De la personalidad y el quehacer de Carolina Poncet y de Cárdenas, escribió la ilustre ensayista y poeta Mirta Aguirre que «aunque nunca mantuvo ideas de izquierda sino más bien conservadoras, fue junto a los profesores de extrema izquierda de la Escuela Normal de Maestros de La Habana —Juan Marinello, María Josefa Vidaurreta, Dulce María Escalona— donde libró siempre sus batallas pedagógicas, encaminadas al establecimiento de una política educacional revolucionaria».
Sin embargo, a 55 años de su fallecimiento en La Habana el 27 de noviembre de 1969, a los 90 años, hoy muchos se preguntan, o si lo prefiere, muchos nos preguntamos, quién fue Carolina Poncet.
Décadas atrás, el educador Medardo Vitier escribía de la doctora Carolina Poncet: «Personalmente, reúne características que pocas veces se dan juntas. Por índole y por influencia de familia, sus maneras finas —gesto, voz, conversación— revelan a la mujer cultivada (…) Es mujer de presencia que se siente, ya esté en un grupo o sola».
Aludía Vitier a un hecho singular: Carolina Poncet y de Cárdenas, nacida el 13 de agosto de 1879 en Guanabacoa, contaba entre sus familiares a dos relevantes literatos: José María de Cárdenas y Rodríguez (Jeremías de Docaransa), abuelo por línea materna, y José de Armas y Cárdenas (Justo de Lara), primo por el mismo tronco.
Una vez graduada de maestra primaria, la profesora Poncet comenzó a trabajar en Guanabacoa, a la edad de 18 años. Uno después, en 1898, era ya directora de escuela.
En el primer decenio del siglo XX inició su amplia labor como conferencista (memorable sería la que impartió sobre la Condesa de Merlín, en 1931), al mismo tiempo que su libro Lecciones de Lenguaje se adoptaba como texto de las escuelas públicas.
El citado cuaderno habría de convertirse en un clásico de la enseñanza, al punto que «entre los autores que en Cuba se han dedicado a componer libros escolares, figura la profesora Poncet con uno ejemplar: su texto de Lenguaje, muy usado hasta hace poco en todas partes. Allí se evidencia su aptitud pedagógica, y hasta, diría yo, la gracia comunicativa, que no es don común», apuntaba en 1950 Medardo Vitier.
Alcanzó ella el doctorado en Pedagogía, y en Filosofía y Letras, cursó estudios complementarios en el exterior y obtuvo importantes premios por sus trabajos de investigación.
A su meritoria labor en la enseñanza —llegó a ser Profesora Emeritus de la Escuela Normal de Maestros de La Habana y miembro de la Academia Cubana de la Lengua— sumó una no menos notable carrera como ensayista.
De 1910 data Biografía de Joaquín Lorenzo Luaces y estudio crítico de sus obras. De 1912 es El romance en Cuba, tesis con la cual ganó al año siguiente el premio de la Academia Nacional de Artes y Letras. De 1923 es el trabajo José Jacinto Milanés y su obra poética. Otros estudios corresponden a temas como Romances de Pasión, El teatro tradicional de Lope de Vega, Algunas ideas pedagógicas de María Luisa Dolz, Evocación de Aurelia Castillo y varios más aparecidos en prestigiosas revistas nacionales.
Y fue tal su postura en tiempos difíciles, que durante el machadato se le separó de su cargo en la Escuela Normal.
Jubilada en 1960, prosiguió su labor investigativa, recogida en publicaciones como Actas del Folklore, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí y Revista de la Universidad de La Habana.
A la memoria de la doctora Carolina Poncet y de Cárdenas van dirigidos estos apuntes en ocasión de un aniversario luctuoso más.
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