No siempre sucede, que un libro de unas pocas páginas constituye un registro exacto de los aciertos o desaciertos de lo humano, es decir, de la existencia y de cómo el «yo» sale a su propio encuentro o al encuentro de todo cuanto lo trasciende. Porque del mismo modo que el pensamiento para poder desarrollarse no tiene que estar condicionado por nada fuera de sí mismo, la existencia —entendida como el absoluto, el gobierno personal de la conducta, el pensamiento, la moral, la autoconciencia del ser—, tampoco.
Para hacer ese trabajo consciente, el poeta ha de hacer una inmersión profunda, aunque no sepa lo que busca, digamos que atina en la totalidad de las cosas y las encuentra. Es el caso de Así[i], poemario reciente de la escritora Basilia Papastamatíu (Buenos Aires, 1940), sobre el ser y sus relaciones constitutivas: el sí-mismo, Dios, el mundo, el otro. Galardonado con el Premio Extraordinario Cuba Poesía 2024, Así es, a mi entender, un gran poema narrativo dividido en cuatro partes, en las que asoma, además de la inquietud levinasiana del ser por el ser, un yo que sale de sí mismo al encuentro con Dios y su bondad, y el plan supremo que él ha de tener sobre todas las cosas.
No solo porque la fe en Dios mitiga la angustia, sino porque el eclipse de Dios, supone la crisis del hombre, la poeta divide este cuaderno de un modo que nos remite a fragmentos del Padre nuestro: Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo… De manera que, Así es también una conversación con aquello que nos trasciende y percibimos conscientemente. Hablar con Dios, es entrar a su espacio de infinitud; incluso para el no creyente hay también en ese acto un contenido de verdad. La poeta necesita, demanda que su acción humana sea narrada a fin de ser comprendida por ella misma. De esta forma se vale de la memoria, su historia y archivo personal e incluso se vale de abstracciones, un intimismo a menudo críptico que dialoga sobre la vida, la muerte, la vida después de la muerte, y otros contrarios en tensión como la guerra y la paz. En ese sentido, Así resulta un libro valioso, una declaración de principios de alguien que ha sabido vivir consecuentemente en conformidad consigo mismo y a la que solo resta la eternidad:
(…) No quiero ver ni saber en el desbordamiento infinito busco esa inmensidad sin principio ni fin una gran osamenta la eternidad heredada y la permanencia del espíritu[ii]
Asimismo, encontraremos en el cuaderno otras verdades como la insuficiencia del hombre, la angustia, el pedido menesteroso hacia algo más grande que nos mueve y sucumbe. Por ejemplo, el siguiente poema nos remite a una de las sentencias más eficaces del escritor norteamericano James Baldwin cuando decía que lo que el mundo te hace durante suficiente tiempo y con suficiente eficacia, comienzas a hacértelo a ti mismo, de modo que uno se convierte en copartícipe de su propio asesinato[iii]:
Ahora erige altos muros a su alrededor Los erigió para sí (y también para mí?) desarraigado de todo confuso con la potestad de no ceder ni conceder o si no Qué malestar oh dios si pudiera moverme hacia otro lugar pero lo quiere él? lo quiero yo? Mi respiración es la suya en él existo por él vivo Esta es la situación[iv]
Por otra parte, la poeta también habla del otro como espejo y de cómo, en gran medida, del conocimiento del otro depende el triunfo de la auto-comprensión, nociones estas que nuevamente hacen pensar en el humanismo de Emmanuel Levinas y su filosofía centrada en la ética de la persona, la responsabilidad hacia el otro. Según Levinas «el rostro del otro nos hace su rehén, nos responsabiliza»[v], así como la autora lo hace en los versos anteriores: Mi respiración es la suya/ en él existo/ por él vivo/ Esta es la situación. Unido a esto, otra vez el reclamo, la inconformidad del ser, las interrogantes que surgen de la experiencia religiosa cuando la poeta dice: Qué malestar oh dios/ si pudiera moverme hacia otro lugar. O lo que es igual, la certeza de que hay en la vida, un misterio en el que el hombre solo puede operar a medias.
