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HERMAN HUPFELD
En 1975 debuté en los espacios institucionales de la literatura. Ese año ingresé al taller literario José García del Barco, de Camajuaní, entonces bajo la égida de René Batista Moreno, y publiqué mis primeros textos gracias a premios ganados en los discretos concursos que por estos lares se convocaban.
Aún éramos provincia Las Villas y Camajuaní pertenecía al regional Caibarién. Pudieran estos resultar datos superfluos si no fuera porque se inscriben dentro de los primeros signos del despliegue creativo que, con el paso de las décadas, hizo que en provincias superáramos las asimetrías que nos impedían ingresar al panorama total de la literatura cubana. Las acciones del Consejo Nacional de Cultura, más allá de sus desaciertos, tuvieron en aquella región resultados singulares que algún día tal vez merezcan análisis específicos menos enturbiados por la negatividad radical. No dudo que en otras regiones también, pero mi intención es dar, desde lo personal, solo un botón de muestra.
Recordemos que la descentralización de la plataforma promotora tuvo su mayor impulso, en la literatura, con la fundación de los talleres literarios en fecha que parece ser 1967, a lo que se unió, en magnitud creciente, el fomento de librerías y bibliotecas, el nacimiento de revistas, boletines, concursos, eventos literarios y espacios orales de intercambio de diverso formato; gracias a ellos comenzaron a socializarse nuestras creaciones, en fecunda interacción con figuras de reconocida presencia, mayoritariamente capitalinas, de manera que en un lapso relativamente breve se concretaron realizaciones notables para los más aventajados.
En el mismo1970, el poeta canario-caibarienense Antonio Hernández Pérez ganó el premio Uneac de poesía con el libro De pronto sales con tu voz; al año siguiente lo obtiene René Batista Moreno, de Camajuaní, en el mismo género, con Componiendo un paisaje. En 1972 los espirituanos (entonces villareños) Julio Crespo Francisco y Esbértido Rosendi se alzan con el 13 de Marzo con sus respectivos Personajes de tu andar, Historia (cuento) y Canto de ciudad (poesía). A párrafo francés, también de Julio Crespo Francisco, obtuvo los votos de jurado de poesía del premio David en ese mismo año.
A lo largo de la década otros autores ganaron varios de esos principales premios. Entre ellos sobresale el de David de poesía 1976, de Félix Luis Viera. Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia. La importancia que le doy al dato es que alzarse con uno de ellos entonces era la única forma de comenzar a ser reconocido como escritor cubano (no de provincias), lo cual da fe del rendimiento de las incipientes plataformas institucionales.
Al llegar los ochenta, ya dividida la provincia de Las Villas en tres, arribaron a los espacios institucionales jóvenes cuya visión difería bastante de la promoción antecesora. Se apartaban, con portazo, del coloquialismo rampante y de la épica a ultranza para abrazar, en toda su amplitud, la rica tradición lírica, con mayor fuerza la proveniente de Orígenes, y una narrativa que llamo de la conflictividad cotidiana. Yo, por edad, no formaba parte del grupo, pero intercambiamos profusamente, pues las sesiones del taller literario propiciaron una convivencia, casi nunca armónica, pero respetuosa y fructífera.
Aunque el taller seguía siendo el principal punto de concurrencia, otros espacios nacieron y devinieron trascendentes foros de discusión de donde emergieron proyectos, nombres y obras que hoy constituyen referencias obligadas, no solo en la literatura villaclareña, como en los casos de Frank Abel Dopico, Sigfredo Ariel, Arístides Vega Chapú, Heriberto Hernández y Jorge Ángel Hernández entre otros. El suplemento cultural Huella (del periódico), la hoja literaria Brotes, la revista Contacto, y la creación del premio de la ciudad en 1989, cuyo principal estímulo era la publicación del libro ganador, ampliaron notablemente la oferta institucional. Este último premio, también, constituye la antesala de lo que un año después sería, tras la primera entrega, Ediciones Capiro.
La década de los 90, pese a constituir sino la más una de las más agudas crisis económica que conociera nuestro país en el siglo pasado, registra un notable crecimiento en lo cultural, de manera más visible en lo literario. Si constatamos que en ese período, en los mismos inicios, en Villa Clara nacieron la editoriales Capiro y Sed de Belleza, y también –ya en los finales– la revista Umbral, mientras se consolidaba el premio de la Ciudad a la par que la feria provincial del libro se estructuraba con un rediseño que multiplicó las ofertas de intercambio autores-público y nacía el Festival del Libro en la Montaña, comprenderemos mejor el crecimiento en número y calidad de las filas autorales, en las cuales confluyeron los emergentes con los formados en décadas anteriores; entre los primeros destacan –siempre situados en Villa Clara– Yamil Díaz, Edelmis Anoceto, Geovannys Manso, Luis Manuel Pérez Boitel, Ernesto Peña, Alexis Castañeda, Lorenzo Lunar, Rebeca Murga y otros.
Ya en los primeros y subsiguientes años del presente siglo, fruto de las ambiciosas e inclusivas acciones institucionales, conviven en los territorios de las provincias de Cuba vigorosos movimientos creativos, amparados por estructuras, más o menos consolidadas, pero de amplia visibilidad en el panorama nacional. En el caso específico de la provincia de Villa Clara se puede apreciar un movimiento donde la poesía sigue siendo la protagónica, pero la narrativa, el ensayo, el testimonio, la literatura para niños y la literatura dramática han aportado a la bibliografía nacional numerosos títulos de valor. No creo que, en lo creativo, existan muchas diferencias entre la capital y el resto de las principales ciudades del país.
Las últimas promociones nos dejan ver nombres como Sergio García Zamora, Idiel García, Yandrey Lay, Maylén Domínguez, Leidi González Amador, Xavier Carbonell y un pujante grupo de jóvenes, copartícipes en talleres como «La estrella en germen», «Los Kakafuakos», «La Doble Vía» y otros, que pasaron a ser timoneados por escritores, ganancia absoluta en la desburocratización de los procesos literarios. Las instituciones, con sus idas y vueltas, sus movimientos pendulares del avance al retroceso y viceversa continúan respaldando los procesos de creación.
El más importante razonamiento que propongo es que nunca permitamos que los logros de hoy nos lleven a obviar, o preterir, los esfuerzos y realizaciones de todo un largo período en el cual se fueron creando, y consolidando, estructuras, gracias las cuales, le pusimos coto a la disfunción cultural que constituye el fatalismo geográfico. Mientras los años pasan, nuevos nombres, nuevos procesos, nuevos proyectos validan una política cultural de vieja data donde la inclusión y la igualdad de oportunidades constituyen principios centrales.
(Santa Clara, 21 de junio de 2021)
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