No es muy frecuente que en el transcurrir de un país encontremos un año decisivo para su desenvolvimiento, pero en Cuba 1923 fue particularmente revelador en la vida política y social, así como en la cultural. Mencionemos solo algunos hechos: en enero la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana (FEU) divulgó un manifiesto que ha sido considerado el documento-programa de la reforma Universitaria en Cuba; en marzo se fundó la Agrupación Comunista de La Habana; en abril se efectuó el Primer Congreso Nacional de Mujeres, gracias a la iniciativa de la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba, creada dos años antes. Fue, además, el primero en celebrarse en toda Iberoamérica. Aunque no hubo delegadas obreras, contó con la asistencia de mujeres de diferentes creencias y corrientes ideológicas. En mayo ocurrió la Protesta de los Trece, liderada por Rubén Martínez Villena, la cual constituyó una reacción revolucionaria contra los desafueros del gobierno de Alfredo Zayas y dio lugar a la integración del Grupo Minorista, que no obstante su carácter informal, realizó una labor de depuración y de reformas, tanto literaria y artística, como política y social, y alcanzó relieve continental; e incluso dejó sentir su influencia y acción en España. En octubre, bajo la guía de Julio Antonio Mella, tuvo lugar el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, cuyos debates superaron el ámbito estudiantil gracias, precisamente, a su participación. Durante su desarrollo se adoptaron diversos acuerdos de carácter antiimperialista e internacionalista y se abogó por la necesaria solidaridad del estudiantado con el proletariado. Una de sus más importantes proposiciones fue la de enviar
(…) un cordial saludo a la Federación Obrera de La Habana, (se) le comunicará los acuerdos tomados en este Congreso y le hará presente los deseos de una perfecta unión entre Estudiantes y Obreros, mediante el intercambio de ideas e intereses….
Fue además un año de huelgas obreras cuyas demandas fueron raras veces satisfechas y de luchas campesinas en contra de los habituales desalojos y otros desafueros.
En esta verdadera vorágine de acontecimientos la figura de Rubén Martínez Villena desempeñó un lugar relevante, pues además de estar al frente de la mencionada Protesta de los Trece, participa en la organización de «Falange de Acción cubana», cuya «Exposición» redacta, guarda prisión y abraza el marxismo como teoría filosófica. Pero aún bajo tantas presiones y compromisos, sin olvidar su siempre quebrantada salud, aceptó la responsabilidad de ser jefe de redacción de una publicación mensual surgida con el nombre de Azul. Revista social y artística, dirigida por José Ramón Monteverde. En enero del año al que hemos aludido salió el primer número —al parecer solo vieron la luz este y el del mes siguiente—, en el cual se hacía constar que solo colaborarán escritores sólidos y conocidos y sus artículos serán cuidadosamente seleccionados, aunque dejaremos paso de acuerdo con nuestro programa a todo escritor joven que desee aparecer y colaborar en nuestras columnas, siempre que la calidad de su trabajo lo amerite.
Además, señalaban como futuros colaboradores a un grupo de destacados autores cubanos del momento. En sus páginas aparecieron cuentos, poesías y artículos firmados por el propio Villena, por el historiador Joaquín Llaverías, director del Archivo Nacional de Cuba; el narrador y poeta Enrique Serpa, uno de los mejores amigos de Martínez Villena; el periodista y también poeta Andrés Núñez Olano, el nicaragüense radicado en Cuba Eduardo Avilés Ramírez y Guillermo Martínez Márquez, igualmente periodista.
Si bien dos números (al parecer) publicados no permiten ofrecer una valoración de la revista, sí debe reconocerse el esfuerzo realizado en medio de circunstancias particularmente difíciles para el desarrollo del movimiento cultural cubano. Las firmas aparecidas, por entonces casi todos jóvenes recién iniciados en el mundo de la literatura —con la excepción del muy respetado Capitán Llaverías, grado que alcanzó peleando en la insurrección armada estallada en 1895— fueron, con posterioridad, nombres relevantes en nuestras letras. Pero esta nueva promoción, eminentemente lírica, de escritores, «los nuevos», como los denominarían Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro en su antología La poesía moderna en Cuba (1882-1925), aparecida en 1926, como ha expresado Raúl Roa, siente la necesidad, más temperamental que histórica, de superar la estación modernista:
Admira y exalta a Darío; pero, atento a su propia difusa inquietud y a las voces que inquietan al mundo, sigue su camino adelante, desembarazada de cisnes y de marquesas Eulalias. Las constelaciones han cambiado. La vida universal ha entrado a regirse por un nuevo cuadrante. Nuevas ideas y nuevos hechos afloran en el horizonte enconado de la historia […] Una gran inquietud, cada vez más profunda y extensa, estremece las entrañas de la civilización occidental. Se percibe un sordo y oscuro y creciente rumor que brota de abajo, del hondón de la tierra, como un torrente interior que pugnara por abrirse paso buscando salida adecuada. Es el ascenso incontrastable de la masa al primer plano de la vida histórica.
Las palabras de Roa, correspondientes al prólogo de La pupila insomne (1936), recopilación póstuma de poemas de Martínez Villena reunidos bajo la dirección de José Zacarías Tallet y Ramón Guirao, sirven para enmarcar tanto al carácter de esta revista como el de sus colaboradores. Fueron poetas con apetencias renovadoras, con poemas de «tanteo y trasiego», al decir del futuro Ministro de Relaciones Exteriores, quien afirmó:
(…) si algo tipifica a los «nuevos» es, precisamente, su ausencia absoluta de orientación definida. El descubrimiento lírico de José Martí —a los treinta años largos de haberse Rubén Darío proclamado su discípulo— no es un hecho fortuito. Pero mucho menos lo es que, ante el fracaso republicano, volvieran sus ojos al Manifiesto de Montecristi, poniendo sus esperanzas políticas a la sombra del ideario incumplido.
De Martínez Villena apareció en Azul… su soneto «El enigma de la amante horrible»:
Abrió la mano trágica; me tomó del cabello; me suspendió a la altura de su boca entreabierta; y todo el cuerpo flácido colgante de mi cuello, se balanceó en su risa, como una cosa muerta. Un coro de pavuras, en un grito reacio, se me subió a los labios atropelladamente; y Ella miró tan hondo, tan fijo, tan despacio ue su mirada horrible me barrenó la frente. ¿Cuál es la meta negra de sus designios rojos? Aun hoy sufro en el puño férreo que no se encorva sus mordeduras cálidas y sus ósculos fríos. Yo la miro hasta el fondo lóbrego de los ojos, y solo hallo en sus ojos mi propia imagen torva mirándose en el fondo lóbrego de los míos.
Azul. Revista social y artística nació en una atmósfera propicia. Su corta vida obedeció, posiblemente, al convulso momento en que surgió, pero queda como expresión literaria ejemplar.
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