En este segundo artículo queremos ofrecer una explicación de la situación de crisis política que condujo a la segunda ocupación de Cuba por los Estados Unidos a partir de algunos fragmentos de la carta inédita de Tomás Estrada Palma a un prosélito desconocido. El autor de la misiva, cuando evaluó el resultado de su actuación como presidente en aquellos momentos críticos, partió de máximas verdaderamente conservadoras que estaban muy distantes de los propósitos sostenidos por la mayor parte de los cubanos que participaron en las guerras de independencia. Estos patriotas no sólo lucharon contra el despotismo español sino también contra los privilegios del colonialismo presentes en el orden social que se mantenían en «la siempre fiel isla de Cuba». La lucha por la independencia política implicaba cambios en el orden social aunque Estrada Palma, a pesar de llegar a ser Presidente de la República en Armas durante la Guerra de los Diez Años, nunca comulgó con estos. Entre sus objetivos nunca estuvo producir la plena emancipación de los cubanos. Al respecto, en el escrito mencionado indica:
Ha sido siempre mi sentir desde que tomé parte activa en la guerra de los diez años, que no era el termino final de nuestras nobles y patrióticas aspiraciones, la independencia, sino el propósito firme de poseer un gobierno estable, capaz de proteger vida y haciendas y de garantizar los ejercicios de los derechos naturales y civiles de cuantos residan en la isla, ciudadanos y extranjeros, sin que la práctica de la libertad se convirtiera nunca en perniciosa ni violenta agitación, y mucho menos en perturbaciones armadas del orden público.
El punto de partida de la actuación política de Estrada Palma durante toda su vida radicó en sobreponer la hegemonía de las clases detentadoras del poder económico a los intereses de los sectores populares que lucharon por un orden social más justo como parte de la independencia nacional. En una situación similar, cuando era presidente de la República en Armas y recibió una propuesta de un enviado de los Estados Unidos, debió optar entre el coloniaje español, la independencia tutelada por Estados Unidos o la independencia plena de los cubanos. En ese momento el bayamés aceptó la segunda opción porque la independencia íntegra la consideraban peligrosa para la conservación de los intereses clasistas que predominaban en la cámara de representantes que presidía.[1] Por otro lado, el gobierno republicano que presidió a partir de 1902 fue resultado de una alianza de las clases y tendencias más reaccionarias con el imperialismo estadounidense. Washington, a través de la enmienda Platt y el Tratado de Reciprocidad Comercial, tuvo en Estrada Palma un aliado indiscutible para imponer el control del país mediante el llamado «experimento cubano» de dominio neocolonial.
La ideología que se generó en torno a la influencia de los Estados Unidos en Cuba, conformó una tramoya de razonamientos ambivalentes donde confluían diversos intereses de clases. Determinados patriotas cubanos aceptaban a los estadounidenses como nuestros indiscutibles aliados en la derrota del yugo colonial español y al mismo tiempo admitían que estos podían ayudarnos a reconstruir nuestra economía y erigir un orden democrático que favoreciera la estabilidad social. Todo ello contribuyó a crear una falsa imagen de los Estados Unidos como socio generoso de Cuba; más aún cuando nuestros vecinos del norte admitieron la proclamación de la República el 20 de mayo de 1902 y retiraron sus tropas a pesar de que Cuba tuvo que pagar un alto precio a su soberanía con la aceptación de la enmienda Platt impuesta por Washington.
Por otro lado, la enmienda Platt tuvo en el «Corolario Roosevelt» una interpretación más edulcorada. En dicho documento los Estados Unidos se atribuyeron el papel de defensores de nuestra independencia ante el peligro de intervención de los países europeos en el presunto caso de que se produjera una situación de anarquía en Cuba. Por diversos motivos Teodoro Roosevelt se convirtió en una figura mítica entre los cubanos que habían combatido al colonialismo hispano: había sido el jefe militar del ejército estadounidense que colaboró con ellos en derrotar a las tropas españolas, el presidente que promovió la retirada de las tropas estadounidenses y la instauración de la independencia formal de Cuba y por último, el mandatario que en Washington elaboró la doctrina del corolario Roosevelt como parte de la enmienda Platt para proteger a Cuba del colonialismo europeo.
A todo lo anterior se suma la actuación del presidente Roosevelt durante la crisis política que tuvo lugar durante las elecciones de 1906; para entonces manifestó su voluntad negociadora con vistas a facilitar un acuerdo entre los cubanos de modo que no se tuviera que llegar a una nueva ocupación de la isla. No obstante, Roosevelt finalmente no vaciló en aprobar la intervención para garantizar el orden y la protección de las propiedades estadounidenses a partir de lo concordado en la enmienda Platt, que en definitiva era un apéndice añadido a nuestra propia constitución. A pesar de ello la segunda intervención fue interpretada por muchos como un episodio triste cuya responsabilidad principal recayó en los propios cubanos. Al producirse la muerte de Roosevelt en 1919, la mayor parte de la prensa cubana lo identificó como «El mejor amigo de Cuba» y según el historiador Jorge Ibarra Cuesta:
El proceso de enajenación ideológica que iba a operar entre los elementos más radicales del 95 , armados tan sólo con el pensamiento liberal europeo del siglo XIX para enfrentarse a la penetración económica del capital financiero, les impediría racionalizar el fenómeno de la expansión imperialista.[2]
Las contradicciones internas más relevantes entre los partidos que se disputaban el poder político por esos años, el Partido Moderado y el Partido Liberal, tenían su origen en la composición de clase y el origen político de sus miembros. El Partido Moderado, al frente del cual se encontraba Estrada Palma, estuvo conformado por una élite conservadora y autoritaria que integraba antiguos autonomistas, comerciantes españoles, terratenientes, defensores de la enmienda Platt y otros sectores reaccionarios. En tanto, el Partido Liberal era más bien una agrupación populista dirigida por caudillos rurales que se habían destacado en la guerra del 95 y deseaban acceder al capital burocrático que proveían los cargos gubernamentales. Los liberales, para lograr sus propósitos, tuvieron el apoyo de las masas campesinas y negras sobre las que ejercían una indudable influencia. Como bien señala el historiador Jorge Ibarra Cuesta, el Partido Liberal se opuso con fuerza al autoritarismo y la acción centralizadora de los recursos del gobierno de Estrada Palma; los seguidores de esta fuerza política apreciaban similitudes entre la ejecutoria este gobierno con la del colonialismo español.
Respecto a sus enemigos del Partido Liberal, Estrada Palma en esta carta señalaba:
Vi enfrente a masas numerosas cansadas ya del orden y la legalidad á que aparecian acomodadas durante los cuatro años de República; las vi ávidas de licencia y correrías, unirse en muchedumbre al primer aventurero que las invitaba á seguirlo; vi por doquiera simpatizadores con el desorden y alentadores de la perturbación. Al mismo tiempo el presidente advirtió irresponsabilidad en la prensa cuando, según sus palabras, contribuía al desasosiego presente: «Mañana y tarde y a toda hora, auxiliando, con cinismo sin igual, el laborantismo plenamente organizado a favor de los rebeldes».
Las elecciones convocadas hacia 1906 avivaron las disputas entre estos partidos políticos debido a la pretensión que tuvo el presidente Estrada Palma de reelegirse por medio del llamado «gabinete de combate». Esta instancia gubernamental emprendió una campaña dirigida a dejar cesantes a muchos empleados del gobierno que simpatizaban con el Partido Liberal. A ello se sumaron algunos actos vandálicos que ejecutaron los seguidores de Estrada Palma como el incendio del ayuntamiento de Placetas que estaba en manos de los liberales, la inscripción de nombres falsos en las listas de electores y el asesinato del dirigente liberal de la provincia de Las Villas, Enrique Villuendas.
Ante esa situación el Partido Liberal decidió comenzar a conspirar para producir un golpe de Estado a través de un «Comité Central Revolucionario» integrado por algunos generales de la guerra de independencia. Se tenía previsto que esta acción se ejecutara en un tiempo tan breve que no permitiera a los Estados Unidos autorizar una intervención militar de acuerdo con el artículo tercero de la enmienda Platt. Sin embargo, algunos de sus cabecillas locales estaban dispuestos a todo, aun cuando se produjera la injerencia directa de Washington. Fue así que el general Pino Guerra decidió adelantar el alzamiento en Pinar del Río sin que mediase un acuerdo estratégico para contener la ocupación extranjera. Al respecto diría Estrada Palma en su carta:
Me encontré de súbito en medio de una tremenda desorganización social, con millares de insurrectos en tres provincias y la amenaza de rebelión en las otras tres; sin fuerzas regulares suficientes para emprender sin descanso una campaña activa contra los primeros, batirlos y desorganizarlos.
[1] Jorge Ibarra : Ideología Mambisa. Ed. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972 p .95-101
[2] Jorge Ibarra: Aproximaciones a Clío, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1979 p. 119
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