(La poesía popular y tradicional en Que trata de España, de Blas de Otero)
A Sabina de la Cruz, por su enorme amor a BIas.
Entonces, cierro las manos, llamo a tus raíces, estoy oyendo el lento ayer: el romancero y el cancionero popular.
En Castellano: «Palabras reunidas para A. Machado», «Me gustan las palabras de la gente. Parece que se tocan, que se palpan».
Que trata de España: «Palabra viva y de repente»
La literatura española, sobre todo la poesía, se encuentra atravesada con fuerza y raigambre por la saeta de la literatura popular y tradicional, filón riquísimo y atractivo, de casi inagotable caudal, que ha calado en el verso de nuestros poetas. Desde don Antonio Machado hasta José Agustín Goytisolo —deteniéndonos a lo largo de este recorrido en nombres tan importantes como los de Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Gloria Fuertes, José Ángel Valente…—por hojear tan solo la poesía moderna y contemporánea, la lírica de tipo tradicional ha estado presente en la voz y el ánimo de nuestra literatura. Un atractivo de difícil explicación caracteriza la poesía popular, atractivo que se convierte en pasión y admiración ante la perfección, sencillez y complejidad —simultáneas— de esos poemillas que no alcanzan, en muchas ocasiones, más que los seis u ocho versos. Tal vez esta sea la razón por la cual los poetas cultos mojan su pluma en el tintero de lo tradicional, o tal vez la motivación auténtica nos la ofrezca Augusto Ferrán cuando dice: «…he puesto unos cuantos cantares del pueblo…, para estar seguro al menos de que hay algo bueno en este libro». El cancionero y el romancero recrean sus versos en la poesía de una de las voces fundamentales de la literatura española contemporánea, en la voz de Blas de Otero. No voy a intentar demostrar la importancia de Blas de Otero —junto a Miguel Hernández, mi poeta de cabecera desde hace mucho tiempo—, puesto que sería un esfuerzo inútil, no es necesario más que leer sus libros, sus poemas, para reconocerle como uno de nuestros más grandes escritores, pero sí quiero observar la importancia que la poesía popular y tradicional tiene en la obra del poeta bilbaíno. Desde su oficio de poeta —«Solo soy poeta, pero en serio»— se acerca a España, a sus pueblos a sus gentes, a su canto, «con una mirada que tiene mucho de noventayochista»[i] y como peregrino incansable, recorre los caminos y los hombres de nuestro país. Los pueblos castellanos —austeros y entrañables frente al horizonte pardo—, el mar y el marinero, las piedras milenarias surgen «en voz baja, bajo la pluma»[ii], pero es la canción, la palabra de las gentes, lo que entusiasma al poeta:
Me gustan las palabras de la gente. Parece que se tocan, que se palpan[iii]
El mismo canto que él hará y fundirá constantemente entre sus versos[iv].
No toda la producción literaria de Blas de Otero se halla impregnada de este aroma a tomillo y romero; el momento histórico y la situación social que le tocó observar obligaban a la honestidad y a la honradez literaria y el hombre, la angustia, la libertad, la justicia, la esperanza…, ocupan el primer plano de los poemas blasdeoterianos —pero siempre con un cuidado especialmente minucioso ante la forma poética; las palabras se escogen y ocupan su sitio en el verso, los versos se recortan y se pulen. Es una falsedad que la denominada «poesía social» de Blas de Otero descuide los aspectos formales, como muy bien señala Sabina de la Cruz—, poemas que reciben, de vez en cuando, la suave caricia del canto popular; en otros ejemplos es ese mismo canto quien ocupa el centro del poema. No obstante, y es opinión personal, es decisiva la tradición literaria castellana para configurar, en su totalidad ,el conjunto de la producción poética de Blas de Otero.
Dámaso Alonso, gran conocedor de la lírica tradicional, nos habla así: «Esa poesía, blanca, breve, ligera, que toca como un ala, y se aleja dejándonos estremecidos, que vibra como un arpa, y su resonancia queda exquisitamente temblando… (…) Es un emocionado tesoro»[v], refiriéndose a la poesía popular y tradicional, y viene, quizás, a entroncar con el sentimiento del poeta bilbaíno, aunque en el de Otero este sentimiento adquiere vida propia, personal, enraizada en la misma esencia del cantor, que la transforma y la convierte en objeto de su propio canto.