A la primera parte titulada «En la tierra», le sigue la que encuentro más simbólica del cuaderno: «Como en el cielo». Aquí el cielo no es precisamente el cielo; los dioses no son los de arriba, sino los del submundo. Lo que gobierna es una post-existencia oscura que a menudo nos recuerda la mitología griega, el Hades y los designios posteriores a la vida en el mundo de los muertos. Sin embargo, siento —no en vano la poeta usa el símil de semejanza EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO—, que estar en el submundo, léase infierno, es estar dentro del mundo. Para la poeta el infierno es algo que preexiste a la muerte y, como bien vaticinó Giovanni Papini, no es algo que será, es algo que está aquí[vi], en la tierra. El infierno es lo que construimos y el desafío es hallar dentro de él qué cosas —dentro del cúmulo de miserias— son más indulgentes. He ahí la gracia, la autodeterminación del poeta que sabe encontrar, aún en ese abismo, el dominio y la fe:
Riadas torrenciales ascienden desde el submundo y se derraman por escarpadas laderas Un fuego crepitante se extiende y arrasa Pero ni estas aguas ni estas llamas me turbarán ni me harán ceder Tengo el dominio y la fe me mantendré en pie y compareceré con firmeza y vigor para rendir tributo a quienes yacen en este erial Y aunque el mundo se abisme frente a mí ni mi mente ni mi corazón abandonarán mi ser. (Salve salve tú que brillas más que el sol porque así fuiste concebido)[vii]
Del mismo modo que encontramos el infierno en la tierra, en Así, «la paz de los imperios sólidos de la guerra, se funda en la guerra»[viii]. De eso justamente tratan la tercera y cuarta parte del libro: «En la guerra»/ «Como en la paz». Para la autora es la guerra la crisis de todos los paradigmas: un abandono espiritual/ la mísera culpa de los falsos ídolos. La poeta se cuestiona en qué elige creer, en tanto es la guerra también un sitio para la muerte real y simbólica; para la falibilidad de lo humano; para el fracaso; para el mal; para el error y, puesto que precede a la paz, es un sitio de tránsito obligado. ¿No es acaso la paz, lo mismo que el bien, la bondad, la belleza, el fin último de nuestra identidad?
Así es un libro de un alto contenido ético y humanista que muestra la temporalidad en la existencia humana, así como las leyes inmutables a las que estamos sometidos. Cuando la poeta se pregunta ¿Tenemos tiempo todavía?, como lectora me pregunto ¿para obrar bien?, ¿para ser justos? Creo que de eso se trata y hacia a eso se dirige la poeta en este viaje de la existencia y su sentido. Para ello, ordena las acciones buenas:
Cerrar los ojos vaciar el sueño alejar los pensamientos ser fiel a sí mismo no dejarse atrapar librarse siempre buscar el camino para encontrar una salida decorosa con la imaginación, que todo lo puede[ix]
O los siguientes imperativos categóricos que demandan ante la realización del bien un conocimiento de la verdad:
(…) No creer en sueños no morder el polvo no morir en vano Nada de solapadas incursiones ni secretas rapiñas[x]
Todo está en mi mente?/Yo soy en realidad yo?[xi], se cuestiona la poeta al final de este libro poderoso; ensayo poético sobre el descentramiento, la existencia inauténtica y finita en lo humano. La poeta no sabe lo que es, ha sido sacada de su centro; en cambio, sabe que no sabe (como Sócrates), y que el hombre es un problema serio para sí mismo.
Referencias
[i] Papastamatíu, B (2024). Así. Colección Sureditores.
[ii] P. B. Ob. cit., p. 12.
[iii] Baldwin, J and Nikki Giovanni «A Conversation». En: https://youtu.be/y4OPYp4s0tc?si=oa1taOrRJ5HQ3uPW
[iv] P. B. Ob. cit., p. 11.
[v] Iza Villacís, V.A (2018). El rostro y la otredad de Emmanuel Lévinas como elementos de alteridad y su implicación en el personalismo cristiano. Editorial Abya-Yala, p. 73.
[vi] Papini, G (2011). El diablo. Backlist.
[vii] P. B. Ob. cit., p. 20.
[viii] Levinas, E (2012). Totalidad e infinito. Ediciones Sígueme, S.A, p. 48.
[ix] P. B. Ob. cit., p. 31.
[x] P. B. Ob. cit., p. 33.
[xi] P. B. Ob. cit., p. 36.
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