El tiempo es el gran retador de la memoria. Es «el implacable», como se le suele nombrar con resignación. Pero el tiempo tiene la gran ventaja de colocar «las cosas» en su sitio, más allá de modas, modos y pareceres. Así es que no se desanime lector, porque el tiempo, pese a todo lo anterior, es, además de implacable, el mayor de los justicieros. Nuestro Poeta de la bandera, el matancero Bonifacio Byrne, de cuyo nacimiento se cumplen 160 años, es uno de los casos que ni el tiempo, ni la desmemoria, ni la lluvia caída han podido desdibujar su condición de personalidad insigne de las letras cubanas.
El patriotismo es en él un rasgo sobresaliente en su personalidad. Al estallar la Guerra del 95 y recrudecerse la opresión colonial, irrumpe la voz de protesta del poeta, quien escribe un soneto dedicado al patriota Domingo Mujica, fusilado por las autoridades coloniales en agosto de 1895. Los versos circulan por la ciudad, la represalia no se hace esperar y Byrne tiene que emigrar hacia Tampa, en Estados Unidos, desde donde prosigue su labor a favor de la independencia en tanto trabaja como lector de tabaquerías y colabora en el periódico Patria fundado por José Martí, así como en El Porvenir y en El Expedicionario.
Es por entonces el poeta de la guerra, como se le conoce a raíz de la aparición en Filadelfia de su libro Efigies, compuesto por sonetos patrióticos, donde incluye poemas dedicados a Carlos Manuel de Céspedes, a Ignacio Agramonte, a José y a Antonio Maceo, a Calixto García… El lírico de los primeros tiempos ha devenido el poeta cantor de la libertad.
Allá lo toma el final de la guerra contra España y el poeta decide regresar del exilio. En enero de 1899 embarca en el vapor Mascotte y, emocionado, sus ojos no hacen sino buscar la costa, cuya silueta empieza a vislumbrarse aún en la distancia. Es entonces cuando distingue, a la altura del Castillo del Morro, como símbolo del nuevo poder que rige los destinos de la patria, la bandera norteamericana. Se cuenta que a partir de aquella triste experiencia le brotaron sus versos «Mi bandera», en que resume las ansias frustradas de independencia y soberanía de un pueblo.
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste!
Una vez que desembarca, el 4 de enero, escribe el poema «Mi Bandera», publicado por vez primera en la prensa matancera en el mes de mayo. El poema está incluido en el libro Lira y espada.
Poco conocido, aunque data de 1903, es su poema titulado «La Enmienda Platt»:
Es la fatal y bárbara coyunda,
que oprime del cubano la garganta,
a la conciencia universal espanta
y de tristeza el corazón inunda.
Byrne cultivó además el teatro y la narrativa, dentro de esta dejó en preparación la novela Hijas y yernos, el libro de cuentos Letra menuda y un texto de poemas. Para sus compatriotas fue paradigma del honor y el amor patrio. Hijo Eminente de la ciudad de Matanzas, en 1920 los estudiantes de Segunda Enseñanza costearon la colocación de una tarja en la casa natal del poeta. También aquel año, por cuestación pública, fue adquirida la vivienda, que se donó al poeta. Murió en su natal Matanzas el 5 de julio de 1936, lugar donde había nacido el 3 de marzo de 1861 y donde, desde joven, se sintió motivado por la creación literaria. Primero dirigió los pasos hacia el periodismo, fundó en 1890 el diario La Mañana y tres años después apareció su libro Excéntricas.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!…
Foto tomada de El pinero
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