Esto nos hace vibrar y enternecernos, sentir más profundamente la palabra del poeta que el estudio del erudito, aunque este posea la sensibilidad y la dulzura de Dámaso Alonso.
En estos apuntes quiero entrar, tan solo, en un libro de Blas de Otero para observar en la práctica, ante el poema, lo que vengo manteniendo como teoría; voy a intentar desentrañar algunas de las canciones, o fragmentos de canciones populares incluidas en Que trata de España[vi], obra que en 1964 publica Blas en París —debido a la censura, la edición española quedó reducida a bastante menos de la mitad—, en su totalidad. Los motivos para la elección de esta obra no tienen ningún fundamento científico o temático; he escogido Que trata de España por razones emocionales y afectivas, lo que no merma, en absoluto, la validez del estudio, puesto que para analizar la presencia de la poesía tradicional en Blas de Otero no es necesario realizar una elección minuciosa, puede concretarse en cualquiera de sus libros. He querido aclarar esta cuestión para evitar cualquier conclusión que pudiese conducir a considerar Que trata de España como el mejor exponente de la presencia de la lírica popular en el poeta.
Divide el poeta este libro en cinco apartados que lo configuran. Cinco apartados que nos dan la imagen clara del poeta y de su patria; una de estas divisiones, la tercera, la titula Blas de Otero «Cantares», como homenaje y acercamiento[vii] al cancionero —«El forzado», «La palabra», «Cantares», «Geografía e Historia» y «La verdad común», son el conjunto de los cinco capítulos—.
La maestría de Blas en el uso de la lengua, acercándola a lo coloquial, se pone de manifiesto en un abanico lo suficientemente amplio para que reseñemos algunas muestras:
lo más hermoso son los hombres que parlan a la puerta de la taberna, sus solemnes manos que subrayan sus sílabas de tierra[viii].
Los hombres que hablan con sílabas de tierra, qué hermosísima imagen y qué acercamiento más acertado a la esencia de lo popular en donde la tierra es parte primordial:
Venid, y vamos todas[ix] al pueblo, lo que quiero es que aprendamos a hablar como las propias rosas: ellos nombran de varios modos los pájaros, los árboles ............ vamos a decir cosas sencillas[x].
El pueblo llano habla «como las propias rosas», «nombran de varios modos los pájaros, los árboles» y esta es la auténtica verdad, la única verdad. No se sitúa, el poeta, en una posición idealista e intelectualizada frente al hombre sencillo, ni cae en el tópico de adjudicarle todas las virtudes y bondades, Blas no vive en la distancia su contacto con la gente —no olvidemos que incluso fue minero y él recordaba con especial cariño aquella época por su relación directa con los hombres de la mina, reflejando esta experiencia en un breve, y emocionado, poema: «Mi nombre está en la mina / y mi corazón / en el boquete mayor de la esperanza»[xi] —, ni atribuye al hombre del pueblo características propias de un romanticismo trasnochado, tan solo tiene fe en este hombre, el hombre humilde y verdadero, y observa que su voz es transparente y los nombres de las cosas, en su boca, muy hermosos:
No hablo por hablar. Escribo hablando, sencillamente: como en un cantar de amigo[xii].
Nuevamente en Que trata de España Blas de Otero ratifica su poética: «Escribo hablando» —aunque sea más una actitud y una posición del poeta que no una práctica real, pues como ya he indicado la poesía blasdeoteriana está cuidada con esmero y mano amorosa— y vuelve, de nuevo, a referirse a la poesía tradicional: «sencillamente: / como en un cantar de amigo», ese cantar de amigo que Blas utilizaría en varios poemas para formalizar en el verso su angustia[xiii] o su esperanza inundada de amor[xiv]. Pero tal vez donde mejor veamos el auténtico virtuosismo del poeta, manifestado por él mismo con orgullo y profunda satisfacción, sea en los versos iniciales del poema «Aquí hay verbena olorosa», en los cuales, siendo consciente de su oficio, se inclina hacia «un verso vivo y verdadero»:
Lo que quiero, puedo hacer lo que quiero con la pluma y el papel. Pero prefiero hacer un verso vivo y verdadero[xv].
