La bullente vida cultural cubana a partir de mediados de la década del veinte, extensiva hasta los comienzos de los años 30, forjada al calor de los movimientos vinculados a la vanguardia artística, tuvo entre sus mejores expresiones una revista titulada atuey, sin la letra h inicial y con minúscula, nombre que rememoraba la tradición de lucha insular personificada en el conocido cacique Hatuey, quien, bien se sabe, fue quemado vivo en la hoguera al enfrentarse a las fuerzas conquistadoras españolas que asolaron a la isla a partir de su descubrimiento en 1492.
Atuey, aparecida en noviembre de 1927, cuando la dictadura de Gerardo Machado había comenzado a arreciar su furia, en especial contra los jóvenes estudiantes y trabajadores, fue perseguida desde sus inicios, lo cual motivó que debiera ser editada en varias imprentas. Su director, Enrique Delahoza—su apellido real es de la Osa— quien posteriormente sería una de las figuras más relevantes del periodismo cubano a través de la revista Bohemia, de la que sería director, después del triunfo de la Revolución, durante muchos años, fue incluso procesado por publicar un artículo titulado «¡Dictador, sí; dictador!», en alusión directa a quien mal gobernaba a Cuba.
Proyectada como órgano del Sindicato de Trabajadores y Artistas de Cuba, nunca pudo ser portavoz de este al frustrarse su creación, pero sus editores, un grupo de jóvenes intelectuales que se sentían inspirados por los presupuestos políticos y estéticos del Grupo Minorista, y eran también partidarios de las posiciones ideológicas del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), liderada por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre y cuya línea de pensamiento habían comenzado a criticar figuras tan paradigmáticas y esclarecidas como Rubén Martínez Villena y Julio Antonio Mella, pues la estimaban de filiación pequeño-burguesa.
Revista de carácter político-literario, es valorada del siguiente modo en el tomo II de la Historia de la literatura cubana:
[…]En sus páginas, la revista se muestra altamente polémica y antimperialista, intransigente defensora de la vanguardia, en teoría y en la praxis creativa de sus colaboraciones, como deja ver el uso constante de las minúsculas, hasta en los títulos, los temas que ocupan sus páginas, los asuntos de sus poemas y cuentos, sus ilustraciones y recursos gráficos, la agresividad de su lenguaje.
Se ocupó de problemas obreros, de cuestiones relacionadas con la reforma universitaria y de literatura soviética. Su aprismo, diferente en algunos puntos del que promulgaba su creador en Perú en 1926, tiene muy en cuenta significativas problemáticas de la realidad nacional y se levanta como una fuerza más contra el gobierno dictatorial de Machado, incluso en los meses posteriores al «proceso comunista», una actitud que obligó a los editores a realizar su tarea en la clandestinidad y que llevó a Delahoza a la cárcel y posteriormente al exilio.
Por esta última razón la revista cesó en su número 6, de agosto de 1928. Entre los colaboradores de atuey estuvieron, además de Delahoza y Nicolás Gamolín (seudónimo de Francisco Masiques), que compartió la dirección con el primero, Félix Pita Rodríguez, José Antonio Foncueva, Regino Pedroso, José Zacarías Tallet, Carlos Montenegro, Gerardo del Valle, Mariblanca Sabas Alomá y José Manuel Valdés Rodríguez. Figuraron también textos debidos al pintor muralista mexicano Diego Rivera, al mexicano José Vasconcelos, al peruano José Carlos Mariñátegui y al francés Henri Barbusse.
Atuey fue una de las primeras publicaciones que elogió la aparición, por vez primera, del poema de Regino Pedroso «Salutación fraterna al taller mecánico», publicado en el Suplemento Literario del Diario de la Marina en octubre de 1927 y posteriormente recogido en su libro Nosotros (1933). En este libro el tema de la lucha obrera es su principal constante. Con posterioridad, aparecerían en esta revista otros poemas suyos también recogidos en Nosotros, como el titulado «Five o’clock tea», donde leemos:
Voy con las manos sucias de grasa... Los hermosos vehículos no se detienen cuando los llamo; y marcho por las calles, pródigo de saludos, pero los hombres me ignoran, y pasan; porque en la fiesta espléndida de la ciudad lujosa llevo las manos sucias de grasa. Solo el paisaje y el crepúsculo me abrazan cordiales y el viejo pavimento que recuenta el cansado rosario de mis pasos. Pero las grandes vitrinas de lujo me cierran sus puertas; el ascensor de la opulencia no me conduce a las terrazas donde la vida canta y ríe; porque en la hora ebria del té fragante de oro, de enriquecer al mundo, llevo las manos sucias de grasa.
Atuey, como otras revistas de este crucial momento, fue portavoz de las fuerzas más renovadoras y actuantes en los ámbitos cultural y político. La distinguió su arrojo y beligerancia frente a la tiranía de Machado y se acogió con denuedo a los postulados estéticos de la vanguardia artística, tanto en forma como en contenido. Dispuesta a enfrentar desde sus páginas a la burguesía, fue en contra de lo académico en materia de arte y saludó desde sus páginas la lucha de Sandino en Nicaragua y la irradiación en estas tierras de las ideas socialistas.
Considerada órgano central del vanguardismo cubano, Atuei, en su momento, hizo historia, y la sigue haciendo en nuestra continuidad como expresión del inusitado florecimiento que alcanzó la vida cultural cubana en años históricos, pero también aciagos, donde se enfrentaron con denuedo las fuerzas políticas más opuestas e irreconciliables.
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