Las leyendas y las anécdotas –por lo general de muy vasta circulación− se integran como esencias a la historia de los más importantes centros docentes. En ello mucho tiene que ver el prestigio alcanzado a lo largo del tiempo por el claustro de profesores. En el caso de la Universidad de La Habana, por ser la más antigua del país y figurar entre las verdaderamente antiguas del continente, son numerosos los ejemplos de profesores nimbados por la leyenda. Camila Henríquez Ureña es una de ella, y protagonista esta vez de la sección La autora y su anécdota.
Hija del intelectual y patriota Federico Henríquez Carvajal y de la poetisa Salomé Ureña, y hermana de Pedro y de Max Henríquez Ureña, todos de profunda huella en la cultura dominicana y latinoamericana, Camila Henríquez Ureña nació en República Dominicana el 9 de abril de 1894. Muy joven llegó a Cuba y en la Universidad de La Habana se graduó de Doctora en Filosofía y Letras, y en Pedagogía. También cursó estudios en las universidades norteamericanas de Minnesota y Columbia y en la Universidad de París.
Impartió clases de Lengua y Literatura Españolas en la Escuela Normal de Oriente entre los años 1927 y 1941. Súmense sus empeños de investigación que, realizados en el Archivo de Indias de Sevilla, representaron para ella la ocasión de revelar la presencia de mujeres destacadas en el período colonial. De ahí que pueda afirmarse que los textos de Camila Henríquez Ureña reflejan sus intereses pedagógicos, literarios e intelectuales.
De amplísima puede considerarse su cultura, de formación humanística, avalada por intensas lecturas y una lúcida inteligencia.
Es pues, el momento de presentar la anécdota:
“Desde su mesa de profesora Camila lee. Se trata de una obra del teatro griego. Solo se escucha su voz. Clara. Timbrada. Inflexiones para cada personaje. No hay alteración. La voz no se dice, sale. Perfecto español. Interrumpe el timbre. Camila se levanta.
– Continuamos en la próxima clase. Espero que puedan perdonarme si he cometido algún error al leer, lo estaba haciendo directamente de la edición griega”.
Narrada por la profesora Miriam Rodríguez en el libro Camila y Camila, de Mirta Yáñez, la anécdota ofrece una de las facetas de la doctora Camila Henríquez Ureña: la de su erudición, el despliegue del conocimiento al servicio de sus alumnos.
Privilegiados quienes fueron sus alumnos, guardan para siempre en la memoria el recuerdo de su personalidad y el ejemplo de su pulcritud ciudadana.
Acerca de la impotancia de la lectura Camila aconsejaba:
“Puede ser que el que no haya formado temprano el hábito de leer no pueda sentir desde el principio arder en su espíritu la llama del entusiasmo. No importa, hay que ponerse en contacto con nuevas obras notables, y esperar (…) Debe leer los grandes libros clásicos, que por serlo, son de todas las épocas y que deben leerse temprano y luego releerse con frecuencia, porque siempre parecen nuevos”.
Como autora, la relación de sus libros incluye varios títulos de apreciacion literaria y propuestas pedagógicas, además de numerosas colaboraciones en revistas como La Gaceta de Cuba, Casa de las Américas, Ultra, Isla, Revista Lyceum, Revista Bimestre Cubana, entre otras.
Conferencista y pedagoga, ejerció en universidades de Estados Unidos, México y otras naciones de América Latina; y ocupó la cátedra de Lengua Española en Vassar College, Nueva York. A partir de 1959 ejerció como asesora técnica del Ministerio de Educación, miembro de la Comisión Nacional Cubana de la Unesco y profesora de la Escuela de Letras y Arte de la Universidad de La Habana.
En la Universidad capitalina pervive en las leyendas que de alumno en alumno se concatenan en la memoria. En la cultura, es una de las lumbreras para honrar. Y en las bibliotecas cubanas, donde se encuentran sus libros, una fuente inagotable de conocimiento al alcance de todos.
La Dra. Camila murió el 12 de septiembre de 1973, durante una estancia en su tierra natal. Allá y acá se la reconoce por su condición de cubana medular y dominicana insigne.
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