Entramos ya en la visión práctica de la utilización, en el mencionado libro, de la poesía popular y tradicional por Blas de Otero. En ningún momento un lector que no sea buen conocedor de la lírica tradicional, es capaz de distinguir los versos propios y los que Blas toma de la poesía popular, tal es su arte y su bienhacer poético. El romancero, el cancionero, la canción regional…, desfilan entre la voz y el acento grave del poeta, quien transcribe estrofas, secuencias, rompe el ritmo o altera el final, la conclusión del poema original que el lector espera, como ocurre en el primer poema del apartado que titula «Cantares»
Cuando voy por la calle, o bien en algún pueblo con palomas, lomas y puente romano, o estando yo en la ventana oigo una voz por el aire, letra simple, tonada popular...una catedral bonita y un hospicio con jardín, son los labios que alabo en la mentira de la literatura, la palabra que habla, canta y se calla...donde van las niñas para no volver, a cortar el ramo verde y a divertirse con él, y si quieres vivir tranquilo no te contagies de libros.
en el que toma una estrofa de un conocido poema tradicional, «El Limón»: «Estando yo/ en mi ventana/ oí una voz por el aire:/ si quieres vivir tranquilo/ no te enamores de nadie»[xvi] que deshace en dos partes e inserta una al inicio del poema versos (4) y (5) y (6): «o estando yo en la ventana / oigo / una voz por el aire» y la otra, cambiando los versos originales, al final —versos (18) y (19): «y si quieres vivir tranquilo / no te contagies de libros»—. Esta fragmentación del poema es utilísima en la pluma de Blas para dar un desarrollo estructurado y, relativamente, complejo, a la poesía; el cambio del verso final sirve como apostilla última: el poeta defiende la validez y la autenticidad de la canción popular frente a «la mentira de la literatura»[xvii] escrita. El «no te contagies de libros» nos lo ofrece como oposición al imprégnate de canción popular, de hermosa poesía tradicional.
Blas de Otero introduce el octasílabo popular para aligerar el ritmo de su poesía[xviii], incluso en estructuras métricas tan rígidas como el soneto, tal y como ocurre en «Y dijo de esta manera»[xix] en el que se une al último verso del terceto final una letra del cante hondo:
Será que no sé hablar si no es ,del aire, y el aire sabe que eso me entretiene ...tenía. Mi calabozo tenía una ventanita al mar, donde yo me entretenía viendo los barcos pasar de Cartagena a Almería...
El cante hondo —qué belleza y sencillez la de la letra anterior— es otra de las vetas que alimentan la palabra de Blas de Otero. El desgarro y el grito del cantaor profundizan en su alma y una y otra vez vuelve sobre estas coplas que glosa en poemas como «Del árbol que creció en un espejo», en el que se detiene en esta letra
Mi corazón dice, dice que se muere, que se muere; y yo le digo, le digo que s'aspere, que s'aspere... que quiero morir contigo[xx]
introduciéndose en su estructura significativa profunda y desarrollándola desde su propia visión del amor y de la muerte:
Pregúntale al espejo por qué dice tu corazón que se muere. Yo le respondo por los dos, le digo que se espere, que se espere. Pregúntale a la vida por qué insiste en terminar malamente. Yo le devuelvo la moneda, insisto hasta el final, a contra muerte. Pregúntale al espejo. No te mires en el río que no vuelve, ¿no ves que el mar no sabe qué decirte? Yo le respondo por los dos, le digo que se aleje, que se aleje, que estoy plantando un árbol junto al río
Blas de Otero sabe que es el pueblo, de donde vienen los versos que él hace suyos, quien tiene en sus palabras —hablando en castellano— la fuerza de la poesía y es por esta razón por lo que él buscará la forma de que su verso se acerque lo más posible a estos hombres y «se queja, porque es bien consciente de que su poesía no llega a aquellos para los que está escrita»[xxi]: «parece / mentira que no la escuchen / los que de verdad entienden / de fuentes de poesía / y de palabras corrientes…»[xxii].
Seguimos viendo —y sigo insistiendo acerca de lo mismo, pero es esencial y constituye la columna vertebral de este trabajo— cómo Blas cree en la naturaleza popular de la poesía: nada de papeles, ni libros, ni plumas, ni tinteros, tan solo voz y canto.
