Sienta la poesía de lo que usted hace. Las ciencias, cualesquiera que ellas sean, devienen poesía en labor, obras, resultados. Pongámonos de acuerdo en la terminología: la palabra poesía se escribe en singular, pero su connotación de significado es plural, como la palabra vida. ¿Qué sea la vida, qué sea la poesía? Cuando descubramos seres vivos en otros sitios del cosmos, quizás tengamos que redefinir nuestros conceptos de vida. La poesía resulta de la expresión propia del cosmos, la naturaleza, la vida y la inteligencia. Desde el orbe humano, ella se expresa de diferentes modos: emotivos, sensoriales o intelectivos. Sabemos que existen al menos cuatro maneras fundamentales de apropiarse de la realidad: práctica o técnica, científica, estética y religiosa. Las dos últimas están asistidas por mayores grados de subjetividad, pero incluso las técnicas y las ciencias connotan escalas subjetivas de aprehender el mundo. En todas existe una innegable e incluso necesaria percepción poética.
Digamos que, además y también, el término poesía abraza un género literario desde las divisiones aristotélicas de la percepción estética del mundo. Ese género literario ha solido ser llamado lírica, ya sabemos que por el instrumento musical con que los griegos cantaban ciertas zonas más subjetivas de sus creaciones del ámbito de la palabra. Para que una obra lírica sea en verdad parte de ese género, debe poseer literaturidad, o sea, la cualidad por la cual es una obra literaria. Pero también existe la poesía oral, modo inalienable de la expresión humana. El poeta es el artista de la palabra que convierte lo poético circunstancial en obra literaria. «¿Qué es poesía?», preguntó uno (Bécquer), y se respondió: «eres tú». Nicolás Guillén devolvió el misterio a la palabra: «¿Y tú quién eres?, ¿quién eres tú?».
Sin el componente universal de la poesía no hay arte posible, visto ello más allá del género literario homónimo. Sin poesía no hay pensamiento humano. Todos somos capaces de captar la poesía y la expresamos de formas muy diversas. El científico tiene un creador adentro. ¿Cómo catalogamos su entusiasmo, el amor por lo que hace, la pasión por su labor y el resultado mismo? En especial el resultado: cada contribución de provecho para la vida es de hecho y de derecho una acción o un producto calificable como poesía.
No querría ofrecer un punto de vista docentista, no estoy dando definiciones y creando esquemas, quiero hablar de la poesía como expresión de la vida y de la inteligencia. Quizás solo organizo aquí algunas perogrulladas, pues nadie lo dijo mejor que José Martí en su crónica «El poeta Walt Whitman». Busquémosla, volvamos a leerla. No hay ciencia que no se base también en la especulación de ideas, en develar misterios. De la especulación pueden brotar hipótesis y tesis o más incógnitas, y el grado especulativo de las ciencias se parece mucho al acto creativo del poeta. Un científico puede ser poseído por un rapto, por una idea que luego ha de desarrollar por métodos diferentes de la apropiación estética del mundo, pero no la anula, porque un científico sabe que trabaja con la belleza.
La belleza es una categoría estética. Si falta belleza en la obra, en el resultado científico, técnico, práctico, especulativo, la obra no estará completa, de modo que ello no radica solo en los sentimientos del hombre o la mujer de ciencias, sino también en su uso del intelecto. No hay contradicción entre el trabajo científico y la labor poética, lo supieron bien, en Cuba, Felipe Poey, Felipe Pichardo Moya, Rolando Escardó, o Juan Marinello y Roberto Fernández Retamar, entre muchos. Fueron poetas que trabajaron en las ciencias naturales y sociales, sabían que la ciencia y la poesía tienen en común un fuerte componente social. Sin azúcar puede haber país, pero sin poesía, no. Hasta la poesía más hermética o la más emotiva contribuyen al mejor conocimiento de la realidad, hay gnosis en el hecho poético como lo hay en todas las ciencias.
Un buen científico debe ser consciente de la belleza poética de su labor y de sus resultados. Horacio proponía al arte que fuese bello y útil, un buen científico debe saber que la utilidad puede aumentar si la presenta bellamente. El género literario llamado poesía no debería quedar fuera del impulso creador. La expresión despectiva de algunas gentes prácticas: ¡eso es poesía!, resulta una verdad objetiva, pues todo es poesía, toda expresión de la realidad objetiva connota poesía.
El poeta francés de origen uruguayo llamado Conde de Lautréamont, propuso que todos juntos debemos hacer la poesía. Lo sepa o no, cada ser humano capta, siente y vive la poesía a diario: ¿un hombre o mujer de ciencias no? No somos científicos ignaros, indoctos porque leemos poesía, la vivimos en nuestra labor. Sabemos que la lectura de la alta poesía contribuye a abrir los ojos a la imaginación, y no se diga que la ciencia no es también oficio del sueño. Soñar es un placer tan fuerte como el de imaginar, especular, fundamentar y hacer. Un buen científico es un poeta de las ciencias. Todo futuro soñado es poético. Hágase ciencia, soñemos, leamos poesía. La vida es un acto integral, no lo olvidemos.
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