Una poesía nacional es una agregación orgánica de voces. Se pueden juntar tanto por analogía como por contraste. En cuanto la poesía es siempre obra personal, cada una de las voces posee su calor y color propios, su metal y su pulpa inalienables; pero como conviven en el mismo inconsciente colectivo en marcha pueden arracimarse o desprenderse, y a pesar de los clinámenes que sufran, cierta esfericidad oculta las matiza y escoge. Por eso, como se conducen dentro del conjunto como un caudal y un iris, refractándose e impulsándose mutuamente, siempre hay una manera nueva de ofrecerlos en soledad y en compañía. Las posibilidades combinatorias se muestran grandes, y toda selección es siempre un explosivo cuajado estadístico. Se les imprime un ritmo, para que estén congregadas, pero se desarticulan adecuadamente, ofreciendo un panorama semejante al que ofrecen los cardúmenes de estrellas en el cielo nocturno.
HUMANISMO Y RAIGALIDAD POÉTICA
Cuando se lee la poesía de Georgina Herrera se tiene la impresión de que se está frente a una representación comunicativa que está más allá de la literatura. Hay un trasunto, un temblor, una derechura de lenguaje, un sacudimiento humano, que no admite detenerse en alambicados exámenes o en florituras hermenéuticas. Lo que uno consume con una rara complicidad, con un secreto emparejarse de la vehemencia, es experiencia pura, es un cuajo sintiente, es un ser humano que se vierte íntegramente con las palabras que le ofreció la existencia, y que declara haber vivido profundamente, con la elocuencia que posee lo que ha atravesado el desamparo.Haber vivido la miseria, la humildad, la gloria del humo, la grandeza de la memoria, la lobreguez del olvido, la preterición de la marginalidad racial, la principalía del espíritu poético desnudo, satura su palabra para siempre con una solemnidad, una sencillez y una ternura que no tiene muchos paralelos en la poesía cubana de todos los tiempos.
Georgina Herrera (Jovellanos, Matanzas, 1936). Ha publicados, entre otros, los siguientes libros de poesía: G. H. (Ediciones El Puente, 1962); Gentes y cosas (Ediciones Unión, 1974); Granos de sol y luna, Premio UNEAC de Poesía Julián del Casal 1977, Primera Mención (Ediciones Unión, 1978); Grande es el tiempo (Ediciones Unión, 1989); Gustadas sensaciones (Ediciones Unión, 1996); Gritos, La torre de papel (Coral Gables, Florida, Estados Unidos, 2004); África (Ediciones Matanzas, Matanzas, 2006); Gatos y liebres (Ediciones Unión, 2009).
ALTERNATIVIDAD Y FLUENCIA SIMBÓLICAS
La poesía de Virgilio Piñera es una de las aventuras estéticas y humanas más singulares de nuestra cultura. La cantidad de formas —a veces aparentemente contrapuestas— que se le emulsionan entre los dinámicos dedos, la profundidad de su escalpelo, la capacidad para situarse en lo que margina todo acto de sacralización, la potencialidad proteica de su estro, que transita intempestivamente hacia adelante, buscando siempre litorales más encarnados y desdeñados, la profunda protesta que es toda su creación, revelan una estilística de tan oscura y transparente coherencia que las armas hermenéuticas más domesticadas ya por las racionalidades docentes —peor si son las francesas, a pesar del amor por aquella cultura que lo caracterizó— no alcanzan nunca a definir bien. Sin las claves del individuo no se puede, pero tampoco sin las claves ocultas todavía de nuestra cultura, de nuestro especial modo de mirar, para el cual, es obvio, cualquier cerebración culturológica de París es en un alto porciento inoperante. Virgilio Piñera es un desafío: en la misma medida en que comprendamos y valoremos adecuadamente su entrega creadora, demostraremos haber elaborado nuestros específicos modos de conocernos y jerarquizarnos más profundamente, girando cognoscitivamente la esfera que hemos ido siendo. Para no quedarnos con el Virgilio del hallazgo o la anécdota, sino alcanzar el sustrato emanante de su incorporación artística, hay que resemantizar nuestras indagaciones y sus correlatos metódicos. Su poesía tiene la llave, vista como un poliedro caminante, como un cuerpo topológico que se transforma permaneciendo.
