
Lo cuenta Carilda Oiver Labra en una de sus páginas de memorias. Una tarde José Ángel Buesa la visitó en su casa matancera de la Calzada de Tirry. La presencia del autor de Oasis corrió por el barrio y mujeres jóvenes y no tanto fueron juntándose frente al domicilio de la poetisa de Al sur de mi garganta, entonces en el esplendor de su edad. Cuando el poeta salió a la calle lo rodearon muchachas y señoras y una de ellas le pidió un cigarrillo. Intentó él sacar la caja que llevaba en uno de los bolsillos de su chaqueta para complacerla y lo muchacha lo paró en seco. No, ese no. El cigarrillo que ella quería era el que iba fumándose el poeta.
Aunque duela mucho a poetas vivos y muertos, ningún poeta cubano del siglo XX gozó de la popularidad de José Ángel Buesa, nadie vendió tantos libros como él ni nadie tuvo las entradas que logró. No son pocos los que se lo reprochan como si vender y poder vivir de sus libros fuera delito para un escritor. «… en esa mezcla de ser auténtico, de reflejar lo tabú y de convivir –o de vivir- en lo cursi, estaba la base de su aceptación popular», escribe del poeta y crítico Juan Nicolás Padrón en la nota de contracubierta de Pasarás por mi vida, antología de su poesía, que la Biblioteca del Pueblo tuvo el acierto de incluir en su colección.
Su poemario inicial, La fuga de las horas, lo dio conocer en 1932. Otros títulos suyos son Cantos de Proteo, Lamentaciones de Proteo y Alegría de Proteo, publicados en 1944, 1948 y 1949. Sus libros más vendidos fueron Oasis (1943) y Nuevo oasis (1949). El primero de esos dos últimos títulos alcanzó once ediciones en once años. Nuevo oasis rompió ese récord: tres ediciones en un año. Algo totalmente inédito en la poesía de entonces y ahora.
Escribió también para la radio. Figuró en el cuadro de escritores de la RHC Cadena Azul, la emisora de Amado Trinidad, en el que se contaban figuras tan notables en el medio radial como Arturo Liendo y Armando Couto, Reynaldo López del Rincón y Antonio Castell, Castor Vispo y Caridad Bravo Adams, y también el historiador Herminio Portell Vilá y el narrador Alejo Carpentier. Una radio novela suya hizo época en sus días, Rafles, el ladrón de las manos de seda.
Cintio Vitier incluyó a José Ángel Buesa en su antología Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952). Dice en su atinado comentario:
Ha cultivado por lo común, especialmente en su libro más leído, Oasis… un lirismo amoroso de musicalidad fácil y temática monocorde. En cuadernos posteriores se entrecruzan esfuerzos poéticos de mayor autenticidad y ambición, a veces bajo el signo de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, otras con indudable tono propio. Sus mejores momentos se producen cuando, venciendo las tentaciones de una versificación rotunda y exterior, logra evadirse de los sentimientos convencionales y concentrar su expresión, como ocurre en su magnífico soneto «Yo vi la noche ardiendo», de uno de sus libros de más calidad, Lamentaciones de Proteo.
Yo vi la noche ardiendo en su tamaño, y yo crecía hacia la noche pura en un afán secreto de estatura, uniendo mi alegría con mi daño. Y aquella realidad era un engaño, en un sabor de ensueño y aventura, y abrí los ojos en la noche oscura, y yo era yo, naciendo de un extraño. Y yo era yo, pequeño en mi amargura, muriendo en sombra bajo el cielo huraño y cada vez más lejos de la altura. Y odié mi realidad y amé mi engaño, y entonces descendió la noche pura, y sentí en mi estatura su tamaño.
Buesa nació en una ocasión, ya fuera de la Isla, figuró como candidato al Premio Nobel. Salió de Cuba tras el triunfo de la Revolución. Se cuenta que, al llegar a Santo Domingo, los periodistas del aeropuerto se interesaron por conocer su opinión sobre la realidad cubana. Las preguntas de siempre dichas en tropel: ¿qué piensa usted de la Revolución? ¿Cómo ve el futuro de Cuba? ¿Qué piensa acerca del Comandante Fidel Castro? El poeta meditó durante un instante. Dijo al fin:
-El general Batista pasó por aquí. ¿Lo vieron ustedes? ¿Lo entrevistaron?
Respondieron los reporteros que sí, y Buesa volvió a la carga:
-¿Y preguntaron a Batista sobre poesía?
Hubo un no rotundo y unánime en el grupo de los comunicadores.
Dijo el poeta entonces:
-¿Y por qué carajo me preguntan a mí de política?
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