Nada para visualizar por dentro a una sociedad, un país, una época, como seguir con los ojos del espíritu a un conjunto grande de sus poetas. Los poetas son organizadores de las emociones colectivas, y sin que nadie les dé órdenes o los gratifique por la representación, crean un mural portentoso e invisible donde queda registrada en sus más agudos pormenores el alma de una totalidad humana. Antes que los científicos sociales o los encuestadores de oficio, los políticos espontáneos o los cazadores de tendencias puedan radiografiar una realidad gregaria, la soledad del poeta capta los más hondos sacudimientos con imágenes de radioso misterio o de vigorosa confluencia simbólica. Leyendo poesía en abundancia y con la mayor diversidad se obtiene un conocimiento especial que no puede ser obtenido de otro modo. Solo que hay que saber leer cognoscitivamente la poesía, como un enunciado insondable y saturado de honradez.
LAS GANANCIAS POÉTICAS DEL ESPEJO
La poesía de Felipe Pichardo Moya actuó vivamente en su tiempo, moviéndose hacia direcciones productivas. El posmodernismo, la vanguardia, el negrismo, la poesía social —algunas de las principales directrices estéticas de su momento— atravesaron su breve producción lírica. Autor de piezas que no deben faltar en un florilegio de principios del siglo XX en Cuba, ilustra con vehemencia la búsqueda que caracteriza a los legítimos talentos. Creador de obra escasa y desigual, siempre exhibe un gran desembarazo estilístico e ingeniosidad en sus perspectivas temáticas. Cribada y bien apuntada críticamente, su obra poética merece ser más conocida por los lectores actuales. En algunos textos dejó triunfos expresivos de interés colectivo, o impulsó búsquedas que en otros alcanzaron cuajado mayor.
Felipe Pichardo Moya (Camagüey, 1892-La Habana, 1957). Autor de la edición y el estudio crítico de Espejo de paciencia (1942), de Silvestre de Balboa, y del ensayo La cubanidad en nuestra poesía anterior a Heredia (1949). Considerado uno de los precursores de la poesía negrista en Cuba. Algunos libros de poesía suyos son: La ciudad de los espejos y otros poemas (Imprenta Gutenberg, Camagüey, 1925) y Canto de isla (Úcar, García, La Habana, 1942).
UN ESPACIO PARA FUNDAR LA VIDA
Agnes Fong Lucero escribe una poesía centrada en la experiencia. Escribe viviendo, sometiendo la vivencia a una decantación súbita, registrando los depósitos de vivir, macerando a viva enumeración el ensueño y la esperanza. Al penetrar en lo vivido somete los sentimientos al ojo escrutador, suspende las frustraciones bajo una implacable distancia, generaliza lo que ha sido suceso incanjeable de su destino y el verso adquiere la sabiduría de un cortante y lúcido testimonio. Al leer sus textos se marcha con ella de suceso en suceso, asimilando sus hondas impresiones, vibrando con los pensamientos suyos, que plasman su vida íntima y la de todos nosotros que nos vamos o nos quedamos sopesando al inevitable destino. Es un viaje largo que hemos emprendido, y que los poetas cantan con tajantes palabras, dolorosas en su reciedumbre y ternura. Todos nos podemos identificar con sus palabras, porque ya vamos hacia donde no se sabe con nuestro meditativo nervio transeúnte. Hay que tener un espacio, nos avisa la poesía de Agnes Fong, pero también nos dice que debemos luchar por el brío interior de nuestra vida, de la vida de los nuestros, aquellos que más nos pertenecen. Y los pies se nos atolondran en la imperativa marcha.
Agnes Fong Lucero (Santiago de Cuba, 1967). Poemas suyos aparecen en el volumen En el ojo de la luz, antología de poetas y artistas plásticos cubanos, edición bilingüe (Diana Ediciones, 2009). El poema Cosas que aprenderás por ti mismo ha sido recogido en el catálogo de autores del I Certamen Internacional Toledano Casco Histórico (Toledo, España, 2013).
EL SÍMBOLO DE LO COMPLEJO
De la tierra principeña brota la poesía como si adentro de un templo comenzase a salir un manantial. Hay una frescura solemne en esa agua que brota, un reflejo poliédrico de lo alto, una arquitectura que en la penumbra reúne el sonido exacto de la luz. Los poetas del antiguo Puerto Príncipe hablan como si fuesen los primogénitos de alguna tribu sagrada. En sus poemas lo dionisíaco jamás adquiere la hybris que en los poetas de otras partes adquiere el fuego de la novedad: tienen la intensidad de lo apolíneo. En la poesía del joven principeño Idángel Betancourt los enunciados se tejen inconsútiles, con la psicología gravitacional de lo hondo que no quiere perder los efluvios de la luz. Abajo está la roca oscura, y arriba la imagen borda su salida de agua dentro del templo. Así, bajo esa entremezcla extraña de la buena poesía con lo real inmanente, su poesía parece escolio teatral, narración escorzada, testimonio suelto, crónica sintética del mundo interior. Su poesía sale desde él, para reentrar a través de él en el paisaje de los otros. Ante sus textos no se pasa con los ojos ansiosos de encontrar la escritura que aman los actuales poderes estéticos, aunque haya novedad en ellos, sino que se mira lo que se dice con tanta precisión y fuerza, dejándose llevar por la imagen y encontrando un alma llena de mundo y de poesía.
Idángel Betancourt (Nuevitas, Camagüey, Cuba, 1973). Poeta, narrador, dramaturgo, periodista. Ha publicado, entre otros, el cuaderno La niña de las redes (Ácana, Camagüey, Cuba, 2001). Reside en Salta, Argentina.
MIRANDO LA CIUDAD
Modesto Caballero Ramos, poeta que canta la atmósfera compleja y entrañable de la ciudad, deja testimonio de su afecto. Escogiendo las emociones más hondas, los sentimientos que alcanzan un rápido y raro calado, inscribe en el fluir de sus imágenes los oscuros entrantes y los salientes luminosos de una ciudad que parece llevar esculpida en la sangre. Dentro del ámbito descrito con dominio absoluto de las pautas, los seres humanos, los objetos particulares y distintivos del entorno escogido, la andadura emotiva del propio sujeto, crean una extraña señalética sonora, una pululante arquitectura interior. Es la ciudad donde todos creemos vislumbrarnos, según las experiencias cotidianas que sostenemos, cada uno desde sus gradas y cornisas personales, dentro del largo litigio y la aguda sobrevivencia. Pero en las manos del que canta la ciudad de todos se torna empiria intransferible, espejo incambiable y auscultador, lección de penetrante vivencia. A pesar del vértigo en los abisales descensos, de las exploraciones dolorosas en la ciudad atropellada e insondable, el poeta exhibe jáquimas fuertes y no deja caer nunca la cabalgadura: los textos que le dedica se muestran redondos y contenidos y van más allá de las imperiosas necesidades de la exteriorización lacerante.
Modesto Caballero Ramos (Mayarí, 1948). Ha obtenido múltiples premios, entre los que se encuentran el Francisco Mariscal, el Waldo Medina, el Regino Pedroso, el Francisco Pereira. Vicepresidente del Grupo Ala Décima. Ofreció recitales y conferencias en Guatemala, donde creó el Club de Amigos de la Aladécima, conformado por veintitrés poetas guatemaltecos. Graduado del Diplomado Historia y práctica de la creación poética. Tiene obras narrativas publicadas.
(Párraga, febrero del 2021)
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