Virgilio Piñera (Cárdenas, Matanzas, 1912- La Habana, 1979). Algunos de sus libros de poesía son: Las furias (Cuadernos Espuela de Plata, La Habana, 1941); La isla en peso (Tipografía García, La Habana, 1943); Poesía y prosa (Ediciones Serafín García, La Habana, 1944); La vida entera (Ediciones UNIÓN, La Habana, 1969).
ENSORTIJAMIENTO DE LA DÉCIMA
Las décimas de Justo Cabrera Brito son filigranas minerales, solo tienen las nervaduras imprescindibles, y donde no urge ninguna añadidura callan en el blanco silencio o se apartan de la corriente sintáctica. A veces, para aquel que se queda absorto en el enunciado, lo que dicen de modo tan conciso hiere la sensibilidad como una limalla suelta: expresan una vivencia humana dolorosa, inscriben la posibilidad tremenda de un fracaso. Aunque a alguien pueda parecerles como sujetas a artificio, por estar talladas en décimas y aparecer muy encabalgadas, sus piezas son lacónicas y estremecidas porque se ahorran todo gesto gratuito y corren hacia el final bajo la sorpresa de lo espontáneo y el pudor de la angustia que se testimonia con mucha discreción. No importa que hablen a partir de imágenes librescas, o se asomen al juego de las neovanguardias: el lector entrenado capta de inmediato la autenticidad. La autenticidad es su verdadero norte estético, y su Ítaca secreta. Es por ello que el gusto resultante del buen lector de su poesía es el del misterio, el de haber vislumbrado, de manera solo presunta, como un naufragio interior que el poeta ha salvado en forma de pecios áureos, de quillas agudas para perforar la niebla. Así, las décimas que Justo Cabrera Brito nos ofrece entre sus dedos de sol son arboladuras llenas de algas, palabras que crecen en el silencio y la desgarradura. Lograr estas visiones en décimas es su triunfo verdadero, el rescate profundo que realiza de lo que ve hundirse con los peces.
Justo Cabrera Brito (Caunao, Cienfuegos, 1960). Parte de su poesía está recogida en revistas y antologías de Cuba, México y España. Turbio concierto, una selección de su poesía de 1988 a 1994, fue publicada por Ediciones Mecenas en el 2011.
EL VIGOR EXPRESIVO
Siempre la poesía amó la sentencia. Muchos hilos se cruzan entre el versar y el filosofar, y en algunos tiempos se filosofaba versando. La poesía no puede vivir sin imágenes, pero como sabían los antiguos griegos las palabras imagen e idea tienen el mismo origen. El poeta Alberto Peraza ha escrito cuadernos notables en que las décimas y los versos libres constituyen fuertes preferencias formales. También ha escrito excelentes libros para niños. Ama la poesía popular, en todas sus nuevas y antiguas vertientes.Pero hoy tenemos el gusto de escribir sobre su poesía sentenciosa, de gran riqueza vivencial, y de un finísimo sentido irónico. Versos sucintos, de apretada filosofía, engastados en breve cuarzo, como para impactar por su luminiscencia. No queda más remedio, después de rumiar cada una de sus síntesis, que reconocer cuánta vida hay detrás de cada palabra. Poesía resumidísima de la experiencia, en que ya se viene de vuelta, y se comunica con rapidez a los demás lo que se ha aprendido en carne propia. Así habla el pueblo, cuando encapsula lo cotidiano, y así habla el poeta que ama la sabiduría ancestral, y la poesía como un acto de testimonio y profecía, y extrae de su sangre misma la gota que no puede dejar de ser vertida, para bien de todos sus prójimos.
Alberto Peraza Ceballos (Pinar del Río, 1961). Ha obtenido abundantes premios tanto en poesía para adultos como para niños. Se ha destacado por su participación en múltiples eventos sobre la décima en Cuba y en México. Diferentes instituciones nacionales y extranjeras han reconocido su extraordinario trabajo en la promoción de la literatura y la improvisación oral. Tiene numerosos libros de poesía publicados dentro y fuera del país.
Visitas: 153
Deja un comentario