Es frecuente que se confunda el pintoresquismo con el folclor y, casi siempre con poca fortuna, con la sensualidad de ciertos manejos lingüísticos. Una amplia zona de la poesía popular bordea esos precipicios y, en verdad, algunos cultores caen en ellos alegremente. Pero en el caso de la poesía cubana de perfiles antropológicos; digamos la décima campesina y la llamada poesía afrocubana, existen claros ejemplos donde esas falacias se evaden con la elegancia del buen decir poético y la hondura lírica; entonces la denuncia de los dramas sociales –tema recurrente– adquiere morfología de crónica cotidiana. Devienen estas creaciones excelente vehículo para expresar vivencias y anhelos de sectores desfavorecidos en esta mixtura humana que somos los nacidos en Cuba.
En el presente año conmemoraremos acontecimientos importantes de nuestra historia y nuestra literatura, la mayor parte luctuosos o lamentables, como el 210 aniversario de la fracasada conspiración de Aponte y el 110 de la masacre de los Independientes de color; también el 120 de la proclamación de la república mediatizada. Sin embargo, el centenario del poeta Jesús Orta Ruíz, El Indio Naborí, los 120 de Nicolás Guillén y los 110 de Marcelino Arozarena –además de otros en los que no me detengo por su poca relación con el problema que hoy me interesa– aportan el costado positivo a ese caudal de conmemoraciones a la vez que refuerzan la tesis de que las creaciones de esas dos vertientes de la poesía cubana exhiben, con orgullo, piezas de gran altura.
Naborí es, sin dudas, el que más lejos ha llevado la décima en Cuba, herencia hispana y expresión poética del campesino cubano, como catálogo de esencias de esa sensibilidad, centrada en lo paisajístico, lo costumbrista y lo sinestésico. En especial, en su primera etapa, de las décadas del cuarenta y cincuenta, podemos apreciarlo. Pero tampoco es este universo el que me interesa tratar en el presente análisis puesto que centro, sobre todo, en la llamada poesía afrocubana.
Guillén reprodujo con exactitud loable las angustias y jolgorios, utopías y luchas del negro y el mestizo cubano en tanto Arozarena, con excelencias pocas veces vista, se inclinó más a definir perfiles antropológicos con la reproducción de sonoridades afro y la asunción de cápsulas dialectales de notable musicalidad. En ambos es frecuente la estampa.
Nancy Morejón, en su artículo «Marcelino Arozarena y su eterna canción negra sin color», citando a Eusebia Cosme, nos recuerda que la poesía de este parece «hecha para la recitación a golpe de tambor».[1] A propósito reproduzco entonces un breve fragmento de uno de sus poemas más emblemáticos en ese sentido:
Liturgia etiópica
Sobre la liturgia pura del etiópico ancestral
tonante toque en tumulto tam tam tamborilea.
No hay un viro,
ni hay un giro
en que no bulla la bulla de la bacha que emborracha
diluida en la guaracha de la timba del solá.
—Tiempla los cueros, José Caridá!
Llama a tu ecobia que baile el bembé,
que mueva la grupa,
que estire los pies,
que salte,
que grite,
se agache, se pare y se vire al revés.
Por otra parte, en su texto «Marcelino Arozarena, para no olvidar», de junio 20 de 2021, Heriberto Feraudy nos cuenta que Nicolás Guillén en algún momento le obsequió esta dedicatoria: «Para Marcelino Arozarena, que sería mi poeta preferido si no existiera su amigo, Nicolás».
También nos recuerda Feraudy lo siguiente:
Janheinz Jahn, excelente africanólogo alemán, expresa en su ensayo Muntu: las culturas neoafricanas, de 1963: «… Del mismo modo que Robert Burns derivo su arte del folklore escocés, y así como en Alemania Wilhelm Müller, Eichendorf y Heine dieron forma a la canción popular hasta convertirla en canción artística, así Nicolás Guillen, Emilio Ballagas y Marcelino Arozarena elevaron a una validez universal el folklore cubano».[2]
El poeta Marcelino Arozarena, en la vida literaria cubana, es de los menos citados, recordados y valorados por la crítica más reciente, pese a que en otros momentos se escribieron artículos elogiosos a su favor. Baste saber que su centenario nos pasó inadvertido en 2012, algo que en este aniversario cerrado debiéramos corregir.
Hortensia Ruíz del Vizo aportó sobre Marcelino Arozarena, la siguiente valoración:
Esta poesía tiene diferentes variantes: social, folklórica, mítica, etcétera, pero contiene una serie de elementos que le son propios, es decir, que no se encuentran fuera del campo de ella, como son: el ritmo musical, la imitación rítmica de los instrumentos de música típicamente negra, el uso de jitanjáforas, plasticidad, la gran utilización de voces africanas, la captación del movimiento de los bailes negros y la sexualidad.[3]
René León, por su parte, fijándose en la evolución posterior del poeta afirmó: «Marcelino Arozarena abandonó su primer estilo, pero los poemas que dejó son verdaderas piezas poéticas afrocubanas de sabor negro con un sensualismo y musicalidad patente en todo momento en sus imágenes».[4]
En la actualidad aquellos modos de hacer no son asumidos por los poetas que con posterioridad al triunfo revolucionario aportan con su obra a la reivindicación racial. Con otras estéticas de vanguardia asumen el discurso poético en pos de trazar las pautas sobre ese movimiento cultural que conocemos como «Color cubano». En las entregas poéticas de Nancy Morejón, Rito Ramón Aroche, Antonio Armenteros, Caridad Atencio, Ismael González Castañer, Julio Mitjans, Domingo Alfonso y la recientemente fallecida Georgina Herrera, entre otros, se concretan esas expresiones despojadas de lo aparencial, para centrarse en lo esencial de ese color hecho de muchos colores donde se define una identidad. Lo vanguardista, lo coloquial, lo experimental, lo tradicional, lo conceptual tributan valor a esas creaciones a partir de las cuales, algún día, sabremos si representan la más auténtica continuidad de lo conseguido, en materia de comunicación, por los fundadores de los modos de hacer una poesía donde los protagonismos se compartan con equidad entre toda la masa étnica que nos configura.
(Santa Clara, 22 de enero de 2022)
Notas
[1] Nancy Morejón: «Marcelino Arozarena y su eterna canción negra sin color», Unión de Escritores y Artistas de Cuba [en línea, agosto 12 de 2021, fecha de consulta, enero 22 de 2022], disponible en Uneac
[2] Heriberto Feraudy Espino: «Marcelino Arozarena, para no olvidar», Unión de Escritores y Artistas de Cuba [en línea, junio 20 de 2021, fecha de consulta, 22 de enero de 2022], disponible en Uneac
[3] Hortensia Ruiz del Vizo: Poesía negra del Caribe y otras áreas, Ediciones Universal, Miami, 1972.
[4] René León: «Sensualidad y Musicalidad en la Poesía de Marcelino Arozarena», Pensamiento poético, [en línea], [1 de junio de 2017, fecha de consulta 22 de enero de 2022], disponible en Pensamiento poético
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