Como el nombre de la capital griega, establecida sobre la roca de la Acrópolis, fundaron los hermanos Emilio y René Lufríu la revista Atenas, el 25 de agosto de 1910. Si bien del primero no han llegado noticias a nuestros días, de su hermano sí. Se sabe que nació en La Habana en 1889 y falleció, en la propia ciudad, en 1943. Dejó sin concluir estudios universitarios de Filosofía y Letras y fue secretario de Alfredo Zayas durante su gobierno constitucional. Ejerció como maestro y colaboró en numerosas publicaciones como Diario de la Marina, El Fígaro, La Noche y Smart. Dirigió el colegio «Habana», premiado por su excelencia pedagógica, pero fue clausurado por la dictadura de Machado y él mismo fue encarcelado. Fue miembro de la Academia Cubana de la Historia. En 1933 fundó un partido político denominado Centrista, que fracasó electoralmente en 1936. En el Ministerio de Estado se desempeñó como director del archivo diplomático de la biblioteca y estuvo al frente de sus labores culturales.
Su obra la desarrolló en el campo de la historiografía, con títulos como La epopeya de una mañana. Diez de octubre de 1868 (1923), Ensayos de divulgación histórica (1924) y Manuel Márquez Sterling, escritor y ciudadano (1938).
El empeño de fundar Atenas puede estimarse como una inquietud juvenil. Se sabe que, al principio, pensaron llamarla Germinal, pero determinaron cambiar a Atenas siguiendo los consejos cariñosos de amigos expertos y temores de espíritus pusilánimes, que declaraban que Germinal más que expresión de Arte, lo era de política, que no parecía por lo tanto adecuado a una publicación creada únicamente con fines artísticos, nacida con el solo objeto de rendir místico culto a la belleza.
La determinación del cambio posiblemente ocurrió debido a que el título originalmente pensado pertenecía a una novela de Emilio Zola aparecida en 1885, e inscrita dentro del ciclo de Los Rougon-Macquart (1871-1893), donde se ven desfilar personajes criminales, enfermos o tarados, mecánicos, militares, clérigos, taberneros, criados, dependientes del comercio, en un intento por dejar un ambiente completo de los medios políticos, financieros, industriales, mineros, fabriles, presentados desde conflictos violentos y, por momentos, de singular crudeza.
Aceptada la propuesta, se hizo cargo de la jefatura de Redacción una figura que entonces se iniciaba en la vida literaria cubana, Antonio Iraizoz (1890-1876), inicialmente maestro en zonas rurales y en la capital, pero posteriormente graduado en Pedagogía y Filosofía y Letras. Tuvo una larga y fructífera vida intelectual y también se vinculó a la política a través del Partido Popular, llegando a ser representante a la Cámara. También tuvo vasta experiencia diplomática y como traductor. Su amplia bibliografía recoge más de cuarenta títulos a partir del inicial La masonería y la tendencia al nacionalismo en Cuba (1916), culminada en De los historiadores de Maceo (1964). Pero a la altura de 1910, el joven Iraizoz apenas acumulaba sino inquietudes.
Publicó poemas, cuentos, artículos de crítica e historia literaria, crónicas teatrales, deportivas y sociales. Colaboraron en sus páginas nombres como los de Sergio Cuevas Zequeira (1863-1926), periodista y crítico teatral, con una obra ya establecida desde finales del siglo xix; José Antonio Rodríguez García (1864-1934), también vinculado al teatro y al periodismo, y había fundado en 1904 la revista El Teatro Cubano. Más tarde dirigió los Anales de la Academia de la Historia de Cuba. Especialista en gramática, publicó numerosas obras vinculadas a esta disciplina y el poeta camagüeyano y destacado arqueólogo Felipe Pichardo Moya (1892-1957), de quien publicó varios poemas. Poseedor, para su momento, de una técnica muy moderna, según afirman José Antonio Fernández de Castro y Félix Lizaso al incluirlo en la antología La poesía moderna en Cuba (1882-1925) (1926), estos afirman asimismo que su sensibilidad resulta «muy nueva, sobre la que actúan influencias decisivas de Darío y de Valle Inclán», en tanto su verso «reúne las más disímiles características: arbitrariedad desconcertante, que se justifica con el propio mérito; humorismo un poco macabro, pero inofensivo; procedimiento directo que prescinde de la imagen».
Atenas publicó algunas composiciones de su autoría que, posteriormente, reunió en su libro La ciudad de los espejos, publicado en su Camagüey natal en 1925. El titulado «Egoísmo» apareció en esta revista:
Frente al brutal delirio de la ciudad moderna, haciendo un haz de esfuerzos de mi debilidad, elevo a mi capricho una ciudad interna, libre de toda actividad. Único ciudadano de esta ciudad modelo, no obedezco ninguna sabia legislación: puedo decir mi tierra, mi luz, mi sol, mi cielo y oír ritmar mi corazón. Y así lo escucho siempre, por ser su isocronía la única voz que rompe mi serena inquietud. Y vivo en el perenne temor de que algún día hagan un dúo a su virtud. Y tenga que ser doble y compartir mi calma; ¡no ser, como antes era, moderno Robinsón¡ ¡Sentir al extranjero que penetra en mi alma y que comparte mi ilusión!
Atenas, subtitulada «Revista semanal ilustrada» agrupó, en sus pocos números —el último corresponde a octubre de 1910— a un grupo de escritores y estudiosos de la cultura cubana bien ya con cierto renombre y otros que lo alcanzarían posteriormente. Modesta en su impresión, aunque ilustrada con cierto gusto, es una de las tantas revistas culturales de la recién inaugurada república que contribuyó a sembrar el camino para otras de mayor relevancia que sobrevendrían posteriormente.
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