El cancionero tradicional, tanto en su variante de poesía culta —Gil Vicente, Cancioneros cultos, Lope de Vega… —, que no veremos ahora, como en su vertiente popular —Cancioneros tradicionales—, sirve de base para algunos de los poemas líricos más bellos de Que trata de España. Este poema del cancionero
Soledad tengo de ti, tierra mía do nací. Si muriera sin ventura sepúltenme en alta sierra porque no extrañe la tierra mi cuerpo en la sepultura y en sierra de grande altura por ver si veré de allí las tierras a do nací[xxiii]
sirve de eslabón para que nazca «Estribillo tradicional», en el que los versos «Soledad tengo de ti / tierra mía do nací» inician y cierran el poema, a manera —ya lo dice el título— de estribillo:
Soledad tengo de ti, tierra mía, aquí y allí. Si aquí, siento que me falta el aire, que apenas puedo mover la pluma por miedo al gato, que siempre salta donde más se piensa. ¿Ves qué manía tan funesta ésta de no pensar con los pies? Pues si allí, siento que el suelo me falta, que puedo apenas remover plumas ajenas, se me va el pájaro al cielo; es lo que yo digo: Ya ves tierra mía, allí y aquí, soledad tengo de ti.
Blas ha cambiado, en una transformación tan solo parcial, el segundo verso del estribillo; si el poeta escribe «tierra mía, aquí y allí» es por razones de fuerza y circunstancia: tan grande es la soledad de su voz en suelo extraño —el poeta fue peregrino por caminos anchos: París, Cuba, la Unión Soviética, China..— como en su patria que amordaza hasta el silencio, «siempre salta donde más se piensa».
En otro ejemplo, muy breve, Blas de Otero toma otro poemita tradicional
Ay mi lindo amor, ya no he de verte; cuerpo garrido, me lleva la muerte[xxiv]
para oponer a él su verso, de estructura y ritmo semejante al tradicional, pero de contenido diametralmente opuesto
Ah mi bella amante, voy de amanecida; cuerpo garrido, nos lleva la vida.
Mientras en el primero la despedida y la muerte tiznan la voz del cantor, la esperanza en el amor y la vida empapan los versos del escritor vasco.
De Otero hace y deshace, recrea, transforma y vitaliza su poesía apoyándose en la literatura popular. Transcribe textos enlazándolos a sus versos, reescribe estrofas y versos, profundiza en la entraña del cancionero desde una posición apasionada, comprometida con lo auténtico y verdadero.
En el poema «Avanzando, cayendo, y avanzando» hallamos una nueva fórmula poética propia de la poesía popular y desligada de su contexto y situación, reforzando así la gravedad de su tono; la invocación directa a la divinidad —la Virgen, algún santo— propia, entre otros géneros de poesía religiosa, de las rogativas de agua[xxv], aparece aquí formando parte de una composición dolorida y amarga, de tono bien diferente a aquellas que le son propias:
Virgen de la Soledad, madre de las manos muertas, que de tanto abrirlas, puertas le pones a tu heredad[xxvi].
Hemos visto una amplia gama de canciones tradicionales, desde el cante hondo al cancionero, y del romancero a las rogativas, empleadas con especial acierto por Blas de Otero, lo que otorga al poeta una autoridad importante en este campo; su poesía no es fruto de la improvisación y de la insertación mecánica de cualquier texto entre sus propias palabras, es el resultado de una reflexión serena y detenida acerca de su lengua y de una amplia gama de cantares, romances, letrillas, coplas…, que conoce con suficiente profundidad para adaptarlas, combinarlas…, con el fin de crear una forma poética que lleve su sello y conserve el aroma fresco de lo popular.
También se acerca a las canciones regionales, apartándose de la tradición castellana y entrando en el alma de otros pueblos. Del folklore asturiano entresaca, fielmente, una folia que intercala en su poema «Folia popular», en el que los versos oterianos mantienen su frescor y clara autenticidad, paralelamente al poema asturiano:
En una aldea de Asturias oí una voz por el aire: Aquel paxarillo que vuela, madre, ayer le vi preso (Se ha parado el aire.) y hoy trepa el aire; por penas que tenga, no muera nadie; (Me quedé mirando las nieblas del valle...) yo le vi entre rejas de estrecha cárcel aquel paxarillo, (Se ha movido el aire.) y hoy trepa el aire[xxvii].
