Aviones en la madrugada, del escritor holguinero Juan Isidro Siam, es el título de la novela, publicada por Ediciones UNIÓN, y laureada con el Premio «Guillermo Vidal», que otorga —en ese género literario— la filial provincial tunera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), para beneplácito de los amantes de la narrativa insular contemporánea.
Sin obviar los disímiles valores en que se sustenta dicha obra, un elemento «clave», que en modo alguno se debe olvidar, reside —precisamente— en las escenas eróticas, que pautan el inicio y el desarrollo anómalo de la vida sexual de Jondra y Fernando, protagonistas de la historia narrada en ese texto.
Con apoyo en el hecho de que Aviones en la madrugada es una historia de amor, pero no una historia sentimental al estilo de las telenovelas; por cierto, le faltan los requisitos básicos indispensables para llegar a serlo: las imprescindibles lágrimas y el melodrama.
Los dos personajes protagónicos —separados por abismales diferencias generacionales— se conocen, enamoran, arriesgan y viven un romance único e irrepetible, en una ciudad que hacen suya todas las noches, y que conoce los secretos más íntimos de los dos amantes. Todos los vericuetos de esa urbe se tornan cómplices de la relación morbosa entre Jondra y Fernando.
Por otra parte, la trama de esa novela deviene un reflejo sociopolítico de la mayor isla de las Antillas en diferentes épocas históricas: una visión panorámica que abarca desde la década de los 60 de la anterior centuria hasta el año 2000.
En ese contexto literario, el país y la ciudad se convierten —por derecho propio— en un tercer personaje omnisciente, y a la vez principal, que en ocasiones —por alguna extraña coincidencia— evoca a Caín, quien cuenta historias de localidades envueltas en la oscuridad, de cines y filmes, de calles y parques.
Por último, Juan Isidro Siam, le formula una pregunta al lector: «¿no querías conocer a Jondra? Ya ves: hay amores que matan». Y el lector —con marcada inteligencia global y emocional— le replica: « No olvides aquello de que amores que matan nunca mueren, porque los vuelos inesperados, esos que despegan sin avisar, alcanzan mayor altura».
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