Una chinita de siete años corre prendida de la saya de la madre huyendo de los ataques a su ciudad.
De pronto, se desprende y queda sola. Un hombre se le acerca cuando la ve llorando y le dice que él la llevará junto a su madre y dos hermanitas, pero lo que hace es introducirla en un barco, cuyo destino era el puerto habanero de la década del treinta del siglo XIX… A partir de aquí comenzará una nueva vida para quien se convirtió en la primera persona china que llegó a Cuba.
Así expone en su libro Carmen Montalvo, la primera china en Cuba, la connotada periodista Miriam Castro Caso, título que independientemente a recrear y dar a conocer a los lectores épocas, contextos y hechos verídicos, sin lugar a dudas que constituye una denuncia contra el régimen de abominable explotación y racismo al que fueron sometidos los inmigrantes chinos llegados a Cuba y sus descendientes durante los períodos de la colonia y la neocoloniacomo, al igual que la población negra —descendiente de esclavos—, los que ocupaban el último peldaño (o ninguno), dentro de la esfera social.
Como bien expone dicho título y, tras las llamadas Guerras del Opio (1840), a mediados del siglo XIX China llegó a ser un imperio debilitado y con una pobreza absoluta, en el que llegaron a penetrar y expandirse las ambiciones de conquista y colonización de las potencias occidentales. Fue entonces que sus puertos sureños, como los de Macao, Hong Kong, Amoy y Cantón dieron apertura al comercio de contrabando humano.
De esa forma es que esa abominable actividad pasa a ser otra alternativa para la insuficiente mano de obra esclava en América, en específico los culíes chinos, los que formaron parte entre 1847 y 1874, de la primera oleada de pobladores asiáticos hacia este otro lado del mundo, además de ser representativos de nuevas formas de trabajo y de producción capitalista dentro del sistema colonial. Según estadísticas, «en ese período entraron por la vía marítima alrededor de 154 mil culíes chinos a Cuba. Ellos, y los cientos de miles de esclavos negros importados, sostuvieron la economía cubana de plantación azucarera».
En cada uno de los momentos del proceso de inmigración laboral o de trata amarilla —como realmente debe calificarse—, se violaron hasta los más mínimos derechos humanos; a tal punto que, entre 1847 y 1874, el número de muertes —tan solo durante la travesía—fue superior al trece por ciento.
Por otra parte y, de acuerdo a las minuciosas investigaciones realizadas por la Autora, en ese período la estructura de la población femenina china en Cuba muestra una singular desproporción (4,10%) en relación con la masculina, la que mayoritariamente estuvo por encima de un 95 por ciento. Sin embargo, dicha proporción en las mujeres negras esclavas oscilaba entre un 35 y 40 por ciento, situación que repercutió después en las relaciones de pareja y matrimoniales que padecieron los chinos, «lo cual condicionó el tipo de familia a que podían acceder y su descendencia dentro de la sociedad cubana, resultado del matrimonio y la unión consensual con negras, mulatas y blancas de los sectores más humildes de la población».
Carmen Montalvo…es la conmovedora historia de una niña china que llega a ser comprada como esclava y adoptada después por una familia acomodada hispana residente en La Habana; circunstancia casual que no implicó continuar la férrea explotación en la Isla de los inmigrantes asiáticos y su objetivo fundamental de continuar desarrollando mecanismos de unidad. Algo que los ha caracterizado no solo en Cuba, sino también en el mundo entero, hasta llegar a conformar los barrios chinos, reconocidos por sus indispensables atributos en materia de amplio y fructífero comercio, y por sus asociaciones de inmigrantes y descendientes.
En relación con los testimonios reunidos, este importante libro destaca en su prólogo:
no se descuidan los detalles de vocabulario y terminología totalmente colonial que se corresponden con la educación y crianza en casa de criollos o españoles. La bisabuela de Candelario –uno de los descendientes–, no sólo no tenía nombre chino, sino que tampoco tenía educación ni cultura china a no ser por el matrimonio de Guillermo. Ella había adoptado las costumbres de los condes con los que se crió como se refiere en los hábitos de las comidas, los horarios y demás aspectos de la vida cotidiana.
Carmen Montalvo, la primera china en Cuba constituye sin lugar a dudas un libro-testimonio histórico-literariode trascendental importancia para el conocimiento y desarrollo cultural de otro de los pilares que han contribuido a la formación de la Nación cubana, a su largo proceso identitario, y que necesita ser aún más investigado y contextualizado desde todo punto de vista; en específico, en lo que respecta a la participación de combatientes chinos en nuestras luchas independentistas.
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