Hace ya más de una década, en 1980 para ser exactos, uno de los jurados de un Concurso David, me solicitó, a título de viejo amigo, un favor estrictamente literario: se trataba de leer uno de los libros presentados a concurso, presuntamente finalista, posiblemente premio. Como que la petición era bastante habitual en nuestro medio, accedí. «Pero no quiero una valoración del libro», me dijo, «esa ya yo la hice. Quiero que me digas si a tu juicio, estás en presencia de un libro de cuentos o de poemas en prosa, o de un género inclasificable que se alimenta de todos los géneros. La discusión del jurado se va a centrar ahí». El libro era Monólogo con lluvia, y su autora, Chely Lima, iba a obtener unos días después, el Premio David de cuentos de 1980. De más está decir que mi opinión, básicamente, coincidía con la del amigo que realizó la consulta. Monólogo con lluvia era un libro de cuentos, pero «además», le señalé, «era un libro de poemas en prosa, o un libro sin género, o alimentado de todos los géneros». En todo caso, era un libro singular, revelador de una sensibilidad poética exquisita, de una prosa cuidada, plena de resonancias emotivas que descubría un mundo interior que no era ajeno a algunas páginas de Virginia Woolf, Marguerite Duras y Natalie Sarraute, pero que, sin embargo, ya venía con el sello indeleble de las experiencias, sueños, angustias, deseos, inmadureces, soledades y rencores de una adolescente cubana.
Pasaron los años, pasaron otros libros que escribió unas veces sola, otras a cuatro manos con su compañero Alberto Serret, con el que forma un sorprendente dúo de sensibilidades, estilos, visiones del mundo y talentos afines, y ahora está aquí, a mi lado, para presentar ante ustedes, su último libro, Brujas, que en la hermosa cubierta de Régulo Cabrera basada en una ilustración de Alberto Serret —lástima del color, de la impresión de las letras, en fin, un desastre poligráfico que echa por tierra las nobles intenciones del diseñador—, es una de las últimas novedades de la Editorial Letras Cubanas.
Brujas se anuncia como novela y debo confesar que ante tal clasificación me asaltan las mismas dudas que al amigo jurado del Concurso David 80. Porque estamos en presencia de un texto polisémico en el mejor sentido, que se alimenta de la poesía, del cuento, del testimonio, del periodismo, que se estructura en una forma tan absolutamente libre que rompe con todos los compartimientos estancos en que la tradición ha querido enclaustrar los llamados géneros literarios. La primera impresión es de un rompecabezas cuyas partes parecen apuntar en distintas direcciones, únicamente unidas por un deslumbrante tono lírico. Pero a medida que se avanza, la narración se va consolidando, los nombres de Camila, Ana Nuri, Mario, Agustín, Vicente, Marcos, que inicialmente eran como sombras en la vaga penumbra de una habitación, simples referencias en las páginas de una libreta de apuntes, van adquiriendo contornos definidos, y a través de anécdotas, sueños, deseos satisfechos o no, amores en la sombra o en la luz, belleza de los cuerpos desnudos que se pasean en las hermosas visiones que atraviesan estas páginas, el lector se percata de que al igual que en un paralelogramo de fuerzas, todos los vectores se dirigen hacia una sola dirección, y entonces por el inefable misterio del arte, que solo el talento y la sensibilidad pueden explicar, las claves se evidencian, las líneas directrices del texto quedan claras y he aquí que ante nuestros ojos un grupo de jóvenes de nuestro tiempo, una zona de la juventud que vive atenta al ritmo muchas veces variable de nuestra vida de hoy, nos muestra íntimas facetas de su conducta, sus miedos y esperanzas, sus preocupaciones cotidianas, sus dudas y tensiones, su búsqueda desesperada de la belleza.
Porque creo que tal vez esa sea su mayor virtud: este es un libro recorrido por la belleza. ¿Qué hacer entonces sino recomendar su lectura, porque en estos difíciles tiempos que vivimos, no son muchas las oportunidades que tenemos de disfrutar de la belleza? Y al hacerlo, le estaremos dando la razón a uno de sus personajes y siguiendo al pie de la letra su consejo: «Hacerlo todo bellamente. Que no nos dé vergüenza estar vivos».
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Texto incluido en El libro de las presentaciones, publicado por Editorial Oriente en 2018.
Leer también Pequeño manual de criaturas un poco raras, de Chely Lima, disponible en nuestro Portal.
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