nuestros clásicos, como Heredia y Guillén. Compañero de luchas del segundo, a quien dedicó una faena investigativa, biográfica y crítica ejemplares, fue testigo y participante de todos los acontecimientos culturales y sociales más significativos de nuestro siglo xx.
Ángel Augier (Central Santa Lucía, Gibara, Oriente, 1. 12. 1910 -La Habana, 20. 1. 2010). Premio Nacional de Literatura 1991. Algunos de sus libros de poesía son: Uno, prólogo de Agustín Acosta, Editorial El Arte, Manzanillo, 1932; Isla en el tacto, Ediciones UNIÓN, La Habana, 1965; Poesía 1928-1978, Ediciones UNIÓN, Ciudad de La Habana, 1980; Arbolario, Editorial Sanlope, Las Tunas, 1989; Las penúltimas huellas, Ediciones Holguín, Holguín, 2000.
LA TEATRALIDAD DE LA PROSA POÉTICA
La poesía de Irasema Cruz ocurre en una circunstancia que al referirse se transfigura, y en la que el sujeto no encuentra asideros, sino un deslizamiento proteico que revela la inutilidad de buscar una identidad estable. La complejidad psicológica de sus textos es de una coherencia tremenda, que muestra la organicidad de su mirada y la persistencia del método de trascripción de lo visto. De modo continuo el sujeto se averigua, y se ve obligado a relaciones con seres cercanos o lejanos, y con espacios que se facetan de modo líquido, pero no para deformar espejos, sino para moverse aceleradamente hacia algún punto a través de una pantalla ebria. Todo esto lo copia en palabras con suma fidelidad, y la palabra-dragón que es cada título funciona como vértice semántico del turbión febril que es la aventura de vivir. No hay contaminaciones discursivas: su método es omnipresente, y deja al lector dispuesto y predispuesto: la riqueza metafórica consiste entonces en burlar estas expectativas del lector, aunque se conserve el mecanismo de fondo. Cuando uno evoca la tradición mundial de la prosa poética, que tiende a ser descriptiva o narrativa —dentro de la atmósfera misteriosa y onírica, casi de auto sacramental, en que nació la prosa poética—, se asombra de que aquí se conserve lo descriptivo y lo narrativo, pero que secretamente reine lo dramático, lo escenográfico, lo espectacular, la oniria como una puesta en escena. Entre los últimos cultivadores de la poesía en prosa, los textos de Irasema Cruz ofrecen una indudable singularidad.
Irasema Cruz Bolaños (La Habana, 1971). Poeta, promotora, actriz. Recibió el Diplomado Historia y práctica de la creación poética. Ha publicado varios libros de poesía.
CONFRONTAR LA CIRCUNSTANCIA
La poesía de Lionel Valdivia Aguiar es de mucho aliento, y de notable osadía para la elaboración subjetiva de grandes asuntos. No teme enfrentarse a las atmósferas dramáticas de nuestra sobrevivencia, de nuestro enhebrarnos al mundo desde el adentro más doloroso y sensato. Siente con fuerte resonancia el escándalo de los orbes que se cambian dentro de nosotros mismos sin que los oídos comidos por la angustia diaria se percaten apenas de estas sacudidas tremendas. Pero el poeta, que es que el que ve y oye en lo oscuro, el vigilante que rinde testimonio, puede cantar —a pesar de las duras travesías—desde los puentes que enarcan subrepticios las honduras de nuestra existencia nacional. Un hombre solo vale mucho cuando sintetiza en él su comunidad histórica. Y un poeta adquiere una voz especial, como vibrante y profética, cuando a través de lo que ha vivido y vive retrata lo esencial demográfico, el epos sumergido, el ethos de una comunidad que anhela mejor vida. La poesía de Lionel Valdivia Aguiar emana de esos veneros, borbotea de esas mágicas fuentes, salta sobre la luz donde todos los seres buenos nos juntamos a concertar la poesía y la verdad. Aún es joven, y a veces las palabras devoran y suplantan a las imágenes, pero vendrá día de perfecto dominio, y para ese día queremos que se vea hoy ya la calidad indudable de su poesía ofrecida, que forma parte de la vanguardia lírica recién estrenada.
Lionel Valdivia Aguiar (Camagüey, 1975). Poeta y narrador. Ha obtenido múltiples premios. Algunos de sus libros de poesía publicados son: Desde los puentes, Travesía hacia el naufragio, Los puertos del silencio.
(Párraga, noviembre del 2020)
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Manzano, querido Poeta, te amamos! no solo por tu propio quehacer lírico, que de por sí es impersionante, sino por esa humilde ¡grande! labor de promocionar, dialogando