En el año 2018 la Editorial Arte y Literatura con traducción a cargo de la narradora y ensayista cubana Aida Bahr publicó el texto de Baby Halder Una vida poco común. Esta es una obra que se mueve entre el relato testimonial y la presentación de un fragmento de la historia de las mujeres más humildes de la India. Lo que sí debe quedar claro para el lector, a pesar de las palabras de contracubierta, es que en modo alguno es una novela. Al contrario, es un texto mucho más cercano a una historia de vida que alcanza un rango verdaderamente testimonial. Un testimonio que no es solo de ella, sino que también representa el vivir de todas aquellas mujeres de su triste condición de pobreza. Eso reafirma la tesis del teórico norteamericano John Beverley acerca de que:
La estrategia del narrador testimonial representa una manera distinta de articular una identidad personal, estrategia que no implica en el caso de narradores de origen popular una separación del estamento social del cual proceden (y que sí implica, por contraste, un deshacerse o desatenderse de una posición de privilegio relativo en el caso de sus interlocutores).[1]
Una vida poco común constituye el testimonio desgarrador que visibiliza a las mujeres hindúes de las castas más humildes que están fuera de cualquier relato histórico. En ese mundo social cerrado la mujer, en tanto subalterna, no tiene voz. Allí está la clave de este libro testimonial. Su protagonista no es la regla, sino la excepción de una escritura hecha por mujeres en la India apenas conocida en Cuba. La mujer que nos narra su historia, por ejemplo, no solo sabe leer, sino que disfruta la lectura, la escuela y las pocas veces en que en su vida pudo ver cine. Pero a pesar de ello, no puede levantarse contra las normas sociales establecidas en su país donde una vaca importa más que cualquier fémina aunque sea una niña.
El abandono de su madre la marcó desde muchos puntos de vista. Tal hecho la llevó a construirse una imagen materna casi perfecta que se fracturó en mil pedazos cuando al fin la reencontró mucho tiempo después. Es importante como lector detenerse en la evocación que ella hace de la figura materna en las primeras páginas:
Ella deseaba mucho que yo estudiara. De hecho, de no ser por ella, por su apoyo y aliento constante, yo no habría asistido a clases lo poco que lo hice. Solo ahora he podido apreciar lo importante que es saber leer y escribir. Los años que pasé en la escuela me enseñaron eso al menos. Mi asignatura favorita era la Historia. Realmente la disfrutaba, y tal vez por eso los maestros de Historia me tomaban afecto. […] Y siempre que estudié Historia recordé a mi madre. NO sé por qué…pero la recordaba. […] O quizás era porque la historia de Rani Lakshmi Bai— cómo tomó a su pequeño hijo y escapó con él en su caballo— me recordaba el día en que mi mamá tomó a mi hermano más chiquito y nos dejó. Pero luego pensaba ¿qué sentido tiene imaginar lo que pudo suceder? La Historia me recordaba a mi madre tanto como a las mujeres que veía caminar calle abajo me la recordaban, y eso era todo. [2]
La vida de su madre podía ser como la historia de todas aquellas mujeres silenciadas, oscuras y víctimas cotidianas de la violencia. Historia no contada en libro alguno y que solo desde hace unos años comienza a ser denunciada por autores como G. Spivak y sus teorías feministas acerca de la subalternidad del sujeto femenino. El matrimonio concertado, los embarazos no deseados, la ausencia del esposo cuando más le necesitaba, la carencia de dinero, en fin, la inexistencia de un concepto de familia, al menos desde los cánones occidentales, no deja de estremecer al lector. ¿Cómo entender que la violencia forme parte de la normalidad de la existencia de un ser humano sea mujer u hombre? ¿Cómo asumir que un femenicidio pueda quedar impune en cualquier parte del mundo supuestamente civilizado? La autora, víctima también de esa violencia masculina, deja su personal testimonio: «Golpes y maldiciones llovían sobre mí. La gente que pasaba por la calle podía ver lo que ocurría, pero nadie lo detenía; de hecho, algunos parecían disfrutar el espectáculo. Yo que dé tirada en el piso, inmóvil y callada, mientras mi hijo lloraba de miedo. Pero esto no me hizo dejar de visitar a mis amigas».[3]
La voluntad y el deseo de cambiar aquella existencia rayana con lo animal la llevó a huir como su madre. Solo que a diferencia de aquella, la protagonista necesitaba encontrar otra manera de existir. La entrada como sirvienta en la casa de Tatush fue esa oportunidad. Allí nació este libro pero aquella parte de la sicología social de la mujer subalterna que le impide llegar a tener voz propia sigue viva. Baby Halder sigue su trabajo como doméstica en una casa de clase media en la India mientras sus libros se traducen a diversos idiomas.
Notas:
[1] John Beverley: «El testimonio en la encrucijada», Universidad de Pittsburg, p. 489.
[2] Baby Halder: una vida poco común. Ed. Arte y Literatura, La Habana, 2018, p. 22.
[3] Ob. cit., p. 85.
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