Sobre el autor
En el cumpleaños 60 del poeta, dramaturgo, narrador y editor Rigoberto Rodríguez Entenza, compartimos una una selección de poemas realizada por Laura Zaragoza Betancourt, editora de la versión digital de su poemario Manera Obsesiva, título que verá la luz próximamente bajo la colección poesía del catálogo de Cubaliteraria.
Nacido en Sancti Spíritus, en 1963, Rodríguez Entenza es graduado en la especialidad de Teatro por la Escuela Nacional de Arte, Licenciado en Español por la Universidad de Sancti Spíritus José Martí. Máster en Ciencias de la Comunicación en la especialidad de Periodismo. Ha publicado los libros de poesía Sitios cruzados (Editorial Sed de Belleza 2003), Último día del naufragio (Editorial Letras Cubanas 2004), Otras piedras talladas en silencio, (Ediciones Unión 2006 / Editorial McPherson 2022), Manera obsesiva (Ediciones Luminaria 2008 / Editorial Benchomo 2009), Se fue anoche (Ediciones Matanzas 2009) y La Mano y el silencio (Editorial Letras Cubanas 2014), entre otros.
Fue ganador del Premio Nacional de Poesía Eliseo Diego (1995), del Premio Internacional de Poesía Nosside Caribe (2004), Mención en el Premio Julián del Casal (2004), Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas (2015) y Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna (2021).
Sirva esta selección como agasajo al ciudadano Coco, al poeta siempre, al amigo entrañable, miembro de nuestro equipo editorial que es más bien familia, al ser humano de suma nobleza que saca versos del alma, convencido de que «cuando la poesía nos acompaña todo es hermoso, hasta el dolor».
Fragmentos de su obra
Ante la vitrina, sentado
A Doña Carmen
Ante la vitrina, sentado
como una abuela muerta
me pongo a mirar el borde de la taza
a sorber el café, humo redondo
en los ojos que se va a tragar la tierra.
Abro la ventana y entra el golpe
del jardín, la voz del arroyo
el espejo de la piedra, la canción
que viene desde la casa de los pájaros.
Con una escoba de yarey
entre saltos de olvido
fumo y deambulo por las habitaciones
cercado por paredes de madera
por ases diagonales, sesgos amarillos
alucinaciones encarnadas en los retratos
en las miradas fijas, en las ruinas.
Una y otra vez
miro por las ventanas para escuchar
por fin el crujido de la memoria
la densidad de las palabras
que me acosan con el peso real
la anulación de aquel destino
polvo, tablas que veo caer desde el humo
como una casa derribada
por el voraz ánimo del tiempo.
Sobre un platillo vacío, anclado
en el centro de la vitrina la tía dejó dos pliegos doblados. Jamás leeré tal cifra, jamás podría voltear la cornucopia de la que fueron robadas ciertas noches frívolas y necesarias. Noches cuyas estampas repujo ahora en el fondo de los papeles. Mi estilete se hunde en las menudas persistencias azuzadas por la consecución de unos pasos precisos. En cada pieza, trazo, rajadura o hilo de voz fulminante habitan mis huellas como una pequeña parcela de preguntas. Cruzan con presteza y fervor los extraños animales. Al escrutar cada minuto de aire cuando le digo a mi hija ven siéntate sobre esta patria mínima cuando escucho los tigres y los cerdos, apareados en el mismo discurso cuando cae en mis manos el corazón de un amigo verdadero florece un alivio, un vergel donde son gustosas las horas de la naranja. En pocas ocasiones traigo de golpe unas palabras. En pocas ocasiones puedo remover una masa y otra para configurar un país. Suelo ir a esas revistas en las que los otros esgrimen su majestad sus finas costumbres y casi siempre vuelvo vacío como quien regresa de la misma escuela con los mismos anillos de silencio como quien regresa de la misma sala de la misma silueta, desde donde contemplo la quietud de la vitrina. Entonces me detengo una y otra vez en esos objetos cuya vida se clava en mi silencio, en mi página como si en ellos estallase la sagrada invención de la patria.
Imágenes
Orestes traspasa el umbral de la puerta
se anuda la corbata
y entra en el ciclo de la máscara.
La madre se asoma a la ventana
para ver las flores, el peso
del agua en los ojos de los pájaros heridos.
Ha aprendido rápido, piensa
un hombre desde el quicio de otra puerta.
Ayer estaba sentado en la acera
mirando la tierra
agujereada por la eternidad del trompo
pero ha llegado al alba
de la última mañana de agosto
ha llegado a las cavernas dóciles
ha llegado a los domingos
donde abre la finalidad de su historia.
La madre no puede soportar
el sonido del cincel
los huecos en el aire, en los ojos
y se arrima al gris de la ventana
para verle salir con ese trasiego
de silencio y dudas.
Los domingos se clavarán en sus labios
murmura, antes de volver
a la vajilla de porcelana rusa.
El mismo, según sabrá años después
anudó el rumor de su violín
a unas páginas ilegibles
el mismo jugó con la corbata
cuyo nudo no sabrá ya desatar.
Salvando las distancias
Desde lo alto
la rama se desliza hacia el río.
La línea ardua
desgrana su verdor
y fluye.
Larga es la perfección del trecho
desde un punto sucesivo
al meridiano del ojo quedo.
Lo dice la boca de una muchacha sola.
Mitología personal
Al volver, cuando ha pasado el tiempo raso de una vida el hombre voltea su mirada hacia la extensión de un mar que ya no necesita. Como barcos a la deriva sus ojos ruedan sobre la sábana prístina claustro del crepúsculo caja de murmuraciones tierra de los sueños. Gira y mastica como hace un tiempo atrás la música del orégano el clamor de las frutas el estridente pito de la historia que se desliza, esfuma sobre la mesa cóncava del agorero. El aire corta la calmada manera de decir son las seis mientras en la copa del árbol revienta la sinfonía de los pájaros y el hombre al fin escucha su otra voz remota y en el hilo del café donde se agitan los signos de los viejos guerreros en pos del día infinito explotan sus lágrimas inocentes. En sus manos se posa un silencio boscoso un país sumergido en ese tiempo de sal. Nada le pertenece nada se va o vuelve solamente esos pasos, díscolos como la mitología que ha creado para vivir en esos recintos en los que la voz es menos precaria que su voz.
***
Leer también Rigoberto Rodríguez Entenza: «la poesía como un acto de fe», entrevista realizada por Reyna Esperanza Cruz para nuestro Portal.
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