Es curiosa y evocadora la importancia que, en todo el poema, tiene la palabra aire[xxviii], que aparece repetida en cinco ocasiones, tanto en los versos de Blas como en los tradicionales, lo que, unido al carácter general, ofrece al lector una sensación de evanescencia y libertad, libertad que en su acepción más pura preside, como el vocablo más hermoso de la lengua española, toda la producción del poeta.
Ya hemos analizado una parcela importante que muestra a las claras la repercusión de la poesía popular y tradicional en la obra de Blas de Otero —concretamente en Que trata de España como ejemplo de la producción poética del escritor bilbaíno—, sin embargo, existe otro apartado en la poesía de Blas que recibe, de forma indirecta, la influencia del verso tradicional: son los poemas escritos siguiendo los caminos marcados por el cancionero, tanto en actitud y contenidos como en estructuras métricas y formas estróficas. «El canto vivo de la hermosura de España, de sus tierras y ríos, sus pueblos y aldeas, sus campos y valles, sus caminos y montañas, evocados por el poeta con voz enamorada, grave y melancólica»[xxix] se nos muestra en poemas tan hermosos como este:
Por los puentes de Zamora, sola y lenta, iba mi alma. No por el puente de hierro, el de piedra es el que amaba. A ratos miraba el cielo, a ratos miraba el agua. Por los puentes de Zamora, lenta y sola, iba mi alma[xxx].
A través de estos versos camina el poeta los pueblos de su patria. De la canción junto al Duero, al azul de la «amarga mar de Málaga»[xxxi]:
Azul de madrugada en el puerto de Málaga. El aire ríe, el aire igual que una muchacha; junto al Perchel, sonrisas y miseria y desgracias. En el puerto de Málaga[xxxii] o las «vagas nieblas del Atlántico» Galicia, luna dormida. Valencia, luna despierta. Luna con las manos juntas. Luna de brazos abiertos. Galicia cierra los ojos. Valencia los lleva abiertos. Vagas nieblas del Atlántico. Azul del Mediterráneo[xxxiii].
En estos poemas de corte popular, junto a la evocación de las tierras de España y las canciones de sencillez enamorada
Día a día, los álamos vuelven del verde al blanco. Delante de tu puerta un ramo de claveles, y en lo alto del cielo la luz azul alegre. Día a día, los álamos vuelven del blanco al verde[xxxiv]
aparecen dos personajes entrañables de la literatura española —las dos criaturas mejor dibujadas por su autor y que han saltado de su pluma y papel a la independencia de la fantasía— como figuras centrales de los poemas: Don Quijote y Sancho. Blas de Otero escribe reimprimiendo en sus versos la personalidad de las figuras cervantinas; son muchos los ejemplos y reseñaremos aquí algunos de ellos:
Molino de viento, muele el viento que va al molino. No toques a Don Quijote, no agravies a Sancho Panza. Molino de viento, muele el viento que viene y pasa. Don Quijote está tocado, Sancho Panza, requitonto. Molino de viento, muele el viento que pasa solo. El viento que va al molino muele, molino de viento[xxxv].
Don Quijote y Sancho Panza, Sancho Panza y Don Quijote, ¡cuántas páginas se han escrito en torno a estos dos nombres! El poeta enlaza, en el verso y el amor, al caballero y su alma:
Por más que el aspa le voltee y España le derrote y cornee, poderoso caballero es Don Quijote. Por más que el aire se lo cuente al viento, y no lo crea y la aviente, muy airosa criatura es Dulcinea[xxxvi].
«El rostro vario y hermoso de la patria física, de todas las Españas que el poeta ha vivido y contemplado, lenta y saboreadamente»[xxxvii] aparece escrito en castellano —como el poeta gustaba de escribir—, con la sobriedad grave del canto tradicional y la entereza austera del verso oteriano. Canto y verso que unen su grandeza para dar nacimiento a algunos de los poemas más bellos jamás escritos.
He contemplado una nota, una palabra tan solo del hermoso quehacer poético de Blas de Otero. Me he acercado con el respeto y la admiración que la obra de Blas me inspira y, también, con la ilusión y la espera del que se adentra en un mundo que se abre sobre nosotros en un cúmulo de sensaciones de amor y de esperanza. Un mundo que es la conjunción perfecta de lo popular y lo culto, del pueblo y la palabra.
***
Tomado de Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Leer también:
[i] De la Cruz, Sabina: «Prólogo a la antología de Blas de Otero» Expresión y reunión. Alianza Editorial. Madrid, 1981.
[ii] «Lo traigo andado». Pido la paz y la palabra. Lumen. Barcelona, 1975.
[iii] «Palabra viva y de repente». Que trata de España. Ruedo Ibérico. París, 1964.
[iv] Blas de Otero —lector incansable— conoce perfectamente la literatura española y de esta forma puede utilizar recursos, formas, e incluso versos de los mejores escritores de todos los tiempos, desde Quevedo hasta Lorca, y de la lírica tradicional y popular.
[v] «En el pórtico de una antología de la poesía española». Antología de la poesía española (Lírica de tipo tradicional). Gredos. Madrid, 1964.
[vi]Que trata de España. Ruedo Ibérico. París. 1964.
[vii] Nota (1).
[viii] «Hablamos de las cosas de este mundo». Que trata de España…
[ix] En este verso observamos una característica propia y abundante en la poesía de Blas de Otero, como es la ruptura de frases hechas, de versos conocidos. «Venid, y vamos todos…» es el inicio de una canción de tipo religioso que se cantaba en el mes de mayo, mes consagrado al culto de María y que comenzaba: «Venid, y vamos todos / con flores a María…» De Otero rompe la lógica y tras este primer verso continúa: «al pueblo, lo que quiero…», logrando un efecto de gran fuerza.
[x] «Pero los ramos son alegres». Que trata de España…
[xi] «Posición». En castellano. Lumen. Barcelona. 1977.
[xii] «A Marcos Ana». Que trata de España….
[xiii] «Cantar de Amigo». Expresión y reunión. Alianza Editorial. Madrid, 1981.
[xiv] «Cantar de Amiga». Esto no es un libro. Editorial Universitaria. Universidad de Puerto Rico. Río piedras, 1963.
[xv] «Aquí hay verbena olorosa». Que trata de España…
[xvi] «El limón». Tradicional.
[xvii] Verso (11) del poema: «en la mentira de la literatura».
[xviii] Nota (1).
[xix] El título del poema «Y dijo de esta manera» es una fórmula típica del romancero tradicional para dar paso a la palabra de alguno de los personajes. Ejemplos —bien de la fórmula señalada o de esta obra semejante «Diciendo de esta manera»— los hallamos a lo largo de toda la tradición literaria española.
[xx] «Cante hondo». Popular.
[xxi] Nota (1).
[xxii] «Figúrate una fuente». Que trata de España…
[xxiii] «Soledad tengo de ti». Tradicional. Dámaso Alonso y J. M. Blecua lo incluyen en su Antología de la poesía española (Lírica de tipo tradicional). Gredos. Madrid. 1964.
[xxiv] «Ay mi lindo amor». Tradicional.
[xxv] Las rogativas de agua son un tipo de poesía religiosa habitual en la tradición literaria castellana. De origen y condición rural eran la salida última del labrador frente a una situación meteorológica desfavorable.
[xxvi] Aunque los dos últimos versos puedan parecernos también de tipo popular hemos de rechazar esa hipótesis: el encabalgamiento, que da una aspereza especial al ritmo, habitual en la poesía oteriana, no se emplea, salvo excepciones aisladas, en la literatura popular y tradicional.
[xxvii] Los versos que aparecen levemente desplazados a la derecha corresponden a la Folia Tradicional asturiana.
[xxviii] Sabina de la Cruz, en su prólogo a la antología Expresión y reunión, señala la identidad Aire-libertad establecida por Blas en algunos de sus poemas.
[xxix] Cano, José Luis: «Prólogo a la antología de Blas de Otero», París. Plaza-Janés. Barcelona, 1975.
[xxx] «Canción cinco». Que trata de España…
[xxxi] «El mar / alrededor de España». Que trata de España…
[xxxii] «Canción nueve». Que trata de España…
[xxxiii] «Canción diecisiete». Que trata de España…
[xxxiv] «Canción siete». Que trata de España…
[xxxv] «Canción diecinueve». Que trata de España…
[xxxvi] «Letra». Que trata de España…
[xxxvii] Nota (28).
Visitas: 44
Deja un comentario