
La combatiente y revolucionaria cubana Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, más conocida como Celia Sánchez, murió un día como hoy, 11 de enero del año 1980. Una nota publicada por Cubadebate, recoge la esencia de lo que Celia significa en el imaginario de los cubanos: «Sabemos que durante años regaló radios y mandó a construir casas a quien lo necesitara. Sabemos que dio hogar a niños sin familia, conocemos a uno que hoy es mecánico. Sabemos que solo había que hacerle llegar una nota y ella lo resolvía».
Como homenaje desde las páginas digitales de Cubaliteraria, la recordamos a través de versos en los que escritores y artistas han querido inmortalizar la memoria de «la flor autóctona de la Revolución».
A Celia
Flor autóctona, mujer Hecha de miel y de acero Radiante como un lucero Que baña el amanecer. Tú naciste para ser Por la historia perpetuada Y aunque la sierra empinada Retumbó por la bravura Nunca estuvo la ternura Mejor personificada. ¡Oh paloma verde olivo! Para rendirte homenaje Habrá con otro lenguaje que inventar un adjetivo ¡Oh corazón combativo Con más luz que el astro rey! ¡Oh discípula de Hatuey! Esta dicha del presente Es fruto de tu simiente Celia Sánchez Mandulley.
Celia
Celia es ágil y fuerte y atraviesa una ruta de orquídeas, cada día. Celia es cubana y nuestra como los mantos de la Sierra. Celia, buena y sencilla, entre los pescadores de Niquero y el esplendor de la bahía. Fusiles, hachas, flechas, piedras del río condujo hacia el pico más puro. Llega Fidel de la montaña y ella deshierba helechos y los pone a sus pies para avivar el corazón del pueblo. Como el viento sutil de Media Luna, Celia es así, como era Celia, sonrisa y tempestad, y con ellas se marcha, entre mantos y orquídeas, hacia las puertas de la eternidad.
En un tren de espuma
En un tren de espuma bajo el aguacero viaja rumbo al monte cuajado de enero aquella muchacha que he visto en un sueño con tantas palomas prendidas al pelo, rodeada de luces que escalan el cuerpo y llenan sus manos de besos y besos. Y, en el ala inmensa, viaja su silencio, rojas esperanzas, las voces del viento que susurran: Celia… Celia de los fuegos Celia de las aguas Celia del aliento Celia de las noches Celia de los huertos Celia, Celia nuestra ¡Celia de tu pueblo!
Celia la del Pilón
(Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí)
Celia la de Pilón, desde su pura niñez amó las flores de su tierra, quiso ser una orquídea de la Sierra y fue modestia, sencillez, ternura. Estrella que alumbró la noche oscura, en los días sangrientos de la guerra, no es un silencio que el sepulcro encierra sino una idea viva que fulgura. Por sembrar sus orquídeas clandestinas el sacrificio coronó de espinas en la llanura, su cabeza indiana. Pero por endulzar graves dolores, en su tumba de dulce capitana todos los días amanecen flores.
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