En veloz vuelo, sobre un anhelo, pronto Olca Eros dio alcance a los fugitivos. Flotaban, hipnotizados, frente a una interminable cascada de oro. La bruja se acercó y estiró el brazo. Pero no logró agarrarlos. Su mano solo atravesó la nada. Allí estaban sus ojos. Los veía, los sentía latir sobre el aire. No obstante, […] Leer más
Ante el libro de los tiempos fue que la bruja perdió sus ojos. No los diarios, los de evitar tropezones, adivinar signos en las invocaciones y cocer pócimas. Fueron los otros. Esas dos piedras negras donde guardaba memorias, hechizos, deseos. Donde conservaba los sonidos, los olores y pasos del mundo de ayer y del recién […] Leer más
La claridad del día casi murió sin nacer. Unos iracundos nubarrones, semejantes a vientres infaustos, cruzaban veloces, cargados de brutal escoria volcánica. Las aguas, como animales, empezaron a reptar por los escalones hacia el piso superior. A la vez, sumergidas corrientes hacían una incesante labor de zapa contra pisos y cimientos. El líquido ejército asfixiaba […] Leer más
Se habían terminado los alimentos y las bebidas. El último pedazo del cirio desapareció después de la eterna jornada amorosa. Otra vez, aunque el sol luchaba desde el cielo, las sombras tomaban la casa. El aire oscuro, ametrallando a golpes los cristales, no amainaba. En la planta baja, las líquidas corrientes se apoderaban de cada […] Leer más
Primero fue la risa de ella. Un pájaro enjaulado detrás de las tristezas, se liberó a través de la garganta de Oda. El mundo quizás no llegaría a mañana. La pena, el recuerdo de los muertos, el desconsuelo por todo lo que fue o no sería, no los abandonaban. Pero ahora, aquí, todavía estaban vivos. […] Leer más
El alba, a pesar de las luces que nunca brillaron del todo, lució distinta para los dos sobrevivientes. Después de una larga velada, donde conversaron de lo humano, lo propio y lo divino, Oda y Feder acordaron ir a dormir. A pedido de ella, el escritor compartió la espaciosa habitación. La soledad me aterra más […] Leer más
La noche siguiente fue terrible para Oda. Una pesadilla la despertó y se aterró al no reconocer el sitio oscuro donde estaba. Unos segundos después, tras la puerta, un agitado Feder preguntaba si estaba bien. La mujer tranquilizó a su acompañante, pero no logró volver a dormir. Allí quedó, triste, recogida en un indefenso ovillo. […